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Cuando crees que ya lo has visto todo

Campo de refugiados de Skaramagas (Grecia) / Amanda Gómez

Teresa Fuentes

Hoy ha sido un día intenso, visitamos a la familia de Mohamed, Rima y sus cinco hijos. Esta familia, al igual que otras que nos robaron el corazón en Ritsona, su profunda humildad y generosidad hicieron tambalear nuestros cimientos tanto que el día que nos despedimos de ellos no podíamos ni hablar de la emoción. Imaginaos querer a alguien y dejarlo encerrado en un campo de refugiados.

Después de meses encerrados en estos malditos campos, en diciembre hicieron la primera entrevista con la suerte de ser una de las familias a las que el Gobierno griego les dio un piso en Atenas, y cómo no, hemos ido a verlos. Hemos compartido risas, nos han preparado una comida exquisita y hemos jugado con sus pequeños.

Después le hemos pedido a Mohamed que nos acompañara al campo de refugiados de Skaramagas ya que unos amigos sirios que residen en Murcia nos pidieron que si íbamos a Atenas visitáramos este lugar. Allí se encuentra su sobrina Aya, una refugiada siria de tan solo 19 años con la única compañía de su hijo de dos años, quienes llevan en este campo nueve meses. Salieron de Siria por lo mismo que salen todos los que pueden, la maldita guerra, con el agravante de que su marido fue arrestrado arbitrariamente y encarcelado sin motivo, estuvo dos años en la cárcel y hace unos meses su suegro le dijo que había muerto.

Al llegar al campo lo primero que te llama la atención es que está custodiado por la policía, en la garita el policía nos dice que no podemos entrar, le decimos que hemos venido a ver a una amiga y nos indica que son las 16.35 y que a las 16.00 se acaban las visitas, permiten la entrada de visitas una hora al día. Le rogamos que nos deje pasar ya que somos voluntarios españoles y tan sólo queremos verla. Mohamed consigue que podamos pasar media hora después de estar charlando un rato con el vigilante.

Lo primero que te impacta del campo es que está cercado por concertinas. Está situado en uno de los muelles del puerto de Atenas, es una explanada enorme de cemento. Mires donde mires te encuentras con restos de edificios abandonados, enormes grúas y containers. La sensación de decadencia es brutal, actualmente malviven allí 3.000 refugiados, de los cuales la mitad son niños.

Al poco de adentrarnos en el recinto se nos acerca una chica muy guapa y nos enseña su documentación, le pregunto si es Aya, a lo que rápidamente sonríe. Va con su pequeño cogido de la mano, nos besamos y nos invita a su `casa´ a tomar café. Viven en un isobox (contenedores metálicos de 6 metros de largo por 2,50 de ancho). Dentro hay un baño y literas, nos cuenta que viven 11 personas en el mismo isobox, otra familia y ella con su pequeño.

Le preguntamos cómo se encuentra, nos cuenta que no tienen nada para cocinar, que la comida que les proporciona el Ejército es prefabricada y de mala calidad, que cuando su pequeño se pone enfermo no es fácil que lo atiendan y que las medicinas escasean y que los pequeños no van al colegio. Mientras hablamos entran al isobox parte de la familia que vive con ella. Tienen un hijo de un año y medio que casi no puede andar, tiene un problema en una pierna que se lo impide. En ese momento te dan ganas de romper a llorar.

De vuelta al campo de refugiados de Ritsona, te preguntas si algún día nos perdonarán que no hayamos hecho nada para impedir esta barbarie.

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