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Una nueva especie en el cole: los “chicovids”

Alumnos de FP

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El curso ha comenzado con muchas novedades en las aulas: botes de gel, mascarillas, distancia social, nada de abrazos entre alumnos ni entre compañeros y mucha ventilación, ventanas, puertas, ventiladores. No toques, no cojas, no prestes, no te toques, no toques al compañero. No, no puedes quitarte la mascarilla. No, no puedes prestarle un pañuelo a Luis. Luis, estornuda en el codo, por favor. Profe, no llego al codo, el codo está detrás, llego al pliegue, profe. Estornuda en el pliegue, Luis, en el pliegue. Así. Todo el tiempo. Minuto tras minuto.

Además de estas cuestiones asociadas a la higiene, novedosas pero de sentido común, nos encontramos con un elemento extraño por su indefinición: lo que desde Docentes Unidos hemos bautizado cariñosamente como nuestros 'chicovids', es decir, esos compañeros a los que se les han adjudicado unas plazas denominadas de “Refuerzo” (sic) y que todavía no sabemos muy bien a qué se dedican (bueno, ni nosotros ni ellos, vaya). A algunos los han metido en las Comisiones Covid: ponen carteles, flechas y distribuyen botes de gel. A otros los colocan en la puerta, como hacían en el Superdumbo durante el confinamiento con los guardias de seguridad: los nenes ponen sus palmas hacia arriba como esperando el cuerpo de Cristo y entonces el 'chicovid' o la 'chicovid' les echa el chorrete místico.

A veces pasan dando charlas sobre el lavado de manos o sobre la necesidad de ventilar por algunas aulas. Una compañera nos cuenta que la han puesto en la puerta de la sala de fotocopiadoras, además de vigilar que nadie entra ('ojocuidao', que no se cuele ningún compañero deseoso de darle al play de la fotocopiadora), también se encarga de poner en marcha ese aparato infernal que tantos quebraderos de cabeza nos provoca a los docentes. Solo la puede tocar ella, ella es la Señora de las Fotocopias. “Es lo que estoy haciendo ahora, la semana que viene no sé”, dice la pobre, que no tiene ni impresora en su casa y está aprendiendo mucho de las conserjes.

A algunos de ellos les han puesto en el horario una cosa que se llama 'Desdobles'. “¡Yuhu!”, pensamos los compañeros de mi Departamento cuando llegó nuestro 'chicovid' y vimos la palabra 'Desdoble' en su horario. “¿Nos han dado desdobles?”, pregunté atónita, con la voz quebrada por la emoción y las lágrimas asomadas para resbalar con silenciosa alegría por mis mejillas ultraprotegidas. “No, o sea, me han puesto aquí 'Desdoble', pero vamos, que no soy titular de ningún grupo y, bueno, que si hay otra cosa como algún docente ausente o cuestiones variadas como serían reponer los botes de gel o acompañar a algún crío con fiebre al Aula Covid, pues me voy a eso”. “Ah”, contesté, y me fui a gimotear a un rincón previamente desinfectado.

Por lo visto, estos 1.500 profesores contratados de Refuerzo (sic) son como un apoyo, pero así, en general. No tienen labores docentes asociadas al puesto y van los pobres como pollo sin cabeza por los pasillos. Filólogos, matemáticos, ingenieros, maestros de infantil, PTs, licenciados en Bellas Artes; muchos de ellos en su primer puesto como 'docentes', con sus caritas de emoción por empezar a labrarse su camino en el maravilloso mundo de la educación echando gel hidroalcohólico en las manitas perezosas de Luis, el que se tose en el pliegue del codo.

Estos docentes tendrían que haber servido para desdoblar efectivamente los grupos, convirtiéndose en profesores titulares para, así, reducir las ratios y mejorar la calidad de la educación en la Región de Murcia y para asegurar (en la medida en que hoy podemos asegurar algo) más salud en las aulas. Pero no, ha sido una estratagema de blanqueamiento de imagen que ha llevado a 1.500 profesionales de la educación a dedicar sus mañanas a poner gel y a vigilar los mocos de Luis.

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