Así es Swati Maliwal, la mujer que lucha contra las violaciones en Delhi
“Ya debe saberse que mi coche llegó a la carretera”, dice Swati Maliwal mientras su vehículo municipal de Delhi recorre la carretera Garstin Bastin y pasa por delante de una hilera de tiendas de máquinas y herramientas. Encima de ellas, las ventanas oscuras de los burdeles.
“Los chulos tienen a su gente vigilando y haciendo llamadas”, dice señalando a los puestos de té y a los vendedores ambulantes de la calle. En medio del tráfico que hay en Delhi tras la hora del almuerzo, nadie parece prestar atención al coche. Pero el año pasado Maliwal aprendió a ver enemigos en todas partes.
Ya tiene una larga lista de enemigos por su trabajo como la presidenta más joven en la Comisión para Mujeres de una de las ciudades del mundo más peligrosas para las mujeres.
“Al principio me quedé aturdida”, recuerda. A mediados de 2015, con 32 años, le pidieron encargarse de la Comisión para Mujeres de Delhi (DCW, por sus siglas en inglés). Ella “pensaba que el cargo no tenía ningún poder real”.
Los organismos oficiales de protección al pueblo (incluyendo los que se ocupan de las minorías, las castas inferiores y las “clases atrasadas”) abundan en la burocracia nacional y estatal india pero muchos son considerados inoperantes. La DCW, en concreto, es ridiculizada como un “estacionamiento para políticos”.
Hasta que Maliwal, una exactivista, se tomó el tiempo para leer una legislación de décadas que regula el trabajo de la Comisión para las Mujeres. “De nuevo me quedé estupefacta”, dice.
Aunque los poderes nunca fueron usados, la DWC podía hacer más que simplemente publicar los casos o recomendar cambios: puede exigir a los distintos departamentos del gobierno que entreguen información y citar a quien considere necesario, incluso a los funcionarios más veteranos de la policía de Delhi, para ser interrogados. “Y si esa información o esa gente no es entregada, tenemos la facultad de emitir órdenes de arresto”, dice Maliwal.
En los 18 meses que pasaron desde que lo descubrió, Maliwal ha reconvertido el DCW en una cruzada. Se ocupa de los casos de unas 12.000 mujeres que cada día hacen fila en los descoloridos pasillos fuera de su oficina. En su nombre, Maliwal pide –y en ocasiones obliga– a las oficinas del gobierno y de la policía para que la imagen que difunden sobre la seguridad de las mujeres en la capital de India sea la real.
31.000 delitos contra mujeres en dos años
Una de las primeras cosas que quiso saber fue la tasa efectiva de condenas en los delitos contra mujeres denunciados en Delhi. “Durante seis meses, la policía se negó a darnos esa información”, dice. “Luego nos dijeron que darnos la información de los crímenes contra las mujeres provocaría un problema de ley y orden. No dimos marcha atrás y citamos al jefe de la policía. Después de eso llegaron los informes”.
Las estadísticas mostraban que la policía había registrado más de 31.000 delitos contra mujeres en los dos años anteriores a 2014. De esos, sólo 146 (menos del 1%) terminaron en condenas.
En otra investigación dentro de los laboratorios forenses de la ciudad, Maliwal encontró que de las 7.500 muestras de ADN que había, “1.500 se habían podrido”: “Estuvieron pendientes durante tantos años que habían expirado”.
“Si no hay condenas en la capital, a nadie debería sorprenderle que (los perpetradores) no sientan miedo”, dice. “'Sea lo que sea lo que hagas, de alguna manera te podrás librar', ese es el mensaje que se está enviando”.
Maliwal rechaza la idea de que el peligro al que se enfrentan en el país las mujeres indias y las turistas sea único. “En cualquier nación existe el sesgo de género. Hay crímenes contra las mujeres en todos los países. Pero la cantidad en Delhi es muy impactante, muy perturbadora”.
Cólera por la violación en masa del autobús
Los informes que la policía hizo públicos en febrero muestran una pequeña caída en el número de violaciones y de abusos denunciados en 2016, y una baja de 10% en el total de ataques contra mujeres. Pero casi cinco años después de que el país montó en cólera por la violación y asesinato en un autobús de Jyoti Singh, una mujer de Delhi, las estadísticas sugieren que poco ha cambiado para ellas.
La tasa de condena por ataques sexuales ha caído en picado. Pese a la creación de tribunales más veloces para juicios por violación, a las lecciones de autodefensa para las mujeres, a los programas de sensibilización en género para la policía, y a las sentencias más duras para los atacantes, en Delhi se sigue denunciando una violación cada cuatro horas y un abuso sexual cada dos.
Las últimas semanas de 2016 fueron especialmente alarmantes, con una bebé de 11 meses violada y arrojada a los arbustos al oeste de Delhi en septiembre; una niña de cuatro años violada y abandonada a su suerte junto a las vías del ferrocarril en el norte de la ciudad un mes después; y una niña de tres años atacada sexualmente y estrangulada casi hasta la muerte el día después.
Maliwal se reunió con las familias de las tres, algo que insiste en hacer para la mayoría de las víctimas. “Esta bebé de 11 meses fue envuelta en una manta desde la cabeza a los pies”, recuerda. “La madre me decía todo el rato: 'Quiero mostrarte su cara'. Pero yo insistí en negarme. Sentía que si veía su rostro, sus ojos me perseguirían para siempre. Por primera vez me asusté. Tenía miedo de mirar en sus ojos”.
