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Análisis

Hoy es cuando, una semana en Argentina

Manifestantes se movilizan en Argentina en repudio al ataque a vicepresidenta

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El jueves a la noche Silvina Heguy pasó tres horas en la puerta del piso de Cristina Fernández de Kirchner y zonas aledañas y detectó un silencio triste. Un velorio con muchos periodistas, escribió en el chat de editores. Por un tiempo recordaremos dónde estábamos o cómo nos enteramos del instante en el que Fernando André Sabag Montiel gatilló en dirección a la cara de la ex presidenta. Javier Cercas, en un libro monumental, escribió sobre ese episodio parteaguas de la transición española: la foto inmóvil del coronel Antonio Tejero, el 23 de febrero de 1981, en su asalto al Congreso español como parte de un golpe de Estado que no se concretó. En la noche del jueves, en Recoleta, el crimen tampoco se produjo. Hasta el momento la hipótesis dominante es que falló por la impericia de Sabag Montiel. En la marcha multitudinaria de repudio del viernes Mauricio Caminos recogió, en boca de un manifestante, el más inquietante de los contrafácticos: si mataba a CFK, íbamos a una guerra civil. Otro manifestante le dió el título: “El 17 de octubre de Cristina”.

A Sabag Montiel se le ha colgado un gentilicio que en este diario procuramos no subrayar -el de brasileño- y una condición de loquito suelto que aún no ha sido probada por la justicia. Una vida laboral centrada en el alquiler de taxis, una vocación por encontrarse con celebridades, una afición por el Death Metal, un cuerpo esculpido por tatuajes utilizados por neonazis y estados cambiantes, consumo de páginas de Facebook sobre temas paranormales, una novia dedicada al comercio de algodón dulce y un mejor amigo que dejó de serlo y se consagró al evangelismo hizo que Victoria De Masi le dedicara un perfil breve y urgente a Sabag Montiel y su novia.

Alfredo Grieco y Bavio escribió sobre los 30 años en América Latina sobre magnicidios e intentos de magnicidios para que despejemos cualquier intento de buscar una excepcionalidad argentina. Responsable de la sección de Internacional del diario, Alfredo cuenta allí que la seguridad es un tema central para Lula en la recta final de la campaña presidencial. Su adversario, Jair Bolsonaro, fue apuñalado en la última campaña.

En su columna Cristina Fernández y Hannah Arendt: la política y la violencia, Tamara Tenenbaum comparte una sensación de vacío frente al tsunami de repudios al intento de asesinato: muchos de ellos no hablaban de la solidez de ningún compromiso democrático. El repudio de todos y todas ya ha quedado atrás y lo que asoma es una nueva escalada de polarización (Juanjo Becerra sostiene, en su columna de hoy, que polarización es un término fiaca de la jerga de consultoría). La oposición, en tensión por este tema entre soft liners y hardliners, no consigue unificar posiciones. Gabriel Sued revela los diálogos reservados entre el cristinismo y las palomas de Juntos por el Cambio para aislar a los halcones. Muchos de esos dirigentes priorizan la rentabilidad electoral de esa minoría furiosamente anticristinista que descree sobre la veracidad del atentado y parecen embarcados en la fórmula del corto plazo: ellos o nosotros.

Pablo Ibañez describe un Frente de Todos aún en estado de shock por el intento de asesinato de Cristina y ha detectado una nueva ilusión en su cúpula: que la dispersión electoral de Juntos por el Cambio le devuelva al peronismo la fantasía de un triunfo en 2023.

El gobierno nacional ha quedado en manos de Cristina Fernández de Kirchner, para la conducción política y la reinvención de una épica, y la economía (y el ajuste incómodo y silencioso) en manos de Sergio Massa. Las funciones del presidente parecen haberse encogido. Si el discurso de odio termina convirtiéndose en el nuevo gran paraguas del Frente de Todos que todo lo explica -de la incursión de Sabag Montiel a Recoleta al alegato de fiscales pasando por editoriales de periodistas-, la polarización conocerá un estadío superior. Martín Rodríguez, en su columna Los presidentes no se tocan, tiene una propuesta en sentido contrario: que los expresidentes democráticos se tomen una foto conjunta y que reciten el Preámbulo de la Constitución. Tiene también, un pedido para las minorías politizadas: “Ir hacia el que odiamos”. Casi un ruego frente a lo que pasó el jueves a la noche. “Estuvimos a milímetros de que se termine el país que conocemos”, escribió.

En los últimos dos meses la Argentina ha tenido tres ministros de Economía, un intento de asesinato a la vicepresidenta y un crecimiento de la inflación y la pobreza que ya estaban en niveles intolerables. Como todas las crisis generan mayor demanda de noticias (y nuestra audiencia ha crecido), en elDiarioAR nos hemos propuesto ser prudentes y contar lo que pasa con la mayor calma posible. Los gritos, de todas maneras, no nos resultan indiferentes.

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