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Cómo ser un buen español

Los partidarios de Vox ocupaban las primeras filas de la manifestación de Colón.

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Si bien cualquiera puede ser español, ser un buen español no es tarea sencilla. Para empezar, uno debe ser políticamente independiente, esto es, de derechas.

El buen español puede ser de cualquier raza siempre y cuando piense como un blanco. También puede ser homosexual, a condición de que no exhiba públicamente su desviación, tal y como ejemplarmente han hecho y siguen haciendo tantos futbolistas.

Un buen español puede ser de sexo femenino, solo que, en ese caso, no será un buen español, sino la esposa de un buen español, la mujé (la jota es muda en algunas subculturas) o la parienta.

Un buen español deja de llorar tras el periodo de lactancia, porque sabe que el mercado no premia a los quejicas. Desde muy pequeño, asume que las cosas se consiguen con cojones, concepto tributario de la idea de voluntad de Schopenhauer aderezado con aportaciones teóricas de Jiménez Losantos y Hermann Tertsch (casi todas las consonantes son mudas).

Un buen español rechaza los marcos cognitivos impuestos por el totum revolutum de feministas, lesbianas, negros y rastafaris. No usa los contenedores de colores porque el cambio climático es un ciclo natural, y no paga Disney+ porque adoctrina (si bien se descarga ilegalmente las de Marvel).

Un buen español sabe que no existe brecha salarial entre hombres y mujeres. Hay diferencia, sí, porque las mujeres mueven menos peso y, además, prefieren trabajos sencillos para estar en casa más rato. Se llama libertad.

Un buen español sabe que la prensa está secuestrada por intereses políticos y financieros, mientras que los JPG que pone el cuñado en Facebook son verdad.

Un buen español está orgulloso de toda la historia de nuestro Imperio, especialmente de la conquista de América. Los conquistadores, en un desinteresado esfuerzo pedagógico, mostraron a los indios la magnanimidad de Dios y, como prueba, los mandaron con Él. Ninguno volvió para quejarse.

Un buen español defiende la lidia porque sin ella los toros se extinguirían, forzando a Osborne a hacer un rediseño de su identidad corporativa que alteraría dramáticamente el skyline de nuestros más icónicos secarrales.

Un buen español no necesita saber idiomas porque con el español vas a cualquier parte. De todos modos y, como plan B, todo buen español domina la expresión corporal para, llegado el caso, poder imitar a un pollo en un restaurante de París. El desabrido carácter de los parisinos, sin embargo, no garantiza una comanda exitosa.

Pero, por encima de todo, el buen español ama España y todo lo que ha decidido que la representa. Asume que nuestro país es un crisol de identidades diversas, la madrileña, la de Castilla-La Mancha, la de Castilla y León y la andaluza, y celebra sin complejos sus diferencias. Y, por último, un buen español no se arrepiente de nada salvo quizás de no serlo suficiente.

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