La maldición de San Roque: lectura mítica de la leyenda urbana conocida como Operación Chamartín
32 años después de su ‘lanzamiento’ (perdón por la ironía), la Operación Chamartín no nos ha deparado aun ninguno de sus anunciados milagros urbanísticos, pero en cambio ha sido pródiga en fantasías sicodélicas y metáforas morales. Esta magna operación urbana, no habiendo movido, de momento, un solo metro cuadrado de terreno, se ha incorporado ya al imaginario colectivo como fábula y leyenda. Tal vez este fuera, después de todo, su fin o intención verdadera: un fenómeno no tanto material como literario, del género mítico y ético como los grandes poemas clásicos; un bien inmaterial del patrimonio colectivo en la línea a la que nuestras autoridades madrileñas se han hecho tan aficionadas (véase la declaración de la casa de Velintonia 3 como patrimonio inmaterial), pero en este caso con fundamento. Y, para que no falte ingrediente y morbo, una historia atravesada por una maldición sobrenatural, tal vez generada por la presencia simbólica y agraviada de San Roque, santo de las pestes y vigilante, desde el puesto privilegiado de su ermita (situada en una loma en el centro de los terrenos afectados), frente la amenaza de las graves dolencias sociales y ambientales que esta operación traerá, y seguramente también ultrajado por el largo y pecaminoso camino que ha recorrido esta operación, trufado de irregularidades y algunas tropelías.
Un reciente artículo del exconcejal madrileño Jesús Espelosín (La obra colectiva de Ábalos, Pardo de Vera, González y Béjar, Nueva tribuna) llama la atención sobre la curiosa concurrencia de destinos padecidos por todas las personas entonces responsables de confirmar (o no) la Operación Chamartín -denominada en su actual versión Madrid Nuevo Norte, MNN- mediante la firma de la renovación del convenio entre Adif-Renfe y DCN-BBVA, que tuvo lugar en diciembre de 2018. Se trata del entonces ministro José Luis Ábalos, la presidenta del organismo ferroviario, Isabel Pardo de Vera y los representantes del BBVA, su presidente Francisco González y el de la concesionaria dominada por el banco, Jesús Béjar. Nombres entonces poco conocidos por la opinión pública, nombres que ahora en cambio nos suenan y resuenan, ¿verdad? Personas todas están encausadas en procesos por corrupción investigados por la UCO (Unidad Central Operativa de la Guardia Civil). ¿Casualidad? A falta de una explicación racional de porqué una tal conjunción de personajes y devenires, habrá que achacarlo a alguna forma de maldición que esta operación arrastra, que también explicaría su eterna inoperancia (perdón por el juego de palabras).
Junto a esos personajes, en las fotos felices de entonces aparecen también los representantes del Ayuntamiento de Madrid (alcaldesa Manuela Carmena, concejal José Manuel Calvo), facedores muy destacados del entuerto, puesto que, como autoridad urbanística, disponían de llave para, o bien facilitar el pelotazo urbanístico más sonado de la historia de esta ciudad, cosa que hicieron, o bien pensar -y resolver- en favor del bien común, cosa que no hicieron. Y no se podrá por estos argüir la ignorancia, porque en aquel momento abundaban las voces ciudadanas que clamaban contra la propuesta especulativa. Pero ni las autoridades del gobierno central, ni las de Adif-Renfe, ni las del ayuntamiento, todas ellas supuestamente ‘progresistas’, atendieron a sus razones ni parpadearon a la hora de firmar el atropello. Curiosamente, en esa foto -y en esa operación- quien llevaba la voz cantante, y la había llevado durante toda su gestación, no era ni el gobierno central, propietario de la mayor parte del suelo en juego, ni el ayuntamiento, legalmente capacitado para -y obligado a- definir la ordenación urbanística en función del interés general (de acuerdo a la Constitución y a la legislación urbanística), sino el BBVA, que ni tenía suelo ni autoridad urbanística alguna, pero sí un notable interés, músculo financiero, y, al parecer, capacidad de sugestión para nuestro grupo de sospechosos.
