Hijos de migrantes chinos nacidos en España: “El choque cultural se siente al entrar y salir de casa”
“En mi documentación tengo un nombre adaptado al español para que se pronuncie parecido a como suena en realidad”, cuenta Chia Chie Woo Xia, hostelero de 27 años nacido en Murcia. Jia Jie Hu Xia es su nombre original. Su historia se enmarca en un fenómeno de crecimiento demográfico reciente en la historia de España. Si en 1998 eran 12.036 las personas de nacionalidad china censadas en el país, según datos del INE, hoy son 238.372.
Una cifra que sitúa a esta comunidad como la séptima población extranjera más numerosa y que, en su propia evolución, construye nuevas realidades sociales: la de los hijos e hijas de migrantes chinos nacidos en España. Muchos de estos jóvenes han crecido en hogares cuya relación con el tejido social del país ha sido limitada, marcada en gran medida por la barrera del idioma, la autoexigencia en el trabajo y la vida dentro de su propio entorno comunitario.
También forma parte de esa generación Ana Jin, directiva de 36 años en una multinacional con sede en Murcia; o Jie Lin Wu, empresario y hostelero de 30 años que en 2024 abrió su propio negocio, Madre Tigre, tras ganar el CreaMurcia de Gastronomía en 2023.
Pese a su creciente peso demográfico, la comunidad china continúa siendo una de las más desconocidas y estigmatizadas. Para muchos de estos jóvenes nacidos en España, a la carga de los prejuicios sociales se suma el desafío de crecer entre dos marcos culturales que rara vez confluyen.
Qingtian, la ciudad origen de la población China en España
La mayor parte de la inmigración china en España procede de un mismo lugar: Qingtian, una ciudad de unos 300.000 habitantes situada en la provincia de Zhejiang, al este de China. “En los años 80 y 90, Qingtian era un condado pobre dentro de una provincia muy rica”, explica Gladys Nieto, profesora de Antropología china en la Universidad Autónoma de Madrid. “A principios del siglo XX hubo una vinculación puntual con Europa y, a partir de ahí, se activó una cadena migratoria hacia países como Francia u Holanda. Después empezaron a llamar a parientes. Hoy casi todos en Qingtian tiene familiares en Europa”.
Ana Jin describe ese proceso como ‘un movimiento de masas’: “Mi padre fue de los primeros chinos en llegar a España. Cuando se asentó, ayudó a familiares y vecinos. Se iban apoyando unos a otros y por eso la mayoría procede de la misma zona”, explica.
La comunidad china ha estado muy huérfana por parte de la Administración
La llegada de la población china a España estuvo marcada por la falta de apoyos institucionales. “Es una generación que no lo tuvo nada fácil”, apunta Nieto. “En lugares como Italia existen servicios de apoyo en el propio idioma para inmigrantes chinos recién llegados; en España eso prácticamente no existe”, añade. “Aquí la comunidad china ha estado muy huérfana por parte de la Administración”.
Autora de ‘La inmigración china en España: una comunidad ligada a su nación’ (2007), uno de los primeros estudios sobre esta realidad, Nieto comenzó a trabajar con población china a principios de los 90, cuando la comunidad era todavía muy reducida. “En mi relación con ellos, me han llegado a entregar cartas del Ayuntamiento porque no sabían leerlas”, recuerda la antropóloga.
Una vulnerabilidad que Jin Li recuerda en sus padres: “Cuando llegaron a Murcia, en los 90, no había un plan de incorporación de la comunidad china a la sociedad española”, explica. “Iban al supermercado y no sabían cómo comprar. Las tareas cotidianas se convirtieron en un reto diario. Para ellos fue un proceso muy duro”.
Entre dos mundos: “El choque cultural lo sentía al entrar o salir de casa”
Crecer entre dos culturas con unos contrastes muy marcados y que apenas confluyen entre sí es un fenómeno muy particular -y determinante- en la vida los hijos de migrantes chinos nacidos en España: “Fuera de casa vives experiencias que no forman parte de la cultura china; vuelves a casa y, sumado a la adolescencia, ese choque pesa mucho más. Sales de nuevo y, por tus rasgos físicos, la gente te señala. Creces intentando adaptarte para no sufrir”, explica Jie Lin Wu, que confiesa: “El choque cultural se siente desde el minuto uno, cuando no te sientes ni chino ni español”.
Gladys Nieto explica que los descendientes de inmigrantes chinos son quienes más expuestos están al choque cultural. “Muchos padres -señala la profesora-, mantienen posturas muy conservadoras y temen que la integración de sus hijos en la sociedad española implique la pérdida de valores propios de la cultura china”.
Desde que comienzan su escolarización, estos jóvenes crecen plenamente integrados en la sociedad española y terminan construyendo un entorno social que, a diferencia del de sus padres, está formado en su mayoría por españoles nativos.
A mis padres les hubiera gustado que continuara con el negocio familiar o que no me casara con un español; temen que pierda la cultura china.
“En mi círculo, el 90% son españoles. Tengo raíces chinas, pero también un carácter y una personalidad muy españoles”, explica Ana Yin. “A mis padres les hubiera gustado que continuara con el negocio familiar o que no me casara con un español; temen que pierda la cultura china. Pero con el tiempo han entendido que quienes migraron fueron ellos, no yo”.
