Si algo han aprendido en Vox a lo largo de estos últimos años es que para muleta del PP ya estaba Ciudadanos. Y que así les fue a los naranjas, convertidos en candidatos a la extinción. Los de Santiago Abascal están echando estos días un pulso férreo a los populares en la Región de Murcia, una comunidad que ellos califican como laboratorio de pruebas de Feijóo. La murciana viene siendo, de un tiempo a esta parte, como el conejillo de indias, el ratón blanco o la cobaya de la política española. Aquello del aleteo de la mariposa en marzo de 2021, con la fallida moción de censura, que tanta repercusión tuvo a escala nacional que hasta Pablo Iglesias saltó de Moncloa, dejando vacante su vicepresidencia segunda y, a la postre, el liderazgo de Podemos.
Vox mantiene su bloqueo a Fernando López Miras por una cuestión de puro empecinamiento. Pero también de supervivencia. Quieren estar en el Gobierno y no se conforman con las migajas. Estas vendrían a ser lo que se denomina desde el PP como acuerdo programático. En Vox no se fían de la palabra de los populares. Apelan a la experiencia de la pasada legislatura, cuando sus tránsfugas fueron utilizados como corchos para cortar las vías de agua que amenazaban con hundir el barco en el Palacio de San Esteban. Pero esa desconfianza es mutua. Resulta claro y meridiano que el PP no quiere en el Consejo de Gobierno, bajo ningún concepto, ceder asientos a la gente de Vox. Considera que con ello se desestabilizaría su gobernanza. López Miras se lo dejó claro a Antelo este viernes, en la Asamblea Regional, cuando le espetó que quién le podía garantizar que, en cuestión de un año, el grupo parlamentario de Vox no estaría dividido en tres distintos. Es decir, nadie se fía de nadie.
Lo de Vox no es tanto una cuestión de fetichismo del sillón como de amor propio. El 18% de votos que recibió el 28M los avala como la organización regional de este partido que más respaldo ha cosechado en todas las autonomías donde se celebraron comicios. Las mismas que dicen que quieren suprimir, al menos según su programa electoral, o, en todo caso, dejar su grado competencial capitidisminuido. Se cansaron de ceder sus escaños a cambio de nada. Quieren tocar poder, como dejaron patente en algunos de los ayuntamientos en los que el PP los necesitó para desbancar al PSOE, aunque los socialistas fueran los más votados, y aplicando sus políticas.
El escenario que en España surgirá tras el 23J puede no ser muy distinto del que ahora tenemos en la Región de Murcia. Con Feijóo como candidato más votado, pero sin alcanzar la mayoría y pendiente de lo que haga Vox. Entretanto, Abascal estará al acecho, escuchando ofertas. Si estas pasaran tan solo por un acuerdo programático sin sillones en el Consejo de Ministros, podría reproducirse la situación de bloqueo a la que, por ahora, asistimos en la comunidad murciana. Aunque si, finalmente, las direcciones nacionales del PP y Vox alcanzaran un acuerdo postelectoral, el camino estaría allanado para que López Miras fuera investido -que no embestido, que es por donde por el momento parecen ir los derroteros-. Con o sin consejeros de Vox en el seno de su Ejecutivo. En todo caso, lo de ir a unas nuevas elecciones, tanto a escala nacional como regional, sería más que improbable. Aunque, atentos a la pantalla, no sea del todo imposible.
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