La maldición de San Roque se manifestó en forma también cruel contra las autoridades municipales mencionadas con la pérdida de las elecciones en 2019, poco después de aquella firma. O, si no, en rigor, pérdida de las elecciones, sí la pérdida de la mayoría suficiente para poder gobernar. Implacable, San Roque, condenando a la que fuera ilusionante coalición de izquierda -Ahora Madrid- primero a su división interna como equipo de gobierno, luego a su fragmentación electoral, finalmente a su casi irrelevancia.
El último maleficio sufrido por la operación ha sido la sentencia del Tribunal Supremo en estos días, que impide a BBVA eliminar en la inscripción registral de las fincas adquiridas a Adif del posible derecho de reversión de los propietarios (o sus herederos) en su día expropiados por Renfe. No se puede asegurar que sea cosa de San Roque, pero lo cierto es que todo el asunto de la documentación de la propiedad del suelo ferroviario ha sido un auténtico quebradero de cabeza para los muñidores de la operación.
Hasta aquí la sátira, y ahora una reflexión sobre la propaganda, abierta o encubierta, en torno a esta operación. Cuando decimos que esta es ya leyenda o mito, hay que recordar, por una parte, que su creación no ha sido precisamente barata: entre proyectos fantasiosos y venta publicitaria ha costado yamuchos millones de euros constituyendo así el caso probablemente más notable -y caro- de proyecto imaginario en la historia; un coste sorprendente para crear, como antes señalamos, un bien de momento inmaterial. Sin olvidar a las administraciones públicas contribuyendo a engordar la cuenta, no sólo por lo invertido en gestión, sino en obra pública, en el caso del ayuntamiento la reforma del nudo norte ya realizada, el cubrimiento del Paseo de la Castellana y accesos al ámbito de MNN (en ejecución) y la remodelación del nudo de Fuencarral (cuyo inicio se ha anunciado este mes).
Por otra parte, en cuanto a la propaganda digamos institucional, centrándonos en este caso no en la ardua (y también, lógicamente, costosa) labor de gobierno, ayuntamiento y comunidad autónoma en favor de la operación (incluida una Oficina de Promoción y Coordinación), sino de los medios de comunicación. Al respecto, como era de prever, se constata que ningún medio tradicional, de los de amplia difusión, se ha hecho eco de esas parábolas morales que nos deparan las biografías de los protagonistas de la foto de 2018; esa omisión no puede sorprender: la mayoría de esos medios siguen cultivando el mito de las bondades de MNN. Así, no hace mucho, El País nos colocaba un nuevo publirreportaje sobre esta operación (22 de junio de 2025, página 25, firmado por J. F. M) en el que se loa el papel de Pardo de Vera para ‘desatascarla’, en un tono muy laudatorio. Aunque en realidad esta persona, nombrada presidenta de Adif por Ábalos, no hizo sino seguir la corriente de los sucesivos responsables públicos que, de un color político o de otro, se han afanado a lo largo del tiempo en favor del banco concesionario de este pelotazo, es cierto que sus concesiones, materializadas en varios Convenios, fueron particularmente generosas hacia DCN (ahora denominada Crea Madrid Nuevo Norte), por ejemplo aceptar que Adif asume el coste de los posibles derechos que en su día los tribunales reconozcan a los reversionistas, o reconocer a BBVA la potestad de deshacerse de los terrenos vendiéndolos a terceros sin ejecutar obra alguna, o fijar topes en las cantidades a abonar por la concesionaria para sufragar las obras especiales o singulares que implica la operación, y que esta comparte con las administraciones públicas, como son importantes infraestructuras de transportes o la losa-parque (de la que luego hablaremos).
