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CEMA, la joya escondida de Michelin en el Cabo de Gata

El camión minero Caterpillar 797F, en acción en las pistas del CEMA.

Pedro Urteaga

Como si hubiera tomado como ejemplo las minas de metales preciosos que abundaron en su día en esta zona del sur de España, Michelin ha querido mantener a salvo de miradas curiosas en Níjar (Almería) una de sus joyas más apreciadas, el Centro de Experiencias Michelin Almería (CEMA). El gigante francés cuenta en todo el mundo con nueve instalaciones del mismo tipo, aunque destinada cada una a un propósito diferente.

Inaugurado el 2 de enero de 1973, este gigantesco laboratorio de pruebas de 4.500 hectáreas, desplegado en un paraje natural de extraordinaria y peculiar belleza como es el Cabo de Gata, es un gran desconocido debido en gran parte a la voluntad del fabricante de dejarlo fuera de los focos por su notable valor estratégico y el carácter secreto del trabajo de investigación que en él se desarrolla. Si procede aplicar esta expresión a una extensión de tierra semejante, diríamos que Michelin ha tenido escondido el CEMA durante el último medio siglo.

El centro almeriense trabaja sobre todo en neumáticos de gran formato, de uso agrícola o destinados a ingeniería civil, aunque realiza también otras pruebas, entre ellas las de ruedas de avión. Su mayor peculiaridad no es, en realidad, que pueda hacer esos ensayos, sino que es su propio equipo de ingeniería quien se encarga de diseñarlos, bien por petición interna de la compañía o por encargo de otras marcas. Y lo que no se prueba in situ, se testa en las 33 máquinas rodadoras de que dispone la instalación. Además, ésta opera como laboratorio de análisis de los resultados que ella misma obtiene.

Los neumáticos más grandes y costosos

Aquí se producen, por ejemplo, las cubiertas más grandes que se venden en el mundo, como las de 63 pulgadas que monta el camión minero Caterpillar 997F que hemos podido ver en acción en una reciente visita, y también las más caras que se comercializan, cuyo precio supera los 150.000 euros.

Para los enamorados de las cifras mencionaremos además que el CEMA comprende 55 pistas que suman más de 150 kilómetros y por las que ruedan más de 250 vehículos, que cubren unos 20 millones de kilómetros cada año. El centro da trabajo a alrededor de 170 personas, unas 400 si contamos a los subcontratados, y por supuesto genera los consiguientes empleos indirectos en la región.

Además de la pista 1 que rodea buena parte del recinto y con la que comenzó la actividad en 1973, destacan la pista 25, con su desnivel máximo del 35%, o la conocida como Magic-City, que a partir de fecha tan temprana como 1981 acoge vehículos autoguiados. Destinada a ensayos de arrancamiento, esta última evitaba rodajes penosos a los conductores, y en ella rodaron en primer lugar dumpers Caterpillar 769B.

En el año 2000, el CEMA adquirió su primer ejemplar de la serie 797 de Caterpillar, una referencia del trabajo pesado en todo el mundo, y en fechas recientes se ha hecho con la última evolución de aquel, el 797F antes mencionado. Hablamos de un auténtico edificio rodante, que mide 15 metros de largo por unos 10 de alto y tiene más de 3.000 CV y unos neumáticos que doblan la altura de cualquier humano. Ver aproximarse a este mastodonte que puede alcanzar los 65 km/h sería una experiencia aterradora si no conociéramos la probada experiencia de todos los conductores que trabajan en el centro, obligados a pasar exhaustivas pruebas de aptitud para ponerse al volante de cada uno de los vehículos.

El test que vimos realizar al gigante minero consiste en pasar a una velocidad constante de 10 km/h sobre una pista de piedras de gran dureza: pórfidos de la zona de Cartagena que se sustituyen cada pocas pasadas (el dumper, con 600 toneladas a cuestas -incluidas las 200 de su propio peso- las tritura) para llevar al límite la exigencia del neumático con sus cantos como cuchillas.

En una pista cercana asistimos a otra prueba en la que una pala cargadora clava una y otra vez su apéndice delantero sobre una montaña de tierra para verificar que las cubiertas no se desplazan sobre la llanta en que se hallan montadas. Aquí y allá divisamos camiones que realizan sin conductor itinerarios misteriosos que pueden prolongarse las 24 horas del día.

En un tercer experimento que contemplamos, uno de los vehículos propiedad del CEMA repite un recorrido de ida y vuelta por la pista especial consagrada a la medición de ruido (de los neumáticos, no del coche). Nos informan de que este ensayo no podría producirse, por razones obvias, en caso de que soplara viento muy fuerte, cosa que sucede con frecuencia en la zona, aunque este enclave en concreto está estratégicamente escogido para evitarlo.

¿Por qué en Almería?

Más de uno se preguntará cómo Michelin escogió un lugar en principio tan remoto como el Cabo de Gata para emplazar el CEMA. La elección se debió justamente a la rareza del lugar, que debía contar con temperaturas elevadas y estables durante todo el año y con escasas precipitaciones, entre otras razones porque la lluvia desbarata el firme de este dédalo de pistas. Además, debía estar situado en Europa y a menos de dos horas en avión del centro de investigación de Ladoux, sede central de investigación de Michelin cercana a Clermont-Ferrand, el cuartel general de la compañía.

Jorge Pato es el director del CEMA desde el 1 de abril de 2022, un periodo corto que le ha bastado para decidir fijar definitivamente su residencia en Almería al menos en los meses menos calurosos del año (y pasar el resto, cuando se jubile, al fresco en Cantabria). Este ingeniero de Montes entró en Michelin en 1990 como técnico de organización en la fábrica de Valladolid, de donde pasó luego a las plantas de Aranda de Duero y Vitoria.

En 2011 regresó a Valladolid, donde ejercía como responsable de actividad de fabricación de mezclas hasta su nombramiento el año pasado para hacerse cargo de un recinto que se ha convertido, nos dice, en una pieza clave dentro del Grupo Michelin “con un gran pasado y un mejor futuro”. 

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