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Cuando la política se convierte en problema

Pedro Sánchez y Carmen Calvo en el Congreso con otros miembros del PSOE

Rosa María Artal

Durante muchos años, las sociedades confiaban en la política para afrontar sus grandes problemas. Por mucho que fuera el escepticismo, incluso el espíritu ácrata, sabíamos que ante una catástrofe estaban los gobiernos, las administraciones, para ocuparse de ello. La política se ha convertido ahora, por el contrario, en una losa con la que cargamos. En un avispero que nos vemos obligados a atender para calmar los ánimos y buscar salidas. Los llevamos en brazos, a la guardería incluso, en lugar de tenerlos como referentes para los problemas reales, algunos graves y urgentes de muchas personas. Ahora mismo, la política no es una solución, es un problema. Los barómetros del CIS lo reflejan textualmente.

Tras el espectáculo dado con las investiduras fallidas, la forma de abordarlas y las declaraciones adyacentes, volver a convocar elecciones para noviembre ha  indignado a la sociedad. Se lo diré con algo más de precisión. Las personas dicen estar, además de indignadas, desencantadas, tristes, abochornadas, ofendidas, airadas, pesimistas, cansadas, aisladas, hartas, asqueadas… sin poder dormir (casualmente). Algunos, todavía con la ilusión de luchar. Los calificativos los he recogido en Twitter y responden tanto o más a las hoy indispensables encuestas que surgen como setas en otoño. Y en la calle, al teléfono, al eco del viento.  Que dimitan, que se vayan todos, se oye insistentemente.

Estos estados de ánimo son un caladero para las ideas más involucionistas. Quienes los provocan están haciendo un peligroso ejercicio que no tiene que ver con la política, sino con su forma de llevarla a cabo. La política se definió ya en la Antigua Grecia para abordar cuanto se relaciona con los ciudadanos. Es la que dicta las normas generales. Es el trabajar por el bien común. Se ha escrito tanto de la política que igual hemos olvidado su esencia y su papel. Y, desde luego, los políticos que hacen mal su labor hacen mala política, o no hacen ni siquiera política.

España evidencia la falta de cultura política e incluso democrática. Actualmente, el franquismo pesa en las instituciones y la ultraderecha oficial se ha abierto paso con la facilidad del que hace un paseo triunfal por terreno amigo. Quizás éste sería el primer punto a resolver. Los países nórdicos se trabajan su democracia de forma cotidiana, y aun así les alcanza también el virus ultra. Menos. 

No es de recibo que todo un ministro portavoz como José Luis Ábalos diga que siente que le han robado el voto y le han usurpado la victoria electorale han robado el voto y le han usurpado la victoria electoral. Un pensamiento que parece compartir el propio presidente en funciones, Pedro Sánchez. Eso equivale a decir que el PSOE robó el triunfo electoral de Rajoy con el acuerdo para la moción de censura. Eso induce a pensar que los altos mandos del PSOE desconocen u obvian el funcionamiento de la democracia parlamentaria. Porque así no funciona. 

La entrevista al presidente saliente en La Sexta fue otro jarro de agua fría para quien esperara soluciones. “No podría dormir con un ministro de Economía o Energía de Podemos”, dijo Sánchez, ofendiendo a quienes padecen severos insomnios por problemas que los gobiernos, el suyo incluido, no resuelven. Tras De Guindos, Montoro o Rato en el puesto, hace falta tener el sueño muy selectivo. 

Es el PSOE con estas salidas, la vicepresidenta Calvo en el grupo, y es el PP con Casado diciendo “tenemos que reclamar que se pueda ir por Barcelona sin que te acuchillen por la calle” desde su peculiar viaje al “centrismo” o Cayetana Álvarez de Toledo adherida a la altanería, la mentira y la ultraderecha como forma política. O la ocurrencia de Albert Rivera intentando tomar aire demoscópico con un apoyo a Sánchez a cambio de un 155 para Catalunya –antes de que se produzcan delitos- fuera de los cauces de la Constitución y de la democracia.  En ellas, la justicia “preventiva” no se contempla.

Una política ejercida, además, con trampas. Facebook y Twitter han detectado cientos de cuentos falsas “operadas por el PP” para manipular el debate político. Twitter ha confirmado ahora que se manejaba desde el partido, como denunció eldiario.es

La sociedad está teniendo la impresión de que solo van a lo suyo. Los votantes y medios afines al PSOE y, menos, de la derecha atribuyendo parecidas motivaciones a Unidas Podemos. Y en medio vuelve Íñigo Errejón diciendo que no va a concurrir pero que se lo piensan sectores de su partido, y los medios entran en ebullición.  

Nos estamos resintiendo todos. El malestar se contagia, se mira cada palabra, se producen equívocos. Estado de hiperexcitación a causa del clima creado por unos políticos que en lugar de resolver nuestros problemas, crean otros añadidos.

Y ahora la travesía al centro en objetivo común de PSOE y PP, tras echar la corrupción y la moción de censura como pelillos al mar, en virajes ideológicos de quita y pon. Para regresar a aquel paraíso añorado que perdieron por su mala cabeza y sus muchos incumplimientos con la ciudadanía.

Esto solo se resuelve con una regeneración profunda y estamos muy lejos del camino que la trae. Han estirado demasiado la cuerda de la mala política, está ahogando demasiados valores esenciales. Esperemos que la lógica ciudadana busque salidas positivas. De exigencia, inexcusablemente.

 

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