Unos días antes, El País ilustraba un artículo titulado ‘BBVA pone en venta parte del proyecto urbanístico de la Operación Chamartín’ con una foto de las obras de la estación, con este pie: “Vista de las obras de la popularmente conocida Operación Chamartín en Madrid, en agosto de 2023”. En realidad, las obras no corresponden a la operación, sino a la ampliación de la estación de Chamartín, en concreto a la ampliación de vías -22 a 25-, realizadas con cargo al presupuesto de ADIF. La información induce a asociar las obras ferroviarias que se vienen realizando en los últimos años con la operación MNN, una de las muchas falacias que esconde la ‘venta’ mediática de la operación, según la cual esta sería la fuente de recursos con la que se financia la reforma de la estación. Falsedad desmentida por los hechos: Adif no ha cobrado nada de ese ‘negocio’ hasta 2024 -y entonces sólo una pequeña parte, pues el pago se hace a plazos durante 20 años- por lo que las cuantiosas inversiones realizadas en el último decenio en Chamartín, antes de ese año, no las ha podido pagar la operación.
En rigor, de la operación Chamartín/MNN lo único que se ha iniciado es su gestión mercantil con la formalización de la adquisición de los terrenos ferroviarios por parte de la operadora privada concesionaria (dominada por BBVA), en diciembre de 2024. A fecha de hoy, todavía no se ha iniciado ninguna obra propia de la Operación Chamartín, en ninguno de los 4 ámbitos que se han delimitado en su ordenación urbanística, incluido el propio de la estación.
Y, en la medida en que los pagos por parte del concesionario a Adif son muy recientes, tampoco se puede decir que esta empresa ferroviaria pública haya podido de momento reinvertir en la estación los fondos obtenidos por la venta de los terrenos, tal como era, recordemos, la justificación inicial de la operación.
Para acabar con esta breve selección de la hemeroteca, hace un poco más de tiempo (26/12/2023), el mismo medio en la misma línea de publicidad encubierta, nos obsequiaba con un artículo firmado por Anatxu Zabalbeaskoa titulado ‘El Retiro del siglo XXI’, refiriéndose al llamado Parque Norte de Madrid, es decir la zona ajardinada sobre la losa de cubrición de la playa de vías ferroviarias proyectada en el ámbito del Centro de Negocios, donde se concentra la edificabilidad terciaria de la operación (1 millón y medio de m2 edificables).
En su día ya se llamó la atención sobre lo absurdo, casi ridículo, de equiparar esa zona verde proyectada con el parque de El Retiro, en primer lugar, por cantidad: El Retiro tiene unas 120 Has de superficie, mientras que aquel tendrá unas 12,5 Has. Y sobre todo por calidad: Ese futuro ‘parque’ se creará sobre una losa de hormigón y no sobre terreno natural como el Retiro y la mayoría de los parques. No será por lo tanto un verdadero parque, en el sentido de sus funciones medioambientales, sino una enorme maceta que, además, por la cota que requieren las vías que cubrirá, se encontrará elevada respecto a su entorno.
Hasta ahora la operación Chamartín no ha sido sino un larguísimo muestrario de malas prácticas y complicidades en la gestión de lo común, un ejemplo de servilismo de las administraciones públicas hacia el capital financiero, un interminable proceso de retención especulativa de suelo que ha condenado al abandono a una pieza estratégica de la ciudad durante décadas… Por el camino, la operación ha generado una intrahistoria en clave política y de corruptelas -con presencia de personajes como Villarejo- que retrata bien al tipo de gestores públicos y directivos corporativos que pueblan el Celtiberia show financiero-inmobiliario.
Volviendo, para acabar, a la pregunta de si será casualidad que los principales artífices públicos y privados de este pelotazo estén imputados en delitos de corrupción. Una respuesta posible es que una vez que esos gestores entran en la senda de las trampas -como las que han jalonado la concesión de esta operación urbanística desde su concurso público en 1993-, bordeando siempre la legalidad, el paso a una abierta venalidad y sentido de impunidad, con o sin lucro personal, es casi inevitable y natural.
En la batalla entre San Roque, del lado de la ciudadanía, y por otro lado, una de las grandes entidades financieras de este país, parece claro que de momento tanto los responsables políticos como los principales medios tienen claro a quién apoyan.
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