El acoso de Casado y la ultraderecha con corbata
“Recibo cada cosa sobre mí, que casi desisto de votarme. Madre mía, cuántas mentiras”. Así se expresaba en una entrevista hace pocos días Fernando Haddad, quien lleva en Brasil la antorcha del presidente Luiz Inacio Lula da Silva frente a Jair Bolsonaro. “Es el tipo más rastrero que he conocido a lo largo de mi vida pública”, afirmaba Haddad. Bolsonaro consiguió el 46,6% de los votos en la primera vuelta electoral y una expectativa actual para la segunda de un 52%, pese a sus promesas que no son sino amenazas de un futuro en que los diferentes o los que no comulguen con su intolerante doctrina se verán perseguidos y orillados. El líder ultraderechista basó su campaña en una serie de mensajes de desprestigio en redes sociales difamando a Haddad mediante noticias falsas. ¿Les suena?
Veo después los resultados de los comicios en Baviera y la subida de la Alternativa por Alemania, la ultraderecha que alcanza ahora el Parlamento. Se basa en el discurso del odio contra la inmigración y ese mismo discurso es el que se despliega en Austria con el Partido de la Libertad; Amanecer Dorado en Grecia; el gobierno de Urban en Hungría, el Frente Nacional francés de Marine Le Pen en Francia; la UKIP británica; los patriotas Suecos; la Liga Norte en Italia… y más. La extrema derecha y la ultraderecha se extienden por Europa y llaman ahora a nuestra puerta. Vox, Soluciona y otros elementos de similar ideología intolerante alimentan mediante algunos o bastantes medios digitales este mensaje hostil. Se asoman al espacio político español, previamente aderezado por vaivenes instrumentados y alentados por la autodenominada derecha moderada, cada vez con más aplomo y desparpajo.
Como digo, el trabajo se lo han venido haciendo. Con el Gobierno de Mariano Rajoy se enconó la situación catalana a mes a mes, como una especie de tsunami, debidamente empujado por vientos de confrontación nacional. Tal postura venía avalada por las orejeras que han estado luciendo los líderes independentistas y en particular los que han dirigido el Govern que no admitían más opción que su propio empeño radical. Ello era suficiente para enfrentar con dureza la situación dejando claro con vistas electorales, que el PP garantizaba la unidad del territorio castigando de forma tajante al disidente de la mano de Ciudadanos, con quien los populares podían turnarse en el papel de poli bueno y poli malo en función de las necesidades. Daría asimismo pie en su momento a un posible gobierno cómodo salido de las urnas, en el que la derecha mantendría una situación de poder.
Todo ello, adicionado con la suficiente dosis judicial de un delito de rebelión inexistente que no se detuvo con el ansia inicial de la fiscalía dirigida por el fallecido José Manuel Maza, sino que, al parecer, de forma inverosímil, se va configurando como una teoría común compartida por la Fiscalía del Tribunal Supremo, la Fiscalía General y la propia Sala Segunda del Alto Tribunal, que, sin disidencias ni fisuras, por unanimidad asimétrica…, están todos a una como en Fuenteovejuna contra el proces. Solo falta la Abogacía del Estado.
La moción de censura contra el presidente Mariano Rajoy aprobada en el Congreso el 1 de junio de 2018 cambió el guion e hizo necesario variar la táctica. Sobre todo ante la buena acogida ciudadana al nuevo equipo del PSOE, que consiguió en esas primeras semanas transmitir ilusión y esperanzas de que esto podía cambiar a mejor.
El PP trabajó a partir de entonces en dos direcciones, la primera intentando borrar –mediante la depuración de sus dirigentes– la historia reciente del partido al que la sentencia Gurtel había dejado gravemente marcada por la corrupción que se había demostrado. Una corrupción que, sin duda, volverá a quedar en evidencia en los sucesivos juicios que se avecinan de inmediato sobre la misma materia. “Regeneraron” mediante un paripé de primarias desconcertante que dio un primer resultado positivo a la candidata y ex vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, quien no debía ser la consecuencia deseada pues, de forma también contundente, fue desbancada -si se piensa no se sabe muy bien cómo- por el joven y aparentemente virginal Pablo Casado.
En paralelo, se puso en marcha la maquinaria precisa para desmontar al Gobierno del PSOE. Al no poder encontrar ni corruptelas ni graves delitos, tiraron por cualquier cosa, lo más fácil, irregularidades en la obtención de titulación que obligó a la dimisión de la ministra de Sanidad tras un primer cese del ministro de Cultura, este directamente decidido por el presidente al poco de haber sido nombrado. La propia y escandalosa situación referida al máster del líder popular, Pablo Casado, fue obviada por la Fiscalía del Tribunal Supremo sin discusión y, dejando a la justicia en el limbo de la desconfianza y en otras jurisdicciones con el trasero al aire y la indignación bullendo.
Moralismo hipócrita
Para continuar horadando la credibilidad del Gobierno, (al que sea como fuere la derecha tiene necesidad perentoria de desalojar de cualquier forma para responder a quienes les financien), han continuado con la proliferación de publicaciones, instaladas en la práctica trumpista de la posverdad y las “fake news”, con información deliberadamente tergiversada, descontextualizada, manipulada y falsa. Extrapolan supuestas noticias buscando elementos de gran éxito mediático como, por ejemplo, situaciones en que se menciona un tema que suele tener éxito, el sexo o sus derivados, desprestigiando por puro morbo y con decisión cínica y amoral a quien sea necesario y obviando el daño que con ello infieren a la verdad, a la institución o a las personas.
