Europa: en qué manos estamos
Cuesta creer que pueda darse un cúmulo de mecanismos capaces de suscribir el escandaloso pacto de la UE con Grecia. Y que Europa, sus instituciones, medios y ciudadanos puedan seguir su marcha como si nada hubiera pasado. Cuando lo ocurrido lo cambia todo y nos sitúa en un escenario en el que sólidos valores se resquebrajan. El suelo de la democracia se hunde bajo nuestros pies. Y queda patente la ineficacia demostrada y la dudosa calidad de unos líderes a los que una persona sensata no dejaría ni al cuidado de una olla en el fuego.
El hecho definitivo es que Alemania propuso endurecer las condiciones del rescate a Grecia solo porque el gobierno de Tsipras había decidido consultar a sus ciudadanos sobre recortes que les afectaban y encima osaron votar No. Y que el resto de los países secundaron la voluntad alemana, pese a que nadie creía que la elegida fuera la solución. Y pasando por alto lo injusto de la medida.
La idea parte de Wolfgang Schäuble, el estricto ministro de finanzas democristiano alemán. Cada vez se ve más claro que ofreció a Tsipras unas condiciones inasumibles para que se fuera del euro como defiende, pese a que ahora lo niegue. Dado que el club no prevé la expulsión de un socio, se le acribilla para que tome por sí mismo la decisión de irse. Es preciso insistir: los requisitos son mucho más duros que los rechazados por Syriza y no tiene lógica alguna, entra en otro terreno.
Los líderes europeos, de nuestros respectivos países, van y “toman la decisión por consenso” dice Schäuble. Y es cierto que fue así. De Guindos andaba presionando a ver qué había “de lo suyo” para presidir el Eurogrupo, incluso al Ministro de economía griego, recién estrenado y con un duro entuerto que resolver. Los demás llevaban muchas horas de reunión, había que acabar. Así se toman las decisiones sobre la vida de las personas en esta Unión Europea. Estaban reduciendo las miserables pensiones de los jubilados griegos, elevando los precios al pasar el IVA del 13% al 23% en un país depauperado o agudizando la precariedad de sus servicios que –como en el caso de la sanidad- tiene víctimas palpables. Mandando vender lo poco que ya queda del patrimonio griego. Pero eran muchas horas de reunión y lo que plantea Alemania es incuestionable. Desde su Olimpo, aprietan el botón y a casa.
Las diferencias evidenciadas entre Schäuble y Merkel pueden indicar la rebelión de un Ministro de Finanzas –en ascenso de popularidad entre los alemanes- que tomaba decisiones políticas cuando se le exigía un trabajo técnico. Y lo sigue haciendo al culpar –en diatriba con el Nobel Paul Krugman al que como todo prepotente neoliberal menosprecia- al actual gobierno griego de los problemas de su país. Se atreve a decir que “hace medio año Grecia se estaba preparando para salir a los mercados de capital, hoy está arruinada”. Olvida mencionar que su candidato, Samarás, se había comprometido a más recortes para la población. Si se destina la mayor parte de los recursos al pago a los bancos –ése es el fin- se sale a los mercados y a la plaza pública y a alta mar si se tercia. Es lo que está haciendo Rajoy, andamos en la primera fase: acumulación de deuda y recortes. Draghi entretanto realiza su papel –político- cortando el grifo a Grecia y apoyando a países como España en el mismo día.
A Tsipras lo acorralaron, no le permitían ni irse y tenía antes que aceptar el menú preparado por el cónclave. No debió hacerlo, bajo ningún concepto. Debió volver a salir a denunciar cómo se las gasta esta UE. En el Parlamento griego después, no fue el pueblo quien votó aceptar la claudicación, el pueblo griego hacía dicho No a las duras condiciones de Bruselas ¿cómo iba a querer redoblarlas acompañadas de fuertes dosis de humillación y venganza… de irracionalidad como fondo? Es muy probable que Tsipras salga del gobierno más pronto que tarde. Pero nada cambiará para los griegos si no es a peor.
Lo terrible, pues, es cómo llegaron a esas decisiones y quiénes lo hicieron. Con qué soberbia y falta de humanidad. Con qué desconcierto y frivolidad. De nuevo nos situamos ante ese engendro que ha creado la UE. Se diría que a Juncker, como antes a Barroso, los tienen como representación y para gestionar sus cosas, pero la Comisión, el gobierno, no posee suficiente poder. Aún otorgan otra presidencia semestral por países. Luxemburgo la ostenta ahora, heredada de Letonia. No pintan nada pero queda muy decorativo y “plural”. Los que mandan son los jefes de Estado y de Gobierno, es decir el Consejo Europeo. Y no por igual, prima lo que dice Alemania y la jerarquía va en degradación hasta llegar a la irrelevancia de varios países –muy en precario ahora la de España-. En la práctica el trabajo lo elabora el Eurogrupo –los ministros de Economía y Finanzas-, un órgano “informal” de inaudito poder decisorio. Ahí Schäuble ha tomado el mando. Deberían explicitar que votar a Rajoy, por ejemplo, es votar a Schäuble y a Merkel. Votar a Rajoy… y a muchos otros.
Técnicos del FMI afirman que este nuevo rescate no funcionará. Cualquier economista o político sensato e independiente lo sabe y lo dice. Pero ya se ha creado la cortina de humo, lacra de nuestro tiempo, en el que editoriales y tertulias, periodistas llamados a crear opinión, defienden la bondad de este pacto ominoso. Ya se ha olvidado el disparatado endurecimiento de las condiciones, como castigo o listón a elevar para resultar intolerable. Es igual, hacen sus cábalas y pronósticos. Al margen de la realidad. En defensa de sus intereses políticos. No hay más que mirar los resultados: el yugo de la austeridad alemana no ha funcionado, cada día son mayores sus destrozos, hasta el norte europeo está tocado como explica Paul Krugman. Pero todo forma parte de lo mismo, hasta nuestros más diminutos asuntos locales están contaminados de esa inmundicia. Las personas reales no importan. No importa su dolor y frustración que es lo único que se va a sacar de esto, al margen de dar satisfacción a la soberbia alemana.
Creíamos pasados los tiempos de las aristocracias absolutistas, del poder omnímodo y arbitrario que ha dominado la humanidad durante siglos. Todos estos delegados –son eso- responden sin embargo a un principio democrático de sufragio universal. No puede estar pasando lo que vemos y sufrimos. No podemos consentirlo. Es intolerable sentenciar y redoblar la pena por haber invocado la democracia. ¿Qué nos espera con esta gente, con toda ella en Europa y en nuestros países? ¿Qué más serán capaces de hacer? Millones de ciudadanos nos encontramos en estas manos cuando menos irresponsables. Alguien de todos ellos debería salir y deshacer el fiasco. Y ya tarda.