Cuando nuestro municipio era denominado La Huerta de Europa, en su pleno esplendor, las mujeres eran una parte importantísima de ese crecimiento, pero una parte que se ha quedado callada en la historia. Amigas mías, sus madres o sus abuelas me cuentan que la mayoría eran amas de casa, y allí cuidaban de sus hijos, de su marido y de sus ancianas y ancianos pues no existían las residencias ni ningún tipo de ayuda pública para familias modestas. Mientras, los hombres se iban a la huerta a injertar, podar o clarear: los trabajos más grandes.
Mi pareja me cuenta que su abuela recolectaba fresitas en su terrenito de Rincón de Seca y las llevaba a pie hasta el centro urbano en Las Cuatro Esquinas –es decir, al cruce entre la Trapería y la Platería, junto a la Catedral de Murcia–, para venderlas a los asistentes a misa de doce, sedientos, y sacarse un jornal extra. Imagino el colorido cesto de fresas sobre la penumbra de la piedra…
Pues estas mujeres de acero, incansables, gestionaban de forma magistral lo que la huerta les daba, a veces de formas ingeniosas: para que no se les olvidase cuándo plantar y cuándo recolectar usaban el calendario de festividades cristiano, dando a las propias plantitas los nombres basados en el santoral. Así estaban, por ejemplo, los ajos diegos, unos ajos muy pequeñitos que se recolectan en la fecha de San Diego.
Las mujeres de la Huerta también sabían hacer faenas duras: sabían levantar el portillo del brazal para que entrara el agua a sus tierras, aprovechaban los brotes que salían de forma natural para hacer ensaladas de malas hierbas. Una de las faenas más duras era ir a la compra en la ciudad, pues había que cruzar el río en una barca que ellas mismas manejaban con un palo largo que sin duda habréis visto en fotos y reportajes antiguos. Con los frutos más comunes, la patata, el pimiento, el apio, las bajocas o los alcanciles, elaboraban los platos que hoy forman parte de nuestro recetario tradicional. Y aquello que no se podía consumir en el momento se secaba al sol como los orejones, o se conservaba en botes con agua y sal como los pimientos, para poder consumirlos hasta seis meses después.
Eso explica las muchas trabajadoras de las fábricas de conserva que llenaban nuestro municipio, algunas de las cuales recuerdan que en aquella época ni siquiera se las daba de alta como trabajadoras y ahora solo tienen una mínima pensión básica no contributiva. En la actualidad vivir de lo que se siembra en la Huerta del municipio de Murcia es casi imposible y más si eres una mujer. Muchos y muchas heredaron huertos casi todos llenos de limoneros y naranjos, pero opinan que son muy poco rentables a la hora de vender sus frutos.
Las huertanas y huertanos de este siglo queremos recuperar nuestra tierra, queremos sembrar productos de calidad, recuperar productos de agricultura tradicional y ecológica, queremos vender esos productos a un precio razonable y no tener que llevarlos a las grandes lonjas donde los intermediarios dictan los precios a su antojo. Queremos tener acceso a un mercado mensual, donde la gente que siembra alrededor de la ciudad pueda vender sus productos. Queremos que se nos tenga en cuenta a la hora de tomar decisiones, que se cuide el terreno y la red de canales, así como que se paren los entubamientos de nuestras acequias, hoy protegidas como BIC.
La supervivencia de la huerta de Murcia tiene que basarse en una producción sostenible económicamente. Nosotras entendemos el oficio de cultivar la tierra como un oficio con futuro, y por ello, desde numerosas asociaciones y colectivos como La Huerta se Defiende, El Huertanico o Servicios Huertanos, ofrecemos actividades para dar a conocer nuestras tareas y nuestra riqueza patrimonial, hemos impartido cursos de formación y nos hemos encontrado con muchos jóvenes hombres y mujeres deseando poder conocer las tradiciones, comprender de dónde venimos, y saber cómo cultivar. No queremos que las generaciones futuras vean los frutales en un museo o en un árbol impreso en 3D.
Nosotras, las mujeres de la Huerta de Murcia, apostamos por los huertos de autoconsumo, por respetar y limitar terrenos cultivables de nuestro municipio, por una agricultura profesional que sea una posibilidad real de trabajo, empleo y riqueza económica. Nosotras queremos el cuidado de cada acequia de cada árbol y de cada ladrillo que nos quede de historia.
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