Otra vez, la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) con sus secuelas de a lluvias torrenciales, ha afectado a la Región y de una manera directa al Mar Menor, generando un impacto significativo sobre la laguna. Es necesario señalar que las escorrentías de las lluvias y la contaminación difusa que llegan al Mar Menor son mayores que nunca debido a la transformación de la zona ribereña de paisaje de secano a cultivo regadío intensivo y la entrada masiva de tierras de cultivo, abonos y otras sustancias, arrastradas por las lluvias que han tenido lugar en el Campo de Cartagena. Estas entradas contribuyen a empeorar la grave situación de eutrofización de la laguna salada, y a la pérdida de profundidad, por relleno de materiales sedimentarios que acaban con los fondos marinos.
Pero no nos sorprendamos, esta manera de llover ha sido propia de nuestro clima desde hace siglos. Las variables independientes son las 60.000 hectáreas de regadío, las granjas intensivas de ganado, especialmente porcino, y las urbanizaciones en las riberas de la laguna. Tormentas como la que han afectado al Campo de Cartagena suponen importantes entradas de aguas cargadas de tierras de cultivo y abonos al Mar Menor, y demuestran que es urgente aplicar medidas de retención y conservación en origen de suelos y nutrientes. Este modo actual de cultivo favorece que el agua corra en superficie, provoque riadas, y arrastren toneladas de tierras de cultivo y abonos a nuestra laguna costera. Ante estos episodios de lluvias torrenciales sirven de poco las infraestructuras de cemento y tuberías ideadas para recoger los drenajes agrícolas. No tiene mucho sentido llevar a cabo estas carísimas infraestructuras, que pagamos todos los murcianos/as y cuya eficacia es realmente escasa.
El aumento de la urbanización de las riberas del Mar Menor ha supuesto la eliminación o reducción drástica de humedales, que ejercían de freno a los sedimentos y nutrientes provenientes de las lluvias. Este crecimiento de las construcciones urbanas ha convertido ahora muchas zonas en suelos impermeables que aumentan la velocidad y los daños de las riadas.
Las entradas de nutrientes y sedimentos, que tendrán consecuencias negativas en el Mar Menor, no son culpa de las lluvias en sí, sino por ese brutal cambio de uso del suelo en el Campo de Cartagena. Las lluvias torrenciales de finales de verano y otoño son características de nuestro clima mediterráneo y el ecosistema natural del Mar Menor se ha idos adaptando muy bien en superar los efectos negativos de esta situación. Sin embargo, donde antes habían cultivos de secano, con terrazas y vegetación natural que retenían suelo y agua, hoy tenemos miles de hectáreas de cultivos de regadío intensivo, allanados, roturados constantemente, con mucho abonado y sin vegetación natural, lo que favorece que el agua se mueva en superficie, alimente las riadas, y arrastren toneladas de tierras de cultivo y abonos al Mar Menor.
Por otra parte, la urbanización de las riberas del Mar Menor, ha supuesto la eliminación o reducción drástica de humedales, que ejercían de freno a los sedimentos y nutrientes provenientes de las lluvias. Ahora son suelos impermeables que aumentan la velocidad y los daños de las riadas. Estas entradas masivas de tierras de cultivo, abonos y agroquímicos, son imposibles de evitar con infraestructuras de cemento o megaplantas de tratamiento centralizadas.
Existe un amplio acuerdo entre científicos e investigadores sobre las medidas para salvar el Mar Menor de estas entradas masivas de sedimentos y nutrientes deben ser en origen, con la transformación del modelo agrícola y que la eficacia de las soluciones basadas en la naturaleza tienen mejores relaciones entre los costes y la eficiencia, son más duraderas y aportan otros beneficios extra sobre la biodiversidad, la recuperación del paisaje o la salud humana. Es necesario combinar las medidas en origen en el Campo de Cartagena como la reducción de superficies, disminución de los abonos, colocación de setos, aterrazamientos junto a otras medidas como la recuperación de ramblas, humedales y la franja renaturalizada perimetral, que laminen escorrentías y sirvan de barrera final, permitiendo retener sedimentos y eliminar nutrientes, antes de que lleguen a la laguna. Los poderes públicos deben salir de su marasmo institucional y aplicar medidas que devuelva la calidad a nuestra laguna costera para que sea un patrimonio natural y efectivo de toda la ciudadanía murciana.
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