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La infección de la Junta Electoral

Andrés Betancor, en el Congreso.

Elisa Beni

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“La Justicia necesita incrementar su muralla para hacer frente a la colonización de la política”

Andrés Betancor. Vocal de la JEC a sueldo de Ciudadanos

La exclusiva de este medio sobre la existencia de un miembro de la Junta Electoral Central que estaba a sueldo de uno de los partidos cuya conducta tenía que juzgar, y sobre cuyas denuncias sobre la conducta de otros tenía que dirimir, ha sacado a la luz un turbio asunto que pone en solfa la moralidad de un individuo, Andrés Betancor; la limpieza de un partido, Ciudadanos; y, como cuestión más grave, la limpieza, el prestigio y la efectividad de la propia Junta Electoral Central y de la Administración electoral española en general.

El virus de la corrupción y de la desconfianza que les ha habitado ha sido descubierto. No ha lugar a cerrar los ojos y a afirmar, como ha hecho la JEC, que este es un asunto del que solo saben por la prensa y que atañe a alguien que ya salió. Tal torpeza es de difícil comprensión y no sé cómo Fonseca-Herrero, su presidente actual, puede pensar que haber tenido dentro un topo a sueldo de Ciudadanos, mientras se tomaban las decisiones más discutidas que afectaban al derecho a la participación política de candidatos electorales, se puede subsanar cerrando los ojos. ¡Él, que fue el encargado de investigar a los jueces que podían haberse saltado el régimen disciplinario! O bien encuentra que los catedráticos son una especie aparte, una especie sin ética ni deberes, o bien considera erróneamente que la cuestión no va con ellos y claro que va: afecta en realidad a la propia credibilidad del organismo que preside.

Un individuo que cobra de quienes está llamado a vigilar y a arbitrar es inadmisible, incluso con el más mínimo estándar ético y de decencia que se pueda aplicar. Cobrar, de forma secreta, de quien se verá afectado por tu actividad profesional es un caso de corrupción de manual. Un periodista que cobre a escondidas de una entidad sobre la que tenga que informar o un tertuliano que cobre de los políticos sobre los que emite sus opiniones o, simplemente, que no haga constar que tiene un conflicto de intereses, ¿qué les parecería? En la profesión, a esa mierda la llamamos “fondo de reptiles” y, como nos dedicamos a las palabras, no puede ser más descriptiva. Los médicos tienen prohibido aceptar dinero o dádivas de los laboratorios y así puedo seguir poniendo ejemplos. Ninguno será tan grave como el caso del vocal Andrés Betancor. ¿Y saben por qué? Porque él estaba llamado a tomar decisiones sobre la limpieza y la igualdad de armas en el proceso electoral español y eso, en democracia, son las cosas de comer y él las ha infectado.

Me extraña aún más que la Junta Electoral se haya despachado con “solo ha salido en la prensa” o “solo actuaremos si hay una denuncia documentada”, máxime cuando sí hicieron una declaración institucional, que nadie les había pedido, para contrarrestar informaciones periodísticas sobre la participación o la abstención de los magistrados Luciano Varela y Ana Ferrer en los asuntos que afectaban a los catalanes, dado que ambos eran miembros del tribunal que enjuiciaba el procès. Ahí sí salió la Junta en bloque a desmentir a la prensa. La cuestión es que ahora no la puede desmentir. Los datos que aportó eldiario.es están confirmados no solo por fuentes de Ciudadanos sino por la propia Universidad Pompeu Fabra, a la que Betancor sí le pidió la compatibilidad con su trabajo en Ciudadanos. Por eso mismo van a realizar una investigación que la propia JEC no puede soslayar si quiere que en el próximo proceso electoral no se la ponga en duda.

Es el propio organismo el que tiene que exigir que se promulguen normas y un régimen de incompatibilidades que impida que un caso así se vuelva a repetir y que uno de sus miembros, quiero suponer que ninguno más, recibiera un no bajo estipendio de un partido político en secreto. A ver si lo de ser decentes y parecerlo solo va a ser cosa de los vocales judiciales, porque el voto de unos y otros vale lo mismo y porque es imprescindible que tengamos claro que nadie toma las decisiones o defiende las posturas, incluso con virulencia, por dinero. También debe aclararse inmediatamente si el propio Betancor participó como asesor en la redacción de las denuncias sobre las que luego deliberaba y votaba. No cabría mayor desvergüenza y oprobio. Y creo que los vocales judiciales tienen que tomar cartas en el asunto inmediatamente, que no sé si han oído con qué desparpajo Betancor les juzgaba en la escuela de verano de Ciudadanos y hablaba del chalaneo de los nombramientos en la Justicia.

Y esto del chalaneo nos lleva a la segunda afrenta democrática, que es la perpetrada por el partido que vino a regenerar España de la corrupción y todas aquellas mandangas. Ciudadanos fue el partido que infiltró a su asesor como vocal de la Junta Electoral Central, que calló sobre su relación con él, engañando en la Comisión y al resto de parlamentarios. Ciudadanos es el partido que, aún ahora, dice que eso no sería ilegal, en el sentido de que no está previsto, pero es que es posible que a nadie se le ocurriera que se iba a dar tamaña indecencia en la sede de la democracia representativa. Aún siguen llevando mociones para “limpiar y despolitizar” la Justicia mientras han inventado una ponzoña de las instituciones sin precedentes hasta el momento. No sé si prosperará la proposición no de ley del PSOE para “impedir que cualquier grupo tenga influencia ilegítima o trato de favor ilegal en los órganos institucionales”, pero quiero recordarles que está en su mano la iniciativa legislativa para asegurarnos que, en el futuro, es imposible algo así o, al menos, que será castigado con todo rigor.

Para el final he dejado al ínclito Betancor. No sé tampoco si prosperará la querella por prevaricación con cohecho y delito electoral que le van a presentar. En ese supuesto, goza de la presunción de inocencia acorde con el procedimiento. En el teatro de la vida, sin embargo, la ignominia ya ha caído sobre él y bien le está. De eso no le salva ni el espíritu patriótico bajo el que él cobijaba su doble e infame condición y que pensaba que iba a ser el manto de invisibilidad de su falta de ética.

De su cinismo una sola frase es testigo:

“Solo tengo que decir que ni confirmo nada ni desmiento nada”.

Me va a perdonar, don Andrés, pero suena sobre todo a 'no declararé en mi contra'. No confirmar cabe, pero no desmentir significa que no hay ninguna posibilidad de hacerlo.

El virus amenaza a la salud de una institución clave. Aislarlo y destruirlo es una obligación democrática. Y no solo por lo que vayan a pensar en Europa de semejante escándalo.

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