La directiva añade que en su vida adulta no siente ese choque cultural, pero que sí lo ve en su familia: “Mis padres, aunque lleven aquí 40 años, no tienen amigos españoles con los que salgan a cenar. Su mundo es la familia y poco más”, cuenta. “De pequeña, por ejemplo, no me dejaban ir a casa de amigas después del colegio o quedarme a dormir: algo muy habitual aquí, pero impensable en casa”.
En muchas ocasiones, esta división social y cultural provoca que estos jóvenes no se sientan, en palabras de Chia Chieh, “ni de un sitio ni de otro”. Una sensación de no pertenencia que, en su caso, continúa incluso en el país de origen: “Cuando voy a China a casa de mis abuelos, aunque tenga rasgos asiáticos y hable chino, como he nacido en España y vivo aquí, me llaman lǎo wài (老外), que significa extranjero. Y cuando estoy aquí, al tener apariencia de chico asiático, también soy extranjero”.
Para Jie Lin, todo responde a una lógica de supervivencia: “Nuestros padres no se han podido adaptar a la sociedad y no te pueden enseñar a hacerlo. Muchos emigraron muy jóvenes, sin educación, desde zonas rurales. Lo único que podían hacer era dejarnos en el restaurante o en la tienda”.
Sinofobia y microrracismos: “Voy al chino”
El racismo hacia la comunidad china recibe el nombre de sinofobia. Aunque las personas de origen chino no suelen experimentar un racismo tan pronunciado como otras nacionalidades, los tópicos y la estigmatización siguen presentes.
Si bien en España hace tiempo que se habla de ‘micromachismos’, tanto que la RAE lo incluyó en su actualización de 2022, no ocurre lo mismo con los ‘microrracismos’, un término que sí recoge la FundéuRAE y que define como “el conjunto de los comportamientos, prácticas y estrategias cotidianas con las que se ejerce el poder de dominio de una etnia sobre otra”.
No puedo imponer a nadie que en vez de decir ‘vamos al chino’ digan ‘vamos al bazar’, pero la realidad es que ese tipo de comentarios denigran a la persona
“Yo no puedo imponer a nadie que en vez de decir ‘vamos al chino’ digan ‘vamos al bazar’, o ‘vamos a la tienda de Lin”, cuenta Jie Lin. “Pero la realidad es que ese tipo de comentarios denigran a la persona, porque no le das un nombre, la encasillas como alguien asiático metido en una tienda, cuando detrás de esa persona hay mucho más”.
El joven empresario incide en la despersonalización hacia la comunidad china: “Lo noto mucho en miradas por la calle. Incluso cuando es para decir algo bueno, como ‘mira qué bien viste el chino’, siempre es ‘el chino’. Parece que un chino no puede vestir bien, que un chino no puede ser gordo o calvo. No existe esa naturalidad hacia nosotros”.
Ana Jin, por su parte, reconoce las actitudes racistas más en la relación de sus padres con el entorno que desde su propia experiencia: “De pequeña, recuerdo cuando mis padres intentaban hablar con alguien y les hacían muecas y bromas por conjugar mal los verbos”, cuenta.
La percepción pública de la comunidad china está llena de prejuicios y leyendas urbanas. Según la antropóloga Gladys Nieto: “Se cree que existe competencia desleal en el comercio, que los restaurantes no están limpios, que comen gatos… Es una comunidad rodeada de leyendas urbanas”.
Que son muy listos, muy cerrados o que trabajan mucho, son algunos de los tópicos con que la sociedad dibuja a la comunidad china. “Los tópicos son generalizaciones, y cuando generalizas una sociedad, metes todo en el mismo saco”, explica Jie Li. “No todos los chinos son muy listos, y no todos son muy trabajadores. Hay de todo. Si en España percibimos que no salen de la tienda o el restaurante es porque es una generación que ha tenido que empezar de cero y sobrevivir”, sentencia.
Sienten rechazo a los medios porque temen que los engañen o que se perpetúen estereotipos negativos. Es un colectivo maltratado por la prensa
Una percepción pública, en muchos casos, alimentada por el tratamiento mediático: “Programas como Equipo de Investigación u otros que han intentado retratar la comunidad china han sido muy dañinos. Por eso los chinos de primera generación son muy reacios a hablar con los medios, piensan en proteger sus negocios y sienten que sus palabras se tergiversarán, cuenta Ana Jin. Una idea que, desde la academia, comparte Nieto: ”Sienten rechazo a los medios porque temen que los engañen o que se perpetúen estereotipos negativos. Es un colectivo maltratado por la prensa“.
Nacer en España pero seguir siendo un extranjero
Si durante las últimas décadas del siglo XX el protagonismo fue del flujo migratorio chino, en las primeras del siglo XXI la realidad -y, por tanto, la terminología- es otra. “Ya no hablamos de migrantes”, señala Nieto. “A menudo usamos la expresión ‘inmigrantes chinos de segunda generación’ para referirnos a estos jóvenes nacidos en España, ¿hasta cuándo se les va a seguir considerando migrantes?”.
Según la antropóloga, las expresiones que elegimos tienen consecuencias: “Se acaba perpetuando la idea de que nunca se deja de ser migrante y de que tampoco se termina de ser ciudadano, aunque no sean ellos los que migraron ni, en algunos casos, sus propios padres”.
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