“¡A tierra y boca abajo!”: así fue el primer atraco 'de película' a un banco en Madrid
Sucedió un 7 de abril de 1932 en la sucursal del Banco de Vizcaya de Fuencarral, esquina con Manuela Malasaña. Un local grande, con un enrejado imponente en las ventanas, cristal esmerilado, moderno mostrador con ventanillas -con su cristal y sus cajeros detrás-, caja de caudales... un banco.
Diez y media de la mañana, poco más que un jubilado (vecino de la calle Manuela Malasaña), en la sucursal, junto con los trabajadores. De repente, seis u ocho individuos, pistola en mano: “-¡Manos arriba; y al que levante la voz o se mueva le levantamos la tapa de los sesos!”. Un atraco en toda regla.
Un individuo con acento argentino parecía estar al mando, otro encañonó al pobre jubilado, se distribuyen el trabajo. El que empuña una pistola en cada mano vigila, otros entran a por el dinero. “-¡A tierra y boca abajo!” El ruido de la gran puerta giratoria interrumpe la escena. El empleado de catorce años de la perfumería de la calle de Carranza, ajeno a todo aquel jaleo, entra en la sucursal. El hombre de gabardina, gorra y gafas con cristales blancos le da un empujón y le encañona. Pobre, menudo susto. Por lo demás, un trabajo rápido y limpio. Se llevaron ocho mil duros, a pesar de que la caja más grande no pudieron abrirla.
Finalmente, salieron uno a uno del banco, mientras el hombre de las dos pistolas miraba amenazante a los clientes y trabajadores de la sucursal. Todos a un coche de alquiler, que esperaba en marcha en junto al teatro Maravillas; luego camino de Los Bulevares...y no se sabe más de ellos. Se acabó.
No se produjo disparo alguno, a pesar de lo cual en el vecindario aseguraban que se habían escuchado numerosos tiros. Una mujer aseguraba haber visto a los hombres disparar en todas las direcciones en su huida y los golfillos del barrio aseguran que la huida se produjo en dos coches diferentes.
Decía El Heraldo de Madrid en su edición del día siguiente:
Seguramente no era realmente el primer atraco a un banco, pero la entradilla de la noticia nos habla de la extrañeza de una sociedad que había visto ya los primeros atracos cinematográficos pero no los había vivido, y que asimilaba el fenómeno, de alguna manera, a la modernidad. M O D E R N I D A D, palabra mágica que en Madrid podríamos asociar a los escaparates de la Gran Vía y que, sin embargo, suele ocultar el envés de una ciudad crecientemente desigual.
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