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Madrileñofobia: síntomas y tratamiento

Vista panorámica desde la Gran Vía de Madrid.

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David (nombre supuesto) nació en Soria hace 39 años y se declara madrileñófobo desde los cinco. “Empezó muy pequeñito”, nos confirma su madre. “Le propusimos ir al zoo de Madrid a ver el oso panda aquel que tenían allí, y no veas cómo se puso. Que a ver qué pintaba un oso panda en Madrid y con qué derecho no podía haber uno en Soria”.

Con los años, la dolencia de David fue a más. Cada vez que el telediario informaba de que estaba lloviendo en Madrid, él sufría episodios de catalepsia. “Al principio me sentía muy solo”, declara con amargura. “Hasta que descubrí la AVMCE”. Se refiere a la Asociación de Víctimas Morales de la Centralización de España, colectivo fundado en 2001 que reúne a personas cuya animadversión hacia la capital condiciona su vida en algún aspecto.

“Creé la asociación cuando Zidane fichó por el Real Madrid”, nos cuenta desde A Coruña su fundadora y presidenta Rocío Gil. “Ese día supe que el Depor ya no tenía nada que hacer. Sentí como si me despojaran de todos mis sueños y los pisotearan. Típico de Madrid”.

La OMS se resiste a considerar la madrileñofobia una enfermedad, aunque Gil no tira la toalla. “Desde AVMCE estamos haciendo lobby para que se incluya en el catálogo de fobias. Si existe la levofobia, que es el miedo a la parte izquierda del cuerpo, ¿por qué no a los madrileños?”.

En los foros de AVMCE encontramos también a Ana (nombre supuesto), de 45 años. Supo que padecía madrileñofobia al toparse con un cuadro de Antonio López en una exposición itinerante sobre el realismo español del siglo XX. El lienzo en cuestión muestra la Gran Vía a finales de los 70. Tras contemplarlo, Ana empezó a dormir mal. “Me metía en la cama y me cuestionaba el modelo centralista del Estado, no ya desde un punto de vista político, sino social, cultural, anímico. Me daban las cinco de la mañana”.

Ana no tardó en tener problemas en su trabajo, una empresa española con sede en Alcobendas. “Todas las decisiones importantes se tomaban en Madrid, y a mí eso me provocaba muchísimo estrés. Cerraba los ojos y veía a Antonio López. Sé que él no tenía la culpa, pero yo lo sublimaba así. Jamás he odiado tanto a nadie como a ese pintor”.

El psicólogo Claudio Cardenal, experto en fobias, recomienda la terapia cognitivo-conductual. “En la consulta empezamos poniendo videos de chotis a nuestro pacientes. Es difícil sentir rechazo al chotis, no digamos ya miedo”. La terapia puede durar entre tres meses y dos años. Algunos, sin embargo, no logran salir de la espiral maniática y recaen constantemente. “Sabina es un punto crítico. Cuando el paciente puede soportar Pongamos que hablo de Madrid sin perder el conocimiento, la curación está a la vuelta de la esquina”.

Pero, si existe un colectivo invisibilizado, es el de los madrileños con madrileñofobia. Es el caso de Sandra, gata de cinco generaciones y camarera en un bar especializado en bocadillos de calamares. “Durante el confinamiento entendí que lo que a mí me gustaría es vivir en una casita a pie de playa en Cabo de Gata”, nos confiesa desde su bajo en Vallecas. “Desde entonces, no levanto cabeza”.

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