Logroño se vende o alquila
Vaya por delante mi agradecimiento a todos cuantos hicieron posible que esta ciudad en la que vivo me permita, ahora que soy mayor, desplazarme andando de un punto a otro de la localidad sin mayor esfuerzo, asistir a charlas, conferencias y exposiciones en menos de treinta minutos a pie, disfrutar de una buena oferta cultural hasta el punto de que se solapan unos actos con otros. Vaya por delante mi reconocimiento a quienes hicieron posible este Parque del Ebro que disfrutamos y estas calles peatonales que nos permiten caminar sin más peligro que el que desde hace pocos años representan los monopatines eléctricos.
Gracias a las asociaciones de vecinos que desde la muerte de Franco exigieron a los ayuntamientos democráticos más servicios para los barrios, a las asociaciones de padres y madres que optaron por una enseñanza pública y organizaban actos y jornadas que ponían en valor la importancia de la educación y la de que todos tuviéramos acceso a ella. Gracias también a los sindicatos que luchaban por mejorar las condiciones de trabajo de los obreros e incluso reivindicaban cuestiones sociales como la liberalización de la autopista AP-68, la mejora del transporte público en Logroño y en La Rioja y unos servicios sociales y sanidad pública dignos.
Fueron años, a mí me parece que no tantos, en los que Logroño se modernizó. Después vino el estancamiento. Estábamos bien con lo que teníamos y nos acomodamos a la situación. Así como esa lluvia fina que nos moja sin que nos enterásemos, llegó la decadencia. Ahora en este 2025 la capital de La Rioja es una ciudad decadente (es una apreciación personal).
Yo noto la decadencia en esos contenedores de basura que ocupan buena parte de nuestras calles y que se han convertido en mobiliario urbano de vías céntricas tan paseadas por los turistas. A veces pienso que se irán con la idea que nuestros recipientes verdes, amarillos, azules o marrones son piezas de la última corriente escultórica y que tendrán el mismo valor en el arte contemporáneo que la fachada gótica de San Bartolomé.
Para mí es decadente que la nueva estación de autobuses, con lo que nos ha costado construirla y ponerla en funcionamiento, carezca de unas taquillas de consigna del siglo XXI y mantenga el sistema antiguo de funcionamiento por fichas que se compran en la oficina de información con horarios limitados que obligan a los viajeros nocturnos y a los de fin de semana a no disponer de un servicio, para algunos, necesario.
Los gestores de la estación de autobuses de Logroño son del siglo pasado y no saben que hoy las taquillas se abren con la tarjeta bancaria que muchos llevan en el móvil.
La estación de ferrocarril, por no tener, no tiene ni taquillas.
La decadencia adquiere mayor dimensión cuando se comprueba que los trayectos que se pueden hacer en tren desde nuestra ciudad son cada vez menos.
En Logroño RENFE parece una compañía de autobuses porque lleva a sus viajeros en este medio de transporte, debido a las obras en las vías que ni nos han dicho cuando empezaron, ni en qué término municipal se realizan, ni mucho menos, cuando van a terminar. El caso es que llegar o salir de aquí es cada día más difícil y el caso es también, que nuestros estudiantes en León, V, Valladolid, Salamanca y otras ciudades o recurren al BlaBlaCar o no pueden venir un fin de semana por importante que sea el acontecimiento familiar o de amigos al que quieran acudir.
Pasear por mi ciudad es ver locales cerrados y con el cartel de SE VENDE o SE ALQUILA. El llamado «comercio local», va a menos. La mejor encuesta es el importante número de establecimientos con el anuncio de «liquidación por jubilación o por cese de negocio». Recorrer toda la Avda. de La Paz, Muro de Cervantes y Portales hasta llegar a la Plaza de Murrieta e incluso continuar por la calle del mismo nombre una tarde-noche de otoño-invierno y de lunes a viernes es comprobar como las tiendas y los bares están vacíos y hay poca gente en la calle. Me dejo muchas cosas, de algunas por olvido, de otras por desconocimiento, pero tanto las que he citado, como las que he omitido me producen preocupación y tristeza.
Preocupación porque nos hemos acomodado tanto que se nos ha olvidado reivindicar, porque las prisas por el trabajo, la casa, los hijos, los padres, el gimnasio, la cena con los amigos, no nos deja tiempo para participar en el asociacionismo ciudadano. No sabemos, o se nos ha olvidado que existen consejos escolares, sociales y sanitarios que se constituyeron hace casi treinta años y que duermen «el sueño de los justos», porque ni se convocan, ni se reúnen desde hace mucho tiempo.
Tristeza porque, a mi entender una de las causas de la decadencia, es la falta de formación a todos los niveles. No somos conscientes de que somos ciudadanos con derechos, a los que no debemos renunciar, porque ha costado mucho conseguirlos y deberes que tenemos que cumplir por vivir en sociedad.
Cómo pese a todo soy una utópica estoy segura de que de esta decadencia también saldremos e incluso tengo ideas, que si las escribo algún día, serán más divertidas que la Utopía 25.
La vida y la historia son etapas y ahora estamos bajando la cuesta, cuando toque subirla esto será una ¡FIESTA!.
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