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Adiós, preciosa

El jefe de Gabinete de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, en una imagen de septiembre de 2023

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Soy adicto a la novela negra desde hace medio siglo, así que al leer que Miguel Ángel Rodríguez, conocido como MAR, despidió su conversación a través de WhatsApp con Esther Palomera con un “Adiós, preciosa”, me vino de inmediato a la cabeza una novela de Raymond Chandler titulada Farewell My Lovely, en su versión original en inglés, y Adiós, muñeca, en su traducción al castellano.

Arranca la novela un día de marzo cuando el detective Philip Marlowe se topa con un gánster de baja estofa llamado Moose Malloy. Malloy es un gigantón de escasa mollera recién salido de la cárcel que anda buscando a su chica, su pequeña Velma. Pero, a los pocos minutos de entrar en escena, Malloy ya se ha cargado a un negro, el propietario de un bar. Es, no cabe duda, un tipo brutal.

MAR también es un tipo peligroso. A diferencia de Malloy, no ha matado a nadie, que yo sepa, pero se puede ser peligroso con las palabras y los actos. El 12 de marzo, tuvo la idea de comunicarse con la periodista Esther Palomera para decirle: “Os vamos a triturar. Vais a tener que cerrar. Que os den. Idiotas”. Con lo del cierre se refería a elDiario.es, que había revelado que el novio de Isabel Díaz Ayuso amasó un pastizal con las mascarillas durante la pandemia, y luego intentó ocultarle a Hacienda sus ganancias usando facturas falsas. Probablemente, destinó parte de ese pelotazo a comprarse un Maserati y un casoplón en Chamberí.

Ayuso, que duerme en ese casoplón y viaja en ese Maserati, es la jefa de MAR. A la hora en que escribo, no ha cesado aún al sujeto que, con el cargo de jefe de su Gabinete, cobra 100.000 euros al año. Pasta salida del bolsillo de los contribuyentes. El asunto apesta hasta provocar náuseas.

Amenazar con el cierre de un periódico es un atentado contra la libertad de prensa, la libertad de expresión y la mismísima democracia. Que lo haga alguien que ocupa una alta posición de poder en el seno de un órgano del Estado como la Comunidad de Madrid, es de una gravedad insoslayable. Pero ya sé que es muy difícil que Ayuso cese a MAR. El asesor de comunicación vallisoletano ha contribuido muchísimo a crear ese personaje político llamado Ayuso.

No es la primera vez que MAR intenta amedrentar a un medio de comunicación. Estos días se han recordado episodios anteriores de su carrera  al servicio del político que le da de comer, como sus amenazas -plomo o plata- al Grupo Zeta por no plegarse a los planes televisivos de Aznar. En aquel entonces, MAR era ¡el portavoz del Gobierno de España! Ni más ni menos.

Pero a MAR hay que reconocerle un cierto carácter de precursor. Fue él quien, en los años 1990, introdujo en el PP las modernas técnicas de comunicación del conservadurismo estadounidense. Vayamos sin complejos: sí, somos muy de derechas, ¿y qué? No cesemos nunca de acosar a los progresistas, tanto si estamos en el Gobierno como en la oposición. Usémoslo todo: la media verdad, la media mentira, el rumor, el bulo, la injuria, la calumnia, el galope de Gish, lo que sea. Pasemos de medias tintas: ni moderación, ni sentido de Estado, ni respeto institucional, ni tan siquiera sentido común. La gente se cree lo que dices si hablas de modo alto y simplón, con seguridad y hasta chulería.

Antes de que Trump las llevara a las fronteras de lo esperpéntico, MAR ya había convencido a Aznar para que empleara esas técnicas de comunicación política. Españolizándolas con un generoso riego de dinero público a los medios afines, y el empleo de toda suerte de métodos de asfixia para los disientes. Es curioso: fue una dirigente de Vox, Rocío Monasterio, la que recientemente denunció el empleo por parte de Ayuso de millones de euros de los contribuyentes madrileños para comprar la complicidad de los medios de comunicación. Pero, bueno, la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero.

MAR contribuyó enormemente a crear el personaje Aznar, el político ensoberbecido que llegaría a afirmar que había armas de destrucción masiva en Irak, que ETA había sido autora de los atentados del 11M y que a mí nadie me dice cuántas copas de vino puedo beber antes de conducir. Sé tú mismo, Josemari, yo te digo cómo, le soplaba MAR. Pero MAR se pasó tanto en La Moncloa que Aznar tuvo que deshacerse de él.

Vino luego el episodio de su conducción en estado de alta embriaguez y, para qué mentirles, a mí no me sorprendió. Pero sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas. Cuando se veía en la jubilación, la vida de MAR se cruzó con la de Ayuso. Y hubo chispa, hubo química, hubo complicidad. Sé tú misma, Isabel, yo te digo cómo desde el pinganillo. Y el truco volvió a funcionar. A ser exitoso. Suelta que a ti nadie te dice con quién te puedes acostar, que, al fin y al cabo, vivimos tiempos feministas. Aunque tu novio se gane el dinero inmoralmente, aunque defraude a las arcas públicas, aunque falsee documentos, aunque tú te beneficies personalmente de sus fechorías. ¿Quién no sueña con poder hacer estas cosas?

“La Constitución ha cumplido 18 años, que es la edad en que los chicos pueden votar y las chicas se visten de largo”, dijo MAR desde el atril de La Moncloa en 1996. No me extraña que este individuo se despidiera de Palomera con un “Adiós, preciosa”. Es un Moose Malloy celtibérico.

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