El deterioro de la última fábrica de tipos de Madrid, tesoro protegido del periodismo y de la rebelión anarquista
Son las tres letras a las que aspira cualquier edificio histórico para garantizar su supervivencia. O, más bien, las personas que se dejan su tiempo y su empeño en defenderlos. La declaración de BIC (Bien de Interés Cultural) supone otorgar el mayor nivel de protección a un objeto o entorno por su gran valor histórico, artístico o científico. En la práctica, implica la obligatoriedad de obtener autorización ante la autoridad compentente para ejecutar cualquier modificación, permitir visitas públicas o desarrollar tareas de mantenimiento y restauración.
La concesión y gestión de las solicitudes corresponde a los Gobiernos autonómicos. Concretamente en Madrid, a la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte de la Comunidad. Este organismo tuvo a bien declarar BIC a la Fundición Tipográfica Richard Gans en julio de 2023, la última fábrica de tipos móviles que queda en pie en la ciudad. En ella se creaban las piezas de metal individuales que luego se ensamblaban para formar palabras y páginas de texto en la imprenta. La técnica consistía en la fundición de tipos a partir de un troquel de acero con el carácter en relieve, que a continuación se usaba para dar forma a una matriz de cobre donde se vertía el metal fundido.
Con el reconocimiento como BIC, parecía cerrarse un largo capítulo de ostracismo en un lugar otrora esplendoroso. Un tesoro patrimonial que traslada a una época de expansión urbana. Del crecimiento técnico y social de la prensa a los grandes conflictos laborales o bélicos que marcaron la primera mitad del siglo XX. Pero dos años después, el deterioro continúa en un edificio que continúa sin uso y abandonado.
Referente arquitectónico y periodístico
La Real Academia de la Historia, en su sesión académica de 10 de febrero de 2023, aprobó el informe clave para que la Fundición obtuviese la declaración de BIC: “El carácter excepcional de esta fundición, único ejemplo en la Comunidad de antigua fábrica de tipos y comercio de materiales, máquinas tipográficas y bienes de imprenta, justificaría a todas luces su reconocimiento, insistiéndose por ello en la necesidad de conservación conjunta del inmueble y de los objetos muebles que fueron parte de las tareas de dicha fundición y fábrica”, recoge el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid del 19 de julio de 2023.
Además de fundir tipos, suministraba todo tipo de maquinaria para periódicos y revistas: las propias imprentas, rotativas, plegadoras, cosedoras, grapadoras, guillotinas... Así, la nave del número 5 de la calle Altamirano estaba dedicada a almacén y exposición, mientras que la del 65 de calle Princesa (que data de 1886) se destinó a la fundición en sí misma. Ambas, unidas en un solar en forma de T, se conviertieron en recursos indispensables para el periodismo madrileño en las primeras décadas del siglo XX.
La nave de Altamirano, proyectada en 1910 por el arquitecto Luis López López e inaugurada en 1911, fue ejecutada por los maestros de obras Madurell y Vilata con estructura de la Sociedad Española de Construcciones Metálicas. El edificio contaba en origen con tres plantas de altura en las dos primeras crujías (de uso residencial) y dos plantas en la zona interior, de uso industrial. Se construyó con fábrica tradicional de ladrillo, pilares de fundición en planta baja y entramado de madera en plantas superiores.
Los edificios industriales que componen la fábrica en las calles Altamirano y Princesa mantienen la estructura de acero laminado roblonada característica de la época, así como gran parte de sus elementos interiores de estética y funcionalidad industrial. Construyen por ello una muestra singular de ese Madrid en proceso de metamorfosis de villa a ciudad, cosmopolita e industrial. La Fundación Arquitectura del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM) destaca del inmueble de Princesa su “coniguración netamente urbana”, mientras que en Altamirano predomina “una resolución entre modernista y decó” (un diseño más llamativo acorde a su carácter expositivo). Desde la Fundación resaltan el interés de la iconografía geométrica de la fachada, así como las molduras del alero y la cornisa.
