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La exportación de la ‘Ndrangheta y los negocios de los capos en el este de Europa

Velas y una foto en memoria del periodista eslovaco Jan Kuciak y su pareja, asesinados en Bratislava.

Roberto Saviano

Eslovaquia descubre la mafia. Como lamentablemente suele ocurrir, la sangre es la única prueba de la existencia de las organizaciones criminales. Según dejan cada vez más claro las investigaciones, Ján Kuciak acabó pagando caro su trabajo y su compromiso con el periodismo. Últimamente estaba realizando una investigación sobre las relaciones entre el mundo empresarial, la ‘Ndrangheta y la política, un sistema que se rige siempre por el mismo principio: la ‘Ndrangheta pone el capital, el empresario lo invierte, el político facilita las cosas y todos sacan enormes beneficios. En los países de Europa del Este, la parte política no solo recibe dinero, sino también una cierta aprobación, pues captar inversiones mafiosas a menudo conlleva un crecimiento artificial de la economía del propio país.

Las organizaciones mafiosas tal vez fueron los primeros grupos empresariales de Occidente en tener relaciones constantes con los regímenes comunistas, la vía preferencial de todas las organizaciones criminales para asentarse en el este europeo. Bajo dichos regímenes, las mafias no podían comprar propiedades, pero sí contaban con dos ventajas: la corrupción política para obtener la gestión del tráfico ilegal y una especie de monopolio sobre los productos occidentales contrabandeados en los países del socialismo real.

Por esta razón, cuando cayó el Muro de Berlín, ninguna empresa estaba más establecida en el este que las organizaciones criminales italianas. Las mafias italianas se convirtieron en el báculo en el que se apoyó la frágil clase burguesa de los países del este en pleno crecimiento económico, y actuaron como mediadores con la patronal italiana, que no encontraba un interlocutor de confianza en la Europa postcomunista. Las empresas italianas buscaban reubicarse en el este, pero resultaba casi imposible encontrar una manera legal de hacerlo, pues el régimen había dejado tras de sí solo escombros y un sistema burocrático completamente inadecuado. Los clanes representaban para las empresas una agencia de servicios que resolvía con celeridad las formalidades administrativas y les permitía ponerse en marcha. Las mafias garantizaban a las empresas occidentales mano de obra barata, producción rápida y ausencia de sindicatos: el paraíso para los emprendedores.

Es lo que hizo el grupo Bardellino, según contó el arrepentido Carmine Schiavone. Francesco Schiavone, conocido como Cicciariello, invirtió en Eslovaquia y Polonia; Luigi Diana, en Hungría; la banda mafiosa Grande Aracri, en Rumanía; Antonio Prudentino (de la organización Sacra corona unita) invertía en Albania y Cosa Nostra hacía lo propio en el negocio del reciclaje en Rumanía. La lista es muy larga, y a ella hay que añadir a los fugitivos de la justicia, que se refugiaron en los países donde invirtieron: Ugo De Lucia en Poprad (Eslovaquia), Pietro Licciardi en Praga, Giancarlo De Luca en Nagylak (en Hungría, en la frontera con Rumanía), Pino Bonavita en Praga, Pasqualino Ariganello en Alba Iulia (Rumanía), Antonio Cella en Glogow (Polonia) y Pasquale Avagliano en Timisoara (Rumanía).

Kuciak, al igual que otros excepcionales y valiosos periodistas del este europeo, compensa la falta de investigación policial y de atención política al investigar estas dinámicas y sacar a la luz, en un país donde no existe el delito de asociación mafiosa, el interés que empresarios implicados con la ‘Ndrangheta muestran en la economía eslovaca. Se trata de familias calabresas vinculadas a las 'ndrine (bandas mafiosas de la ‘Ndrangheta) de Bova Marina (asentadas en un territorio controlado por la aristocracia de la mafia calabresa), que tras de la caída del Muro llegaron a Eslovaquia para tomar las riendas del sector agrícola del país, y lo utilizaron como tapadera para obtener los fondos europeos destinados al sector, gracias al silencio conforme del gobierno de Robert Fico.

Sin embargo, el gran negocio que las organizaciones italianas intentan monopolizar en los países del este europeo es el de las armas. Frente al resto de los países del este europeo, Checoslovaquia presume de un producto muy codiciado, diseñado en 1958 por el ingeniero Jiří Čermák: el Vz. 58, un rifle de asalto de 800 tiros al minuto, una variación menos cara del AK-47. El gran negocio de las organizaciones criminales italianas se basa en los miles de rifles guardados en los cuarteles del antiguo ejército checoslovaco. Las armas checoslovacas no interesan solo a las mafias italianas: los terroristas del ISIS que en 2015 atacaron la sede de Charlie Hebdo y el supermercado Hyper Cacher de París encaraban armas provenientes del ejército comunista checoslovaco. Pero los negocios de las mafias italianas con las armas involucra a toda la Europa del Este: en febrero de 1986 se interceptó una llamada en la que líderes del clan Nuvoletta negociaban con la entonces Alemania del Este la compra de un tanque Leopard.

