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The Guardian en español

ENTREVISTA

Jamie Raskin, congresista de EEUU: “Me gustaría decir que el asalto al Capitolio fue el final de algo, pero creo que fue más bien el principio”

Jamie Raskin durante una audiencia del comité que investiga el asalto al Capitolio.

David Smith

Washington —

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Jamie Raskin pasó el 5 de enero en el funeral por su hijo, Tommy, que se suicidó el último día de 2020 tras lidiar con la depresión durante años. Pasó el 6 de enero asediado en el Capitolio de Estados Unidos cuando una turba de partidarios de Donald Trump asaltó el Congreso en una insurrección que causó cinco muertes. Ha pasado casi un año y el congresista demócrata Jamie Raskin se pregunta si podría haber evitado alguna de las dos tragedias.

“De la misma manera que me he culpado por no haber sido capaz de detectar señales sobre las intenciones de Tommy, también me culpo por las señales que no fui capaz de captar sobre el clima violento que propició el asalto al Capitolio”, lamenta Raskin, que mide cuidadosamente cada palabra. “Pasé muchas, muchas noches sin dormir culpándome y por lo que pasó con Tommy y con el asalto”.

Raskin, congresista demócrata por Maryland, asumió su cargo en enero de 2017. Cuatro años más tarde, y un día después de enterrar a su hijo de 25 años, se encontraba en el Capitolio de Estados Unidos, en plenas restricciones por la pandemia de la COVID-19, para apoyar el trámite de la certificación de la victoria en las elecciones presidenciales del candidato demócrata Joe Biden. Fue testigo de cómo una turba enfurecida, que se creyó “la gran mentira” de Trump sobre un inexistente fraude electoral, asaltaba la fortaleza de la democracia de Estados Unidos.

Una película de zombies

“Escuché un sonido espantoso que nunca olvidaré, de una turba que intentaba entrar en la Cámara de Representantes”, recuerda el político, de 58 años, en una entrevista telefónica desde su casa de Takoma Park (Maryland). “A estas alturas sigo sin saber exactamente qué tipo de objetos llevaban, pero no dejaban de golpear la puerta principal de la Cámara de Representantes, por lo que muchos de los que estaban en la sala se precipitaron a la puerta para impedir que entraran”.

“Entonces los agentes de seguridad del Capitolio irrumpieron en la sala con sus armas desenfundadas y nos pidieron que nos retiráramos y pasaron a custodiar la puerta. Muchas personas gritaban, era todo muy caótico. Se oía a la muchedumbre gritar: ”¡Queremos a Trump!“ y ”¡Cuelguen a Mike Pence!“, en referencia al vicepresidente saliente, que ignoró la llamada de Trump para que anulara el resultado de las elecciones.

Los responsables de seguridad evacuaron a los congresistas. Pasaron por el vestíbulo que normalmente utilizan los portavoces de la Cámara para luego atravesar los túneles subterráneos que conectan todos los edificios del complejo y unas escaleras. “Veíamos pasar a participantes en el asalto corriendo en diferentes direcciones. Era como una película de zombis. Cada vez que veíamos a los asaltantes corríamos para alejarnos de ellos. Un acto de insurrección tiene un carácter muy íntimo. En el asalto al Capitolio, había agresores por todas partes. Es sorprendente que no muriera más gente”.

Finalmente, llegaron a un sitio seguro: una sala de reuniones en un edificio de oficinas de la Cámara de Representantes. Pero la hija de Raskin, Tabitha, de 23 años, y el yerno del congresista, Hank, que le habían acompañado al Capitolio ese día, se quedaron atrapados en el despacho de Steny Hoyer, líder de los demócratas en la Cámara. Bloquearon la puerta con los muebles de la habitación y se escondieron bajo el escritorio de Hoyer.

“Obviamente, estaba muy preocupado”, reconoce Raskin. “Antes del asalto, ya estaba emocionalmente destrozado, pero tras el asalto me sentía responsable por haberlos traído conmigo y haberlos puesto en peligro. Nunca se me había ocurrido que el Capitolio de Estados Unidos no fuera un lugar seguro”.

Finalmente, las fuerzas de seguridad lograron desalojar el edificio y el congresista pudo reencontrarse con su hija y su yerno. “Los abracé y los besé y le dije a Tabitha lo mucho que lo sentía y le prometí que la próxima vez que me acompañara al Capitolio todo sería distinto. Fue entonces cuando mi hija me espetó: 'No quiero volver al Capitolio'. Entendí entonces la magnitud de lo que habíamos vivido. Los partidarios de Trump habían cambiado de manera esencial todo al desencadenar esta violencia para apoyar su golpe político”.

Como el 11-S

Esa misma noche los congresistas regresaron al Capitolio para completar el recuento de votos y confirmar la victoria de Biden. Mientras todo el país estaba aturdido, muchos exigieron que Trump rindiera cuentas por el papel que había desempeñado en la incitación de los disturbios.

Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes, pidió a Raskin que liderara la acusación en el proceso de destitución contra el expresidente. “El proceso del juicio político contra Trump fue una especie de salvación porque yo estaba profundamente conmocionado y traumatizado por el suicidio de Tommy y por lo que acababa de ocurrir en el Capitolio. Fue un momento de gran confusión”, recuerda el congresista.

“La sensación tras el asalto al Capitolio fue muy parecida a la vivida tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 y lo que pasó después, con todo el mundo aturdido y deambulando por todas partes. Liderar el proceso de destitución me obligó a centrarme para diseñar una estrategia”.

Raskin, que antes de ser congresista era profesor de Derecho Constitucional, consiguió presentar una acusación sólida y no tuvo miedo de mostrar su ira, su dolor y su vulnerabilidad. La mayoría de los senadores votaron para condenar a Trump, pero se quedaron a 10 votos de la mayoría de dos tercios que exige la Constitución. El expresidente Donald Trump fue absuelto pero Raskin no dio su caso por terminado. 

Fue “el principio” de algo

Ahora es miembro del comité especial de la Cámara de Representantes que investiga el asalto al Capitolio. Ha estado recabando información, documentos y registros telefónicos, y citando a testigos en un esfuerzo por tener una versión fidedigna de un acontecimiento que, según Raskin, fue “lo más cerca del fascismo que hemos estado en nuestra vida”.

El congresista, que ha escrito un libro para encontrar un sentido a los 50 días que cambiaron su vida, dice: “Me gustaría decir que el 6 de enero fue el final de algo, pero creo que fue más bien el principio”.

“En última instancia, nosotros decidiremos cómo gestionar lo que pasó. Sin lugar a dudas el futuro de la democracia está en juego. Joe Biden es el presidente indicado para intentar sacarnos de este periodo de crisis emocional pero en este momento la 'gran mentira' de Donald Trump sigue viva y tiene un control absoluto sobre el partido republicano. Así que todavía estamos librando la batalla de nuestras vidas”.

HarperCollins publica en Estados Unidos el libro de Jamie Raskin Unthinkable: Trauma, Truth, and the Trials of American Democracy (Impensable: el trauma, verdad y dificultades a las que se enfrenta la democracia de Estados Unidos) el 4 de enero.

Traducción por Emma Reverter

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