A sus valores arquitectónicos se une el interés de los bienes muebles que se guardan en la fundición: maquinaria propia de la actividad, tipos móviles y mobiliario que permitieron mantener la actividad durante un siglo de existencia, a lo largo del cual surtió de material a las principales empresas editoriales, gráficas y cabeceras de prensa de la época. Entre ellas la conocida imprenta Rivadeneira, ubicada en la cercana Cuesta de San Vicente, o el periódico ABC. De hecho la primera rotativa de este periódico, muy famosa y la más avanzada de la época, fue fabricada por la marca de Richard Gans.
Una historia tumultuosa
El origen de la fábrica de tipos se remonta a finales del siglo XIX. El desarrollo de la capital obligó al Ayuntamiento de Madrid a plantear un proyecto urbanístico de ampliación de los límites de la ciudad, conocido como el Ensanche. Fue en este contexto de desarrollismo urbanístico cuando el empresario Richard Gans decidió establecer su sede en el recién trazado barrio de Argüelles (hoy situado en el distrito de Moncloa-Aravaca), junto a la mítica cárcel de la Modelo, durante una una época en la que convivían diversas fábricas e industrias en esta zona.
Gans nación en Karlsbad, al suroeste de Alemania, en 1850. Llegó a Madrid en 1874 como representante de una importante compañía de artes gráficas belga y en 1878 se especializó en la importación de artilugios de artes gráficas y de tipos de impresión. Mientras, trababa contacto con las principales empresas periodísticas o editoriales del país. Pocos años después, en 1881 y después de una creciente demanda, decidió iniciar la producción propia de dichos materiales.
El primer local donde se instaló estaba en el número 10 de la calle de Campomanes. Más tarde pasó a Villanueva, 22, un recinto más amplio. En 1886 la compañía llegó a Princesa, y en 1911, se extendió a Altamirano. Gans falleció en Madrid en 1925, pero el futuro de su emprendimiento parecía quedar en buenas manos con su estirpe familiar. No vio venir un futuro conflicto bélico que sería fatal, además de para millones de vida, para el patrimonio de todo un país.
“El recinto sufrió importantes destrozos durante la Guerra Civil”, explica Alberto Tellería, vocal técnico de la asociación Madrid Ciudadanía y Patrimonio. “De hecho, los hermanos Ricardo y Manuel Gans [hijos del fundador] fueron asesinados por los propios obreros de la Fundición, que fue requisada por el sindicato anarquista CNT [Confederación Nacional del Trabajo]”, apostilla. Después de esta rebelión, parte de su maquinaria pesada fue utilizada para la fabricación de munición para el bando republicano.
Fue la hermana superviviente, Amalia Gans, quien retomó la actividad de la fundición ya durante el franquismo y consiguió convertir el centro en un referente de las artes gráficas. “Hasta que la aparición en los años sesenta de nuevos modos de impresión relegó al olvido la fundición de tipos. Cesó su actividad y bajó la persiana hacia 1975”, cuenta Tellería. Otras fuentes, como la web de la Comunidad de Madrid, sitúan ese final en los años ochenta después de un progresivo declive desde que en 1964 se editara el último catálogo de la empresa.
En cualquier caso, las naves han experimentado varias décadas de abandono y deterioro que la declaración de BIC hace más de dos años todavía no ha logrado revertir. Así lo acreditan imágenes como la siguiente, recopiladas en su web por la organización de protección patrimonial Madrid Ciudadanía y Patrimonio.
La entidad lamenta “noticias del derribo de parte de las instalaciones”, fruto del mal estado de conservación de diversas estancias, aunque la inmensa mayoría del edificio sigue en pie. “Se tiene noticia extraoficial de intereses inmobiliarios que pretenden su demolición para edificar viviendas. Dado su valor se incluye en el observatorio para su seguimiento”, alertan.
Desde la Consejería de Cultura del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso trasladan a Somos Madrid que “es un bien privado y como tal el propietario es el responsable de su mantenimiento”. Indican que la Comunidad de Madrid “cuenta con ayudas para actuaciones de conservación, recuperación y restauración de los bienes inmuebles de la región, de titularidad privada, con protección como Bien de Interés Cultural o Bien de Interés Patrimonial”. No aclaran si esas subvenciones han sido solicitadas en el caso de esta histórica Fundición.
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