Maliwal ya perdió la cuenta de las veces que en los últimos 18 meses se sentó junto a una mujer o una niña en una cama de hospital. “Cientos, probablemente”, dice. “Me produce un montón de enfado y pena. Te insensibiliza pero el dolor sigue. Creo que es lo que me mantiene trabajando. Su dolor debería ser el nuestro”.
En julio hizo la vigilia junto a Nirbhaya, una chica de 14 años violada y forzada a tomar ácido. En Twitter publicó los últimos momentos de la joven. “Acaba de morir”, escribió. “Otra vez, Delhi falló a Nirbhaya. Sufrió tanto dolor. ¡Y sus agresores siguen paseando en libertad!”.
Meses después, volvió a la red social para demostrar lo fácil que seguía siendo comprar ácido en la ciudad. “Impactante fallo de la ley y el orden en Delhi. El ácido se vende en públicamente. En dos días, el equipo de DWC se acercó a 31 tiendas para pedirlo y lo compró fácilmente en 23”, tuiteó.
La llama que encienden estos encuentros con las víctimas es cuidadosamente canalizada. Con formación de ingeniera, a Maliwal le obsesiona el proceso: ilustra los problemas de la ciudad con imparcialidad, hablando como si diera una clase y usando estadísticas precisas.
Nacida en una familia de clase media de Delhi, estudió Económicas. Dice que soñaba con trabajar fuera del país en una “buena empresa multinacional”. Pero unas prácticas tras su graduación haciendo voluntariado en una escuela de gente humilde cambió todo. “Me hizo cuestionarme verdaderamente mis sueños y perspectiva vital”, dice.
Así fue como se vio en la órbita de otros activistas de Delhi como Santosh Koli y Arvind Kejriwal, el ahora primer ministro de Delhi, que usaban las incipientes leyes de derecho a la información para exponer la corrupción que inunda la mayor parte de las relaciones entre los indios y las autoridades.
En los siguientes ocho años, Maliwal se deshizo de su antigua vida como de una piel. Tras abandonar su trabajo y recorrer el país, decidió “trabajar para las masas”. “Viví en los barrios pobres y en los pequeños pueblos. Vi en qué consiste India de verdad y aprendí a preguntar sin miedo”, dice.
Su pasado fue un buen entrenamiento para la a menudo violenta política de esta megalópolis en el sur de Asia. Dos días antes de ser entrevistada por the Guardian, le había sido concedida la libertad bajo fianza. La mujer a la que reemplazó en el cargo, nombrada por el gobierno anterior, la acusa de contratar a personal de la Comisión de forma irregular. Las autoridades de lucha contra la corrupción allanaron su oficina por una demanda que, según dice ella encogiéndose de hombros, es “frívola” y de intención política.
Quieren cerrar los burdeles de las carreteras
Al principio, su propio nombramiento en 2015 fue rechazado por la irreconciliable pelea política (aún en marcha) entre su protector y mentor, Kejriwal, y el gobierno nacional del primer ministro Narendra Modi. Entre los dos comparten el gobierno de Delhi y a menudo la Comisión para las Mujeres queda en medio del fuego cruzado. En 2016, su personal llegó a trabajar sin cobrar durante dos meses cuando un representante de Modi en el consejo directivo dejó en suspenso el pago de los salarios.
La última obsesión de Maliwal, cerrar los burdeles de la carretera Garstin Bastin (llena de niños forzados a prostituirse y de mujeres provenientes del tráfico sexual del sur de Asia) puede ser el mayor desafío de sus cinco años de mandato. “Estamos tratando de saber quiénes son los propietarios de los burdeles. La policía de Delhi, las autoridades municipales, los directivos del agua y la oficina eléctrica: todos fingen ignorancia. Dicen que no saben quiénes son los propietarios”.
Ahora mismo está exigiendo a las autoridades la demolición de las habitaciones ocultas adjuntas a un montón de burdeles, usadas para esconder a las víctimas del tráfico sexual cuando la policía o otras autoridades tocan la puerta.
“Ha provocado un montón de ataques contra nosotros”, dice. “Siento que este chanchullo del tráfico organizado está detrás de esos ataques. En un año hemos emitido unas 3.500 notificaciones a la policía de Delhi. El ataque existe”.
“Y en todas las oficinas del gobierno a las que regularmente enviamos notificaciones; algunas de sus autoridades también quieren vengarse de la Comisión. Y luego está la gente que ha atacado a las mujeres”.
Aunque la lista de adversarios sigue creciendo y las demandas siguen pendientes, Maliwal dice sentirse segura en su cargo: “Este es el cambio que quiere Delhi. Estamos sufriendo seis violaciones por día. Alguien tiene que alzar la voz”.
“No tengo nada que ocultar, y tampoco nada que perder. No llevo equipaje. Hace diez años que soy activista y me casé con un activista. No tenemos ninguna propiedad y apenas llegamos a unos miles de rupias en nuestra cuenta bancaria. Los dos vivimos al día”.
“Así es la vida que elegí para mí”, dice. “En un país como el nuestro, sólo puedes ocuparte de la gente si estás absolutamente limpio. De otro modo te acosarán y te matarán. Se asegurarán de que tus trapos sucios salgan a la superficie”.
Traducido por Francisco de Zárate