La palabrota que nunca existió: así nos engañan los sentidos
El presentador de un programa infantil, que lleva décadas en lo mismo y que ahora trabaja en un canal para menores de ocho años, decidió arriesgar su carrera y pronunciar una de las peores palabrotas que hay en el programa para preescolares que lo hizo famoso como co-presentador. Ese presentador arriesgó su trabajo a cambio de nada y pronunció una grosería fuera de contexto frente a una audiencia infantil. Habrá tenido muchas ganas de insultar en el programa infantil, aunque, paradójicamente, no quiso que nadie se diera cuenta y “escondió” el insulto en medio de una canción que lo hizo sonar aún más ambiguo. Al parecer, además, todos los editores y controladores de la BBC pasaron completamente por alto esta situación y permitieron que saliera al aire.
Todo esto claramente no ocurrió. Ningún presentador ni ningún canal pondrían en riesgo su medio de vida de una manera tan ridícula y sin sentido y, mucho menos, un canal como la BBC, siempre bajo la lupa. Sin embargo, una cantidad inquietante de personas realmente piensa que sucedió. Hay algunos padres indignados, horrorizados con todo este asunto.
En cierta forma, es lógico que si tu hijo estuviera expuesto a escuchar fuertes palabrotas, la reacción como padre fuera poner más de una objeción. Aunque por otro lado, si un niño tan pequeño puede reconocer palabras tan fuertes, entender algo mal en la letra de una canción de un alegre programa infantil tal vez no sea el tema más urgente para abordar sobre su vida.
De todas formas, una llamativa cantidad de personas informa que realmente “escuchó” la palabra que empieza con la letra c (la palabras es cunt, una forma vulgar de referirse a la vagina). Es mucho menos probable que se deba al colapso nervioso pasajero de un presentador que a las peculiaridades y dudosos mecanismos en que nuestro poderoso, y también imperfecto, cerebro procesa lo que le llega de los sentidos.
El 'momento teniente“
La gran mayoría de las personas podrá recordar por lo menos una instancia en la que entendió mal la letra de una canción y en la que pensó que el artista decía algo totalmente diferente. En la canción que dice “I can see clearly now the rain is gone” (Ahora puedo ver claramente que la lluvia se fue) de Johnny Nash, yo sigo escuchando “I can see clearly now Lorraine has gone” (Ahora puedo ver claramente que Lorraine se fue). Supuse que Lorraine era una ex de Nash que le había causado mucho daño y confusión. Entender mal las letras de las canciones, el llamado “momento teniente”, es algo común que suele provocar situaciones divertidas, ¿pero por qué ocurre?
En parte se debe a la forma en que funciona el cerebro. Una de las razones es que, en lugar de estar constantemente procesando la información sensorial de lo que sucede a nuestro alrededor cada segundo, el cerebro crea modelos mentales de cómo funciona el mundo, usando como base la memoria y lo experimentado. Esto ayuda a liberar tiempo y recursos, pero la contraparte es que nuestra percepción queda influida por nuestras expectativas, en lugar de lo que en verdad estamos experimentando.
Fíjense en cómo las personas giran alrededor de temas en los que ya creen mediante el sesgo de confirmación: por lo general no hay nada específico para que un argumento o una observación se destaque sobre una infinidad de opiniones diferentes, pero como es algo que ya tenemos incorporado en nuestro modelo mental, nos enfocamos en eso (por ejemplo, el que piensa que la llegada del hombre a la Luna es una farsa ignora todas las pruebas oficiales y hace hincapié en la información, bastante mal escrita, de un blog que sustenta lo que piensa).
También se pueden encontrar ejemplos de cómo nuestro sentido del oído, así como otros órganos sensoriales, nos engañan o nos confunden a menudo. Las ilusiones auditivas son equivalentes a las ópticas, como la de las dos caras o la del candelabro pero con sonidos. Las ondas acústicas que golpean el tímpano no producen nada malo pero el cerebro las procesa de manera que terminan produciendo confusión y aturdimiento.
Más sentidos en juego
El tema se vuelve incluso más surrealista cuando otros sentidos entran en juego. El sentido del gusto es especialmente susceptible a que otros sentidos interfieran pero nuestro sentido de la vista muchas veces prevalece por encima del oído. En el cine, parece como si el sonido saliera directamente de la pantalla pero no es así. El sonido proviene de los altavoces alrededor del espectador pero nosotros no lo percibimos así. Nuestros cerebros escuchan un sonido y ven movimiento y a gente hablando en la pantalla, así que determina que esa es también la procedencia del sonido. Por mucho que no sea así.
Si quieren un ejemplo más claro, fíjense en el efecto McGurk, que también podría explicar por qué es tan difícil mirar un vídeo cuando la parte visual y el sonido no están sincronizados.
Todos y cada uno de estos ejemplos pueden ocurrir en cualquier momento. Estas situaciones ocurren más fácilmente cuando uno apenas está escuchando algo, sin demasiada atención, ya que las cosas son menos claras. Una palabra tan simple como “kite” (cometa) puede convertirse en otra mucho más preocupante como la desafortunada palabra que comienza con la letra C, en especial, si la palabra anterior contiene elementos silábicos y fonéticos parecidos, como los tiene la palabra “fluttering” (aleteo). Esos elementos proponen una marca rítmica que podría engañar a cualquier cerebro desatento.
Pero entonces, ¿por qué tanta gente escucha lo mismo? Porque, como dije antes, una gran parte de lo que percibimos se basa en las expectativas. La gente se predispone y espera algo inusual o escandaloso en cuanto ven artículos o vídeos en Internet titulados “¿¡Realmente dijo eso!?” o “¿Qué creen que está diciendo este tipo?”. Como dije antes, las expectativas juegan un papel muy importante en la percepción. Lo más raro es que, una vez que el cerebro decidió qué es lo que escuchó, es muy difícil oír otra cosa, independientemente de lo improbable o ilógico que sea. Al cerebro no le gusta cuestionarse o dudar de sí mismo así que no lo hace. Y si todavía dudan de que el cerebro hace estas cosas, acuérdense del desafió del “vestido blanco o dorado”.
Por supuesto que esto no quiere decir que los presentadores de televisión jamás serían capaces de utilizar la palabra que comienza con la letra c. Si no, pregúntenle a Jeremy Hunt.
Dean Burnett es el autor de un libro acerca de las muchas cosas que el cerebro hace mal: “El cerebro idiota” se puede conseguir en Reino Unido, EEUU y Canadá.
Traducción de Francisco de Zárate