Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Feijóo se alinea con la ultra Meloni y su discurso de la inmigración como problema
Israel anuncia una “nueva fase” de la guerra en Líbano y crece el temor a una escalada
Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs

“Algunos sectores se aprovechan de la ciencia para vender productos que carecen del rigor mínimo”

Eduardo Azumendi

Vitoria-Gasteiz —

Los productos que prometen más rendimiento cognitivo, intelectual o de atención y los que aseguran la perpetua juventud son en la actualidad los que más beneficios obtienen. Sin embargo, “muchos de ellos, por no decir la práctica mayoría, no poseen ninguna propiedad real avalada que justifique lo que anuncian con argucias publicitarias y poca seriedad”. Así lo asegura José Manuel López Nicolás, profesor titular del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Murcia, quien ha participado en los cursos de verano de la Universidad del País Vasco en el programa Las dos culturas y más allá: ciencia, sociedad y desarrollo. López Nicolás ha realizado un contundente alegato científico a favor de más rigor y control ante las estrategias de las empresas de alimentación. “Algunos sectores se aprovechan de la estima científica para vender productos que carecen del rigor mínimo”, ha resaltado.

Hace unos meses, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) puso orden en el mundo de la publicidad de los productos alimentarios, complementos alimenticios y dietéticos o incluso de la cosmética al tratarse de publicidad “pseudocientífica o en otros abiertamente fraudulenta”. “La entrada de la Autoridad Europea fue una buena noticia, por fin el mal uso del mensaje científico por parte del marketing de las empresas que intenta engañar al consumidor se había acabado”. Pero, el experto entiende que al final se trató de “una gran oportunidad perdida”. En el informe de EFSA se exigía a las empresas que presentaran documentos que avalasen lo que el producto en sí ofrece para poder anunciarse o publicitar ciertas propiedades. “Y, ¿qué ocurrió? Que de 50.000 peticiones de la industria sólo tenían rigor 222, menos del 0,5 % de lo que se estaba vendiendo”.

Esto provocó muchas preguntas como: “¿Qué pasaba antes? ¿Cómo es posible que revistas científicas rigurosas del sector demuestren que determinados productos sí que cumplen la función beneficiosa que dicen tener y que cuando se lleva el mismo estudio a EFSA no lo puedan corroborar?”. “Pese a que no quiero hablar en términos de lobby, la industria alimentaria es fuerte y poderosa, y no se iba a quedar quieta cuando de 50.000 solicitudes solo se acepten 222, que es donde entra para mí el mal uso de la ciencia que quiero denunciar”.

Como experto y divulgador, López Nicolás insistió en que “tenemos que difundir ciencia, sí, y pese a que no me gusta mucho implantar leyes, habría que prohibir ciertas prácticas que directamente son ilegales”. Por ejemplo, los productos que se anuncian como “100% natural” o “sin productos químicos”. “Esto no es legal porque la propia ley dicta que está prohibido denigrar el componente químico de otros productos de la competencia, cuando lo que anuncien sea legal y sean sustancias admitidas por cualquier organismo de control de rigor”. La manera de luchar contra esta mala ciencia es, según López Nicolás, “seguir generando ciencia para desmontar todo lo anterior. La educación funciona, pero también hay que fomentar leyes para poder controlar prácticas abiertamente fraudulentas y resulta imprescindible que entre la ciencia y la sociedad haya un binomio indivisible. La divulgación ayuda a que la sociedad tome mejores decisiones porque están mejor fundamentadas”.

Etiquetas
stats