Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Ya puestos, que hagan en Doñana una autovía y miles de apartamentos

Aspecto que presentaba la laguna Zahillo de Doñana el pasado septiembre.

30

¿Qué más podemos hacer para terminar de cargarnos Doñana? Venga, hagamos una tormenta de ideas chungas, a ver qué se nos ocurre para deteriorar más uno de los espacios naturales más valiosos de Europa. Un, dos, tres, responda otra vez: Regularizar regadíos ilegales. Construir una autovía que atraviese las marismas. Recalificar terrenos y levantar hoteles, urbanizaciones, miles de apartamentos y campos de golf. Un oleoducto que cruce la zona. Un almacén subterráneo de gas…

¡Tolón, tolón, tolón! Fatal, ni una respuesta original, no tenemos imaginación para el mal. Todo lo malo que se nos ocurre está ya inventado, intentado y hasta llevado a la práctica. Lo de regularizar los regadíos ilegales que chupan agua de donde no hay es el último, pero antes ya hubo otros intentos de acabar con Doñana.

¿Se imaginan una autovía atravesando las marismas? ¡Pero si es una idea viejísima! El PP lleva lo menos veinte años proponiendo una autovía que una Huelva y Cádiz sin pasar por Sevilla. Es decir, cruzando Doñana por el norte. Una obra demencial, que no solo sería un atentado ambiental sino también un disparate y un despilfarro: en caso de superar las muchas dificultades del terreno (incluido el paso del Guadalquivir en tramo navegable), se conseguiría ahorrar… 10-15 minutos respecto al trayecto por la prevista SE-40 sevillana. En 2007 el entonces candidato, Javier Arenas, llegó a poner ¡una primera piedra!, con foto y todo, para mostrar su compromiso con la nueva infraestructura. En 2018 Juanma Moreno la llevaba en su programa electoral y prometió iniciarla en la pasada legislatura, cosa que por suerte incumplió. En todos los casos, lo vendían como una oportunidