Un plan para believers
Cuando no somos capaces ya de cambiar una situación, nos enfrentamos al reto de cambiar nosotros mismos.
Sánchez se presentó este miércoles en el Congreso con un potente plan para uso de creyentes: ¡Presidente, todos somos contingentes sólo tú eres necesario! Un plan que parte de la falsa premisa de que él mismo no tiene ninguna responsabilidad, siquiera por sus elecciones y su falta de vigilancia, y de que, de tenerla, basta con sentirse engañado y repartir las culpas alrededor. La falsedad del planteamiento ya invalida el resto, lo que no empece para analizarlo.
El famoso paqueanticorrupciónión es una mezcla de medidas ya existentes, medidas ineficientes y medidas peligrosas que pueden conseguir el efecto contrario al que predica. Tal vez se salve alguna, aunque perece bajo el peso aplastante de que su impulsor carece del más mínimo predicamento moral para hablar de regeneración democrática. Quien no es capaz de detectar los problemas o impide que se los hagan ver no está llamado a resolverlos. Y esa es la realidad: dos secretarios de organización imputados, un tercero al que llamó para renovar y no pudo ni tomar posesión, un grupo de amigos de confianza y consejeros enfangados y una familia en los tribunales no es la mejor carta de visita de un regenerador.
El problema no son los mecanismos de control sino las personas. El mayor reto es encontrar aunque sea a los famosos diez justos y encargarles a ellos y no a los chorizos la gestión de lo público. No es este el fuerte de Sánchez que se rodeó de los injustos y mandó a freír espárragos a los justos y, sobre todo, a las justas que se lo señalaban. Así que nos propone una “agencia independiente” de control de la corrupción. Ja. Las agencias de ese tipo que se han creado en las autonomías ha salido rana y hasta han tenido que investigarse las retribuciones y los dineros de algunos de sus componentes. No es menester crear un nuevo organismo en el que meter ¿a gentes equivocadas? El control independiente de la corrupción son los jueces, los fiscales y las policías. Sólo basta con sacar las manos del poder de encima. Auditorías externas, lo mismo, basta con dejar de colonizar partidistamente el Tribunal de Cuentas, que para eso existe.
Van a prohibir lo que ya está prohibido, que es la contratación con la Administración de empresas condenadas por corrupción. Vamos a obligar a lo que ya ordena la ley, a devolver el dinero que se haya malversado o malgastado de las cuentas públicas, cosa distinta es que el famoso dinero del corrupto se encuentre, que ese es el problema y no otro. Van a reforzar el portal de Transparencia cuando sabemos que aún hoy se resisten a entregar los datos y hay que acudir a los tribunales para exigirlos. De nuevo las personas y no los mecanismos. Se plantea proteger al denunciante de corrupción -figura ya existente pero mal implementada- en un partido en el que todo el que osara señalar a los ahora imputados salía con una patada en el culo. Los canales internos de denuncia ¿funcionarán por ponerlos o hará falta que el líder y su círculo de confianza no los gripen?
Luego llegan las medidas que pretende exigir a las empresas lo que Sánchez no se exige a sí mismo. Algunas cosas desde luego ya existen, como la prohibición de contratar y los programas de compliance, que toda constructora tiene, ¡hasta Levantina! y que solo si son creíbles y tienen un oficial u oficina de implementación y control efectiva sirven para prevenir y para eximir de responsabilidad. Pero es que además plantean la idea de que toda la organización sea responsable de los garbanzos negros que le puedan salir -¡no como Sánchez, claro!- de modo que las multas no se señalen sobre el importe de la corrupción sino sobre el total de facturación de la empresa: unos corruptos que no detectes te hunden todo el negocio. ¿Se lo va a aplicar a él mismo o es solo para empresarios de puro y chistera? O la introducción de figuras como el comiso administrativo que ya puede usarse a través de cautelares de la propia Administración y de embargos preventivos. Otro invento de la rueda.
Tenemos también las cosas que dan más risa que otra cosa como la de ampliar la prescripción -sin reformar el artículo 324 de la LeCrim como prometió en su día- o crear procedimientos “rápidos” de corrupción, como si el problema de que fueran lentos no tuviera que ver con la dificultad de desentrañar las complejas tramas que los delincuentes establecen para esconder el dinero y que no les pillen. O lo de que la instrucción por parte de fiscales aún muy dependientes de los gobiernos mejore las garantías de persecución de la corrupción, ¿qué van a hacer los fiscales que no hagan ya los jueces? El problema son las personas y su afán por colonizar y gripar los mecanismos de control, no los mecanismos ya existentes. Nuevos organismos que a su vez puedan ser colonizados no aseguran nada y dan más temor que otra cosa. Ya existe, por ejemplo, la lista de PRP (personas de relevancia pública) del Sepblac, que aumenta todo tipo de controles bancarios y financieros sobre los cargos públicos y sus familiares y entorno, y vemos que no han detectado nada ni de Ábalos ni de sus hijos o parejas ni de ninguno de los ahora encausados. Eso sí, a muchos ciudadanos les bloquean cuentas y operaciones por una transferencia.
En fin... un verdadero brindis al sol para tranquilidad de creyentes y asociados. Lo mejor, el punto final, el de generar una cultura de integridad en la ciudadanía. ¿En la ciudadanía? La ciudadanía no va por ahí ni cohechando ni recibiendo mordidas. La ciudadanía tiene muy claro que meter en empresas públicas a tus amiguitas es una desvergüenza. No parece que sea la ciudadanía la que precise de cursillos de honestidad sino esa clase política que se convierte en extractiva en cuanto tiene a su alcance los dineros públicos o que se mete en política precisamente para eso. Más les valdría hacer un cursillo dentro del partido y agendar sesiones de auto convencimiento y búsqueda de gentes honradas y con afán de servicio. Algunas, en fin, son buenas ideas siempre retrasadas como la de regular el ejercicio del lobby en España. Esperen porque en todo este escándalo también hay lobbistas mezclados.
No irán a ninguna parte estas medidas. No se implementarán. Ya han servido para lo que tenían que servir, para mantener sentados un ratito más a los socios de legislatura, a unos más y a otros menos, y tirar otro rato hacia adelante, hasta el próximo auto, el siguiente informe, la nueva revelación. El pus si no lo sacas se extiende. Le han dado la solución en el propio hemiciclo, si se trata de salvar la legislatura progresista cabía la moción de confianza o el paso al lado para que otro candidato socialista sea investido con la misma mayoría. Todo lo demás es una larga agonía que no sólo no arreglará nada sino que socavará las posibilidades de la izquierda para futuros comicios.
Un plan perfecto para believers, pena que cada día queden menos.
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