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La difícil tarea de enchironar a un juez

Imagen del juez Salvador Alba ante al Tribunal Superior de Justicia de Canarias. EFE/ Elvira Urquijo A.

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Menos mal hacen los delincuentes que un mal juez

Francisco de Quevedo

¿Van a conseguir los jueces canarios meter en prisión a su excompañero Salvador Alba? Ahora que tanto gusta seguir los folletines ¿será posible que después de casi un año con sentencia firme este señor ingrese en prisión para cumplir los seis años y medio a que ha sido condenado por prevaricador y corrupto? El penúltimo episodio de esta temporada es descorazonador como los anteriores. La policía se presentó en casa del susodicho el jueves con un papelito que le daba 24 horas para ingresar voluntariamente y, por supuesto, el viernes a las 17.35, hora canaria, una hora más en la península, seguía sin presentarse en un centro penitenciario. Comentan en los periódicos que el lunes, cuando vuelvan del finde, los ejecutores pondrán una requisitoria para que las fuerzas policiales lo busquen y lo lleven a la fuerza a la cárcel. ¿Se imaginan que se largue? Lo digo porque, después de avisar y de dejar tiempo por medio, podría pasar. Ese es el motivo por el que, si usted o yo o Rita la Cantaora estuviéramos en la misma situación, habríamos dormido ya el viernes en la trena. ¡Qué digo el viernes! ¡Haría un año que estaríamos yendo a por cosas al economato del talego!

Juzgar y ejecutar lo juzgado. La primera tarea está llena de obstáculos, sobre todo tratándose de investigar los presuntos delitos cometidos por un juez. Aprovecho para decirles que seguimos sin saber nada de qué medidas se han tomado con el más que extraño sobreseimiento libre del caso de la mafia rusa por la jueza de Benidorm Elena Zabalza y, por supuesto, sin noticias de la judicialización del informe que tiene la Fiscalía Anticorrupción sobre su compañera Mariluz Jiménez Zafrilla, a la que acusan de haberles dado el soplo a los mafiosos. Lo del juez Salvador Alba no hubo más narices que llevarlo para adelante porque existía una grabación, realizada en su despacho, en la que este dejaba claro que pensaba sacar de una causa penal a un empresario canario si le buscaba papeles -verdaderos o ficticios- con los que buscarle la ruina a la jueza Rosell, a la sazón diputada. “Lo acredito, lo hacemos así, lo llevamos al procedimiento y entonces ponemos en marcha la maquinaria”, se oía decir a Alba en una conversación de “sonrojo” a la fiscal del Tribunal Supremo. ¡Sonrojo! Ni en los adjetivos cargan las tintas. Vómito es lo que provoca oír corromperse a un juez para lograr favores políticos en su carrera profesional. No es difícil asegurar que sin esa grabación realizada y aportada por el empresario, el juez Alba seguiría en su puesto o quién sabe si en uno de más porte en Madrid, como era su deseo.

Si te dan un plazo para ingresar en prisión y no lo haces, un tribunal tiene previsto inmediatamente ponerte en busca y captura. No hay juez que te avise por la prensa de que lo va a hacer a la vuelta del finde y se quede tan tranquilo. Excepto en este caso. Hay muchos “excepto” en la ejecución de la sentencia firme del Tribunal Supremo en el caso de Salvador Alba. Y también muchos récords pulverizados. Podría servir para seguir un curso de procesal retorcido en cualquier universidad. No en vano, el abogado de Alba, Nicolás González-Cuéllar, candidato del PP al Constitucional, escribió junto con Manuel Marchena un manual sobre la interpretación de la última reforma de la ley procesal española. Se la sabe al dedillo y en este caso ha usado hasta los títulos de crédito de la contraportada. Lo conté en El clan de la toga.

Algunas dilaciones son de carril de abogado desesperado: recusar hasta al gato de la Sala, recusar a los que ven la recusación, recusar al que cambia las bombonas de agua del juzgado, pedir la nulidad de actuaciones, pedir la suspensión de la pena hasta que se vea el indulto, etc. Otras, sin embargo, han sido de verdadero delirio procesal. En febrero pretendió que era imposible que Alba ingresara en prisión porque tenía problemas médicos que le impedían viajar en avión. La cosa era elaborada. Las autoridades que han perseguido delitos y deben a su vez ingresar en la cárcel lo hacen en módulos diferenciados -para evitar que sus antiguos clientes se tomen venganza- y estos se encuentran en Sevilla, Castellón, Lugo y Logroño, en la península. Así que, al no poder volar, no podía ingresar. Díganme si han oído argumento procesal más imaginativo, por no decir que se olvidó González-Cuellar de que existen los barcos. Dejo aparte el hecho de que dos médicos de una clínica privada tuvieran el cuajo de firmar esa curiosa exención de salud que fue plenamente tumbada por los médicos forenses (a los que también se recusó).

La última recusación al presidente del Tribunal Superior de Justicia de Canarias -encargado de ejecutar- tuvo lugar por el hecho de que este hubiera contestado en una comisión parlamentaria a la pregunta de un portavoz de UP sobre, precisamente, los retardos en este ingreso. En esa comisión, Lorenzo Bragado afirmó taxativamente que no se había dado “trato diferenciado ni privilegiado” al entonces todavía juez Alba, siendo que el plazo de ingreso expiró el 16 de febrero y que hasta marzo ni siquiera fue expulsado de la carrera judicial. “Estamos teniendo un escrupuloso respeto a las normas procesales”, terminó. Escrupuloso y lento. Por ponerles un ejemplo, la Sala Especial de recusaciones desestimó la efectuada por Alba al propio Lorenzo Bragado, en un auto del 28 de julio, y no ha sido hasta el 13 de octubre que el secretario de Gobierno del TSJC le ha remitido un oficio a este para comunicarle el testimonio del mismo diciendo que no se había aceptado. Vale que agosto sea inhábil, pero parece un poco de pachorra esperar 45 días para hacerlo. Al hacerlo con tanto retraso y un jueves se provocó que el plazo de 24 concluyera en viernes, con los magistrados de fin de semana. Y así todo.

Alba lleva todo este tiempo en la playita, con su esposa, que es letrada de la Administración de Justicia en ejercicio en Canarias. El mismo oficio que el secretario de Gobierno de la tardanza, que es su jefe, ya ven. Ojo con los que haciendo de cuñados vayan a decirme ahora que defendí que Zaplana lo estuviera. Lo sigo haciendo. Zaplana era preso preventivo y tiene una enfermedad bien jodida y bien real. Lo van a juzgar ahora. Cuando lo condenen hablamos. Lo de Salvador Alba es un sainete de un condenado en sentencia firme que delinquió para favorecer a determinadas fuerzas políticas y perjudicar a otras. Todas esas fuerzas siguen operando. Refrésquenlo si quieren en Salpicaduras de mierda judicial.

Escrupulosos con el Derecho, con todos. Hacernos pasar por tontos intentando que creamos que todas estas movidas y retrasos se producen con cada orden de ingreso en prisión, pues no. Escrupulosos para ejecutar lo juzgado también con el juzgador, sobre todo con él.

La temporada de esta angustiosa serie de factura puramente española debería concluir este mismo lunes. Estén atentos a sus pantallas, por si aún embrollan el desenlace. ¿Quién será el juez que enchirone al juez? Con puñetas en vez de cascabel.

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