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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Manuela Carmena y La Ingobernable

Varios colectivos han ocupado un edificio en la calle Gobernador

Gumersindo Lafuente

Querida alcaldesa, somos muchos los ciudadanos de Madrid que apoyamos su gestión, sobre todo si la comparamos con el absolutismo conservador que nos gobernó durante más de dos décadas. Tan opresiva llegó a ser la situación de nuestra ciudad que, aún hoy, casi dos años después de las últimas elecciones, todos los días me sigo alegrando de saber que al frente del Ayuntamiento y de sus concejalías hay personas diversas, con mente abierta, que trabajan con entusiasmo para que la ciudad vaya recuperando poco a poco el pulso y logre alcanzar en algún momento ese estado de gracia que un día la convirtió en el centro de todas las miradas.

Soy consciente de que los problemas son muchos y el tiempo de su mandato breve. De que la situación financiera heredada era calamitosa y producto de una gestión que bordeaba todo el tiempo la ilegalidad. Y sé que se han ido resolviendo cosas. Incluso, por fin, después de mucho tiempo, hasta vemos cómo se arreglan aceras y se asfaltan calles, se pintan y construyen carriles bici, se van a borrar algunos nombres infames del callejero y se empieza a poner coto a los abusos de algunas empresas concesionarias.

Todo lo anterior está muy bien, admirada Manuela, sobre todo porque se ha hecho en medio del fragor de unas batallas políticas y mediáticas que teniendo poco que ver con Madrid han intentado utilizar su figura y la gestión de su equipo como un arma arrojadiza en el debate político nacional. Esas turbulencias van amainando. El Ayuntamiento funciona, Madrid no se ha despeñado, las encuestas valoran positivamente su gestión. Felicidades.

Sin embargo, muchos vecinos queremos más. Nos gustaría que se acelerasen algunos cambios. Y creo que el caso de La Ingobernable –¡qué nombre tan maravilloso!–, el edifico recientemente ocupado en el Paseo del Prado esquina a Gobernador, le brinda una oportunidad de oro para reivindicar la sinceridad de su proyecto y mandar el mensaje, cumpliendo la ley, por supuesto, de que no solo se han acabado las mamandurrias sino que también se van a corregir las arbitrariedades que se cometieron y que por suerte no han llegado a materializarse.

En referencia a La Ingobernable, quizá lo primero que habría que despejar son todas las incógnitas que rodearon a la concesión en su día por Ana Botella del edificio al arquitecto argentino Emilio Ambasz. No sé con certeza de dónde le vino a la entonces alcaldesa de Madrid tanta admiración por la obra de este polémico personaje, sí sé que Miguel Ángel Cortés, secretario de Estado de Cultura en uno de los gobiernos de José María Aznar (esposo de la alcaldesa), fue durante tres años secretario general de la Fundación Ambasz.

También sé que el citado arquitecto no tiene obra construida en Madrid, es más, tan solo tiene un edifico en España y su obra no merece precisamente la admiración de importantes especialistas en la materia. Veamos lo que opina sobre Ambazs el crítico británico William J. R. Curtis, autor de Historia de la arquitectura del siglo XX: “El trabajo de Ambasz se ha convertido en una marca de supuesta arquitectura sostenible que encubre espacios arquitectónicos banales envueltos en fachadas de ensalada verde políticamente correcta”. También sé que la concesión se hizo sin concurso público y en unas condiciones especialmente ventajosas en comparación con acuerdos similares.

Ya en 2013, cuando la señora Botella presentó a bombo y platillo el proyecto del museo, algunos arquitectos españoles (y los hay muy buenos) se tiraban de los pelos desconcertados por tan inexplicable decisión. Lean este artículo de Anatxu Zabalbeascoa para cerciorarse de la magnitud de la sorpresa, sobre todo en una ciudad en la que los diferentes gobiernos del PP han ninguneado a brillantes arquitectos, estos sí de reconocida fama mundial. Probablemente el caso más sangrante fue el derribo en 1999, durante el mandato de Álvarez del Manzano, de La Pagoda del genial Miguel Fisac. Pero no es el único olvidado. Madrid está repleto de obras interesantes que a lo largo de la historia o han desaparecido o han sufrido cambios de uso que han arruinado su diseño original. De memoria me surgen los nombres de Gutiérrez Soto, Fernando Higueras, José Antonio Corrales, Antonio Palacios, el propio Fisac, por citar solo a los que ya fallecieron pero dejaron su huella en la geografía urbana de Madrid.

Abramos pues el foco. Lo importante no es la ocupación, algo por otra parte comprensible cuando un edifico de propiedad municipal y tan bien situado lleva tanto tiempo sin un uso que genere un beneficio social. Lo verdaderamente preocupante es que esa concesión tan dudosa, tan arbitraria y tan lejana a los intereses de la ciudad siga en vigor. Creo, señora alcaldesa, que toda la energía hay que ponerla en solucionar el problema principal que no es otro que romper la cesión y rescatar ese magnífico edifico para que los vecinos del barrio y todos los madrileños puedan de alguna manera usarlo y disfrutarlo.

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