Todo ello aderezado por los comentarios de una serie de medios y comunicadores cuyo objetivo no ha sido nunca la información veraz, sino el conducirse de acuerdo con la voz de su amo y los intereses del mismo, o los propios de aquellos.
Este moralismo es cínico, hipócrita y se disfraza de buenos valores y principios cuando sólo tiene como fin socavar los propios cimientos democráticos y la destrucción del adversario ideológico. Se nutre de una moral o política de doble rasero con la que, incoherentemente, se pretende imponer códigos éticos inasumibles por el propio comunicador, aplicados de manera retroactiva sin distinguir entre el acto público o privado ni tampoco en la condición política o no del perseguido en el momento objeto de crítica y escrutinio. Nadie que haya vivido, que haya tenido pasado, podrá cumplir con dichas cínicas normas de conducta si se someten a examen para responder por sí mismos y los que les rodean en el ámbito privado, íntimo, familiar o amical, en cualquier tiempo.
La situación en Catalunya, con la disensión entre los grupos soberanistas y una esperanza en un posible diálogo, unido al anunciado apoyo de la formación Podemos al gobierno socialista, ha llevado a elevar el tono en el eslogan del PP y Cs reclamando “al okupa de la Moncloa”, con más fuerza que nunca, una convocatoria electoral inmediata. No es extraño pues no solo se trata de los atisbos de normalización política que se podrían apuntar en territorio catalán, lo cual sería un éxito, sino que en el caso del acuerdo con Podemos, las medidas van mucho más allá de lo que es superar una situación parlamentaria encallada: Se refieren a acciones sociales importantes que se resumen en la recuperación del estado de Bienestar. Y eso sí que supone una herramienta electoral de primer orden y de largo alcance.
El recurso de Vox… y otros
Ante la posible catástrofe para la derecha, dio así en salir a la palestra el siguiente recurso: Vox. Su líder, Santiago Abascal y su argumento intolerante e incitador al odio son un formidable mecanismo para hacer “buenos” a los hasta ahora tradicionales partidos de la derecha y permitirles además radicalizar su propio discurso. ¿Es una situación sobrevenida? ¿O se trata de una acción de supervivencia para la derecha española? Sin olvidar que en otras madrigueras se agazapan grupos aún más oscuros. Basta con ver el digital que acoge como un héroe al líder encarcelado de Manos Limpias, Miguel Bernad, un medio vinculado a otro partido que “desprecia” a Vox por demasiado blando. Grupos todos estos –aquí hay que incluir al PP- que ofrecen una dura resistencia a superar el franquismo e impartir justicia a sus víctimas. Y añadiré que llama poderosamente la atención la tranquilidad que muestran los populares y Ciudadanos ante la aparición de un nuevo competidor.
Dice Haddad, en la misma entrevista de donde he obtenido sus palabras y evaluando el crecimiento de Bolsonaro, que lo que vive hoy Brasil es un efecto de la crisis de 2008. Añade: “El Brexit tiene que ver con esta situación, Trump también, al igual que el fenómeno de Bolsonaro. Solo que allí es neonazismo y aquí es neofascismo”.
Esta idea pone los pelos de punta y motiva la reflexión. Los avisos vienen de atrás. Recuerdo al presidente de Movimiento para la Intolerancia, Esteban Ibarra, advirtiendo desde hace años de los movimientos oscuros que observan desde su ONG. Las perspectivas se ensombrecen más aun al saber que el apoyo logístico de Abascal para lograr el triunfo es Steve Bannon, quien fuera estratega mediático de Donald Trump y que parece dispuesto a organizar un lobby parlamentario “The movement” para las europeas de mayo de 2019 integradas por todos los partidos ultraderechistas del continente que, según relata en su edición del lunes 15, el diario La Razón “podría copar hasta un tercio de los 705 diputados europeos”. El mismo medio añade un dato que a esta altura ya no produce asombro y es que el interlocutor en Vox con Bannon es Rafael Bardají asesor de José María Aznar en Defensa y Política Exterior y oriundo de FAES.
Negar el pensamiento crítico
El fenómeno que se palpa no tiene una sola víctima. Es en realidad la antesala de un modelo insostenible e incompatible con una democracia parlamentaria sólida y moderna, que respete la dignidad de sus componentes. La construcción del pensamiento crítico de la ciudadanía es una pieza fundamental para valorar, apoyar o destituir gobiernos. El chisme, el cotilleo, el rumor, la mentira, la manipulación, la falsedad y la información morbosa que vulnera la intimidad, el honor y la vida privada de las personas nos alejan mucho de ser una sociedad fuerte, madura ya que distraen nuestros sentidos para discernir lo reprochable de lo plausible; la información de interés de la información interesada, y lo constructivo de lo destructivo.
Así las cosas, surgen las preguntas. Este lamentable espectáculo de acoso a un Gobierno que no estaba previsto y al que asistimos impotentes ¿es fruto de la improvisación o sigue un guion base que se varía en función de las circunstancias? ¿Y quién está pagando a los actores?
En Berlín, el domingo 13 de octubre, decenas de miles de ciudadanos salieron a la calle en una impresionante manifestación para denunciar el racismo y la intransigencia. En la capital de Alemania han dejado patente pues lo que significa la ultraderecha y la realidad de lo que dijo José Saramago “no vendrán con camisas negras, sino con corbatas de Armani”. Saben por propia experiencia que el fascismo envuelve con sus mentiras y se enraíza como la mala hierba, matones peligrosos que asesinan la verdad y la esperanza. Reaccionemos antes de que sea tarde.