¿Y si este 14 de abril quitamos “ETA” y ponemos “Franco”?
Cuando resta un solo paso para la completa y deseada desaparición de ETA nos enfrentamos, entre otras cosas, al reto de que los libros de Historia reflejen fidedignamente su criminal currículum. Resulta comprensible la preocupación y el dolor que expresan las víctimas y sus familiares en este momento trascendental en el que la banda terrorista ha firmado su defunción definitiva entregando su arsenal. Cualquiera que escuchara el comunicado promovido por un centenar de intelectuales y varias asociaciones de víctimas del terrorismo podía entender cada palabra, cada petición de justicia, reparación y dignidad que exigían al Estado español.
Lo que quizás para muchos no era tan entendible fue escuchar a los mismos políticos, intelectuales y periodistas que desprecian a las víctimas del franquismo, apoyar con tantísima devoción ese comunicado. El doble rasero quedaba en evidencia ya que esas palabras, esos argumentos eran casi idénticos a los que utilizamos quienes reivindicamos respeto y memoria para aquellos que fueron asesinados, robados, encarcelados o torturados durante la dictadura. Una reivindicación que cobra especial significado este 14 de abril en que conmemoramos el nacimiento de aquella República, asesinada prematuramente por una conjura de militares y civiles fascistas.
Es a esos hipócritas, beligerantes con el terrorismo y complacientes con la dictadura, a quien va dirigido el curioso experimento que realizaré a continuación. Quitemos del elogiado comunicado de las víctimas un par de referencias coyunturales y sustituyamos la palabra “ETA” y sus derivados por “Franco”, “franquismo”, “régimen” y “dictadura”. Usaré la negrita para que el lector identifique con facilidad los escasos cambios realizados.
Por un fin del franquismo sin impunidad
franquismoEl futuro de la sociedad española no puede escribirse en la estela del miedo y la autocensura generados por el franquismo, aunque su acción criminal haya dejado de amenazarnos. Si así ocurre, no habrá verdad en la memoria, ni dignidad, ni justicia para sus víctimas; porque las víctimas fueron asesinadas, heridas, secuestradas, extorsionadas, vejadas o amenazadas con el objetivo de conseguir la instauración del proyecto político de Franco y anular otras ideologías.
Sí a la justicia, no a la impunidad
En un modelo de fin del franquismo que llegue a tolerar diversos grados de impunidad, el pretendido apoyo a las víctimas del régimen se convertirá en un cruel sarcasmo, por mucho que lleguen a instalarse en los medios fórmulas retóricas eufemísticas tendentes a enmascararlo. Existe en una parte de la opinión pública española la tentación de pedir “generosidad” a las víctimas del franquismo, obviando que ello implica la renuncia a legítimas reclamaciones, entre ellas la reivindicación de justicia, que es a su vez un componente de la reparación. Esta demanda es un chantaje moral, que es un tipo de microviolencia tremendamente dañino.
Sí a la verdad, no a la falsificación de la historia
Lo primero que se debe exigir a los herederos del franquismo, es la condena de la historia de terror de la dictadura, de toda su historia, para garantizar que no nos encontramos con una de sus habituales jugadas puramente tácticas. De no hacerse así, uno de sus objetivos clave para el futuro será seguir utilizando su depurada capacidad propagandística para establecer que esa historia del terror ha sido una historia legítima, un sacrificio heroico por la patria; lo que añade a la impostura y la tergiversación de la verdad el escarnio a tantas familias rotas como consecuencia del empeño de llevar a cabo su proyecto totalitario. Si los responsables del daño causado no asumen su responsabilidad y no repudian la historia del terror contribuirán a relativizar nuestra memoria y verdad, como si esta fuera una versión más a añadir a un muestrario de relatos equivalentes.
Es preciso evitar el establecimiento de un nuevo gran tabú comunitario: el de la repugnancia a escuchar la verdad del horror y sus ramificaciones en forma de violencia de persecución, extorsión o la experiencia traumática de los miles de niños que crecieron con un silencio obligado por la amenaza de muerte de sus padres.
Por un final del franquismo basado en la dignidad
Los ciudadanos y los gobiernos no han de perder la brújula moral ni política, ni sobre la dictadura, ni sobre el Estado de Derecho. Un final del franquismo que se sostenga sobre la dignidad de sus víctimas es la deuda contraída por el Estado de Derecho y que el Gobierno debe defender. Un final basado en la dignidad de los acosados y asesinados es aquel que se construye sobre la verdad, la memoria, la justicia y la reparación. La deslegitimación del lenguaje franquista es, simultáneamente, una condición inexcusable para afrontar otra cuestión pendiente: El miedo y el desistimiento de una parte de la sociedad durante los años del terror.
Fin de la cita. Elocuente, ¿no les parece? Quiero reiterar que este ejercicio no debe interpretarse como el típico “y tú más” y mucho menos supone condicionar los derechos de las víctimas del terrorismo a que primero se resuelva la deuda pendiente con las víctimas del franquismo. Ese tipo de estrategia es, precisamente, la que siempre utiliza la derecha más rancia: si denuncias la existencia de más de 100.000 asesinados en las cunetas, te contestan hablando de Paracuellos; si arremetes contra la dictadura, te acaban mandando a Venezuela; si exiges que se retiren los monumentos franquistas de tu ciudad, te vienen con aquello de que “hay cosas mucho más importantes de las que preocuparse”; si pides justicia y reparación para las víctimas de Franco, te terminan acusando de simpatizar con Stalin.
No, amigos de la manipulación y las fake news, la que muchos defendemos es una posición transparente: las víctimas del terrorismo etarra merecen justicia, reparación, memoria y verdad. Y como lo merecen, ojalá lo consigan lo antes posible. En paralelo, muchos otros hombres y mujeres seguiremos reclamando justicia, reparación, memoria y verdad para las cientos de miles de víctimas del franquismo que llevan más de 40 años siendo ninguneadas por nuestra democracia. En este doble proceso quedarán en evidencia aquellos que solo defiendan a unas víctimas y desprecien a las otras. Unos serán, sin duda, catalogados como filoetarras; espero que los demócratas tampoco dudemos a la hora de calificar a los otros como lo que son: franquistas, además de hipócritas.