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“Calles con sangre, canchas sin fútbol”: la muerte de un hincha atropellado por la policía reaviva el estallido social en Chile

Familiares, amigos e hinchas del Colo Colo despedían el viernes 1 de febrero a Jorge Mora Herrera, atropellado por un camión policial el martes 28 de enero a la salida de un partido en el estadio Monumental, en Santiago (Chile).

Meritxell Freixas

Santiago (Chile) —

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Cinco muertos, 57 incidentes graves de violencia registrados en todo el país –entre ellos ataques a cuarteles policiales y saqueos–, 135 carabineros heridos, otros siete suspendidos de su cargo por apalear a un joven en plena calle y 297 detenidos. Es el balance que dejaron los últimos días de enero en Chile. Unas cifras que recordaron a los peores momentos de octubre del año pasado, cuando la chispa del estallido prendió y desató una ola de violencia y represión policial sin precedentes en el periodo de democracia.

La causa del repunte de la crisis, que en las semanas de verano había bajado su intensidad –aunque nunca hasta apagarse–, tiene nombre y apellido: Jorge Mora, un hombre de 37 años, hincha del club de fútbol Colo-Colo, que la noche del 28 de enero murió atropellado por un camión de los carabineros [la Policía chilena] en los alrededores del Estadio Monumental, donde se había disputado un partido de la liga nacional de este equipo contra el Club Deportivo Palestino.

Las imágenes de un grupo de aficionados tratando de reanimar al hombre gravemente herido en la calle, mientras un camión seguía disparándoles chorros de agua a presión, circularon por las redes y desataron la furia de los manifestantes. En las horas siguientes, los enfrentamientos con la policía se multiplicaron.

La tensión se agravó aún más al día siguiente, durante la declaración del policía que atropelló a Mora. La jueza desestimó el dolo en la intervención del agente y espetó unas polémicas declaraciones: “Estamos en presencia de un hecho que ocurre luego de finalizado un encuentro deportivo con dos equipos de fútbol que tienen, uno de ellos por desgracia, una carga histórica que para el deporte no hace ninguna contribución que es Colo-Colo”.

La socióloga y experta en temas de seguridad y crimen de Universidad Santiago Chile, Lucía Dammert, asocia estas palabras con la criminalización que, dice, pesa sobre los hinchas de fútbol. “En general, las barras [hinchadas] tienen muy mala reputación porque se las ha vinculado la violencia, aunque muchas barras realizan tareas sociales y deportivas, y tienen vinculaciones positivas con los jugadores que –lamentablemente– quedan invisibilizadas por la mirada criminalizadora que hay respecto a ellas”, explica.

La académica apunta que las barras “son un movimiento social que tiene una vinculación con sectores populares, vulnerables, de clase media o media-baja” y precisa que el discurso sobre ellas a menudo recae en estereotipos. En su opinión, si bien hay estudios que han evidenciado que las barras tienen “algunos funcionamientos organizativos vinculados a hechos de violencia”, no es posible analizar este fenómeno en los últimos meses, “sin analizar las actuaciones de la policía”.

“Perdimos mucho tiempo peleando entre nosotros”

Los hinchas de los equipos más importantes del fútbol chileno han participado activamente en las protestas de la Plaza Italia, rebautizada como Plaza Dignidad. Muchos aficionados y miembros de las barras bravas –como se conocen en América Latina a los seguidores más hooligans– han formado parte de la llamada “primera línea”, los que se enfrentan y contienen a las fuerzas policiales para evitar que disuelvan las manifestaciones pacíficas.

Los de Abajo de la Universidad de Chile, la Garra Blanca de Colo-Colo y Los Cruzados de la Universidad Católica han compartido protagonismo en las movilizaciones y se han sumado a las demandas de la sociedad civil. En la estatua del general Baquedano del centro de la Plaza, la Garra Blanca y Los de Abajo han compartido espacio y ondeado sus respectivas banderas. Una imagen inimaginable dentro del campo que muchos leyeron como expresión de unidad, aunque para las barras no sea tal.

“La gente dice que las barras están unidas, pero eso jamás va a pasar, por un tema de colores y porque la formación que tienen las barras en Chile fue de agarrarse a balazos entre ellos en vez de apuntar al verdadero enemigo”, señala una de las integrantes de la hinchada antifascista de Los de Abajo, que accede a dar su testimonio con reserva de su identidad.

Las protestas han dado una especie de tregua a la animadversión entre los principales equipos. La muestra más evidente de ello fue la manifestación conjunta de todos los equipos de fútbol para exigir justicia por el joven atropellado que tuvo lugar el pasado viernes. “Perdimos mucho tiempo peleando entre nosotros”, se leía en el cartel que anunciaba la convocatoria.

Criminalización y estigma

La unanimidad de las aficiones también se expresó en noviembre, con el cierre de temporada. Las barras presionaron a clubes, jugadores y directivos para mantener la suspensión del campeonato nacional de fútbol y evitar que se reanudara, después de que quedara en interrumpido por el inicio del estallido. “No dejaremos que ningún jugador toque la cancha”, advirtieron los aficionados de varios equipos.

Algunas voces criticaron “el boicot” de los hinchas y el Gobierno los relacionó con acciones violentas durante las movilizaciones. El debate se profundizó tras la detención de un joven de 16 años miembro de una facción de la barra de Colo-Colo acusado de participar en un incendio en una estación de metro al inicio de las protestas. Carabineros hizo público que una veintena de hinchas fueron detenidos por desórdenes públicos, porte de armas, amenazas y atentados contra la autoridad, entre otros delitos. Sin embargo, los hinchas aseguran que este tipo de asociaciones son parte de un “montaje” de las autoridades para “desviar la atención de la lucha del pueblo por sus derechos”.

“La criminalización de la justicia y de los 'pacos' [policía] no es nueva para las barras bravas de Chile, hace años que vivimos la represión de Carabineros en las galerías. Nosotros no importamos a nadie, simplemente somos los que llenamos los bolsillos a las sociedades anónimas [administradoras de los clubes]”, opina la aficionada del club Universidad de Chile. Según ella, la estigmatización social es tal que “por andar con una camiseta de tu equipo de fútbol ya te dicen delincuente o 'flaite' [chulo]”.

Vicente Rojas, analista internacional, fotógrafo de Los de Abajo y buen conocedor de esa realidad añade que el fenómeno de las barras bravas “se da ahí donde el Estado ha fallado en su labor de proveer derechos”. Según él, “se forman estos lazos que terminan siendo redes de apoyo, una especie de 'familia extendida' que permite a sus integrantes vivir de manera más digna a través de la cooperación mutua y con un común denominador que es la adherencia a un equipo de fútbol”.

El inicio de la liga nacional no ha sido tranquilo. Los partidos del viernes y del fin de semana estuvieron condicionados por varios altercados y enfrentamientos con la Policía. En todos ellos, las galerías exhibieron consignas claras: “Calles con sangre, canchas sin fútbol”, “no más muertes por luchar”, “con 90 minutos no taparán 30 años de represión”, “no más pacos [policías] en la cancha”. También se escucharon varios cánticos contra el presidente Sebastián Piñera.

Lucía Dammert recuerda que hace ya 10 o 15 años que las hinchadas se empezaron a organizar en torno a temas sociales, que van más allá del fútbol. Sin embargo, no ha sido hasta el inicio del estallido cuando ha empezado a cambiar la percepción de los barristas, sobre todo por parte de los más jóvenes. Son precisamente ellos quienes comparten con los hinchas la lucha contra la represión policial prácticamente a diario. Desde hace más de tres meses, unos y otros hacen frente común en las calles.

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