Además de las armas está la droga. En el pasado los flujos del tráfico de drogas habían hecho de Eslovaquia un territorio de paso, sobre todo de la heroína afgana que viajaba a Europa occidental. Pero la llegada de las compañías de bajo coste impulsó el turismo joven en Bratislava, una ciudad que no estaba preparada para el turismo como lo podían estar destinos más conocidos, como puede ser Praga, y por lo tanto ideal para caer en manos del tráfico ilegal. Desde restaurantes hasta hoteles, desde la marihuana hasta la cocaína, desde la prostitución al juego: la mayor parte de los negocios está en manos de organizaciones criminales.

La República Checa y Eslovaquia siempre han sido territorios codiciados también por la mafia rusa: el 31 de mayo de 1995 la policía irrumpió en el restaurante U Holubů de Praga mientras se celebraba una reunión entre miembros de la organización de Semion Mogilevich y la Solntsevskaya Bratva, y detuvo a 200 personas. Europa del Este es un agujero negro, tanto de blanqueo de dinero como de presencia mafiosa, no solo italiana. Y Alemania es en parte responsable de ello, pues la estrategia de las mafias consisten en asentarse en lo que se considera la «Commonwealth alemana», es decir, los países del Este europeo que limitan con Alemania. A pesar de tener un papel económico en estos países extremadamente importante, el gobierno alemán no ejerce un control adecuado de los capitales financieros ni de la cadena productiva de las mercancías fabricadas en el este por empresas alemanas. La legislación tanto de Alemania como de las repúblicas del este europeo es totalmente incapaz de enfrentarse a la potencia militar y económica de las mafias.

La ejecución de Ján Kuciak, atribuida a la ‘Ndrangheta, revela un cambio de actitud por parte de las organizaciones criminales calabresas, que en el pasado siempre evitaron atacar a periodistas. Muchos son los que creen que, a pesar de que los instigadores puedan ser mafiosos italianos, los ejecutores son asesinos eslavos. El porqué está en los detalles: el asesinato en el apartamento, el tiro en la nuca de la novia. Es un estilo que no parece coherente con la emboscada mafiosa que se suele llevar a cabo en la calle (también para darle toda la publicidad que sea posible), pero solo las investigaciones podrán aclararlo. El método de la ‘Ndrangheta, y en general de las organizaciones italianas en los últimos años, es la amenaza física o el intento de homicidio civil, es decir, arruinar la reputación del periodista. Si se confirmase la pista de la autoría de la ‘Ndrangheta esto significaría que la organización tuvo que intervenir rápidamente para evitar que se difundiera información. En pocas palabras: no había tiempo para deslegitimar a Kuciak y tenían que pararlo de una vez. Cuando una organización criminal actúa de esta forma sabe perfectamente que tendrá que pagar un alto precio en términos de represión y atención mediática, y por tanto también en lo que a negocios se refiere. Sin embargo, ya cuenta con todo esto, lo que indica que en este caso era necesario sacrificar una parte de los negocios y de la organización para cubrir intereses más elevados y complejos. Y no solo eso: matando se fomenta la estrategia del terror hacia los demás periodistas: el mensaje que lanza el asesinato es «todos estáis a nuestro alcance, todos estáis expuestos».

La ‘Ndrangheta ya no se siente fuera de sitio en Eslovaquia, sino más bien al contrario: como pasó hace tiempo con Alemania u Holanda, ya considera este país parte de su territorio, es decir, un lugar donde puede comportarse como haría en Platí o San Luca (pueblos de Calabria). Antes la regla era que fuera no se podía hacer lo mismo que en casa. Sin embargo, después del atentado perpetrado en Duisburg todas las reglas se han ido al garete y tanto Europa del Norte como del Este se han convertido en prolongaciones de la Locride.

Ján Kuciak es el segundo periodista asesinado en Europa en pocos meses, después de Daphne Caruana Galizia. Matar a periodistas puede parecer un error estratégico, pues respalda de inmediato, sin tener esperar un proceso, las teorías del periodista asesinado. Esto, sin embargo, es lo que ocurría cuando la sociedad civil y los medios de comunicación prestaban tanta atención al caso que se aclaraba por completo lo acaecido. Hoy, en cambio, los mafiosos saben que, al igual que ocurría entre la década de los cincuenta y de los setenta del siglo pasado, el homicidio de un periodista dura tan solo un par de días de indignación y pocas horas en la página web. Por lo tanto, todo se reduce al ámbito judicial, donde saben que pagarán el precio militar pero que salvarán el económico. Hoy todos lloran por Ján, este valiente chico asesinado, pero mientras los periodistas están vivos no se hace nada por apoyarles, por lo que se convierten en víctimas del aislamiento, de condenas por difamación y por insinuación (como pasó con Daphne Caruana Galizia). En Europa, como en América Latina, el único periodista al que se apoya es el que está muerto.

Traducción: Paula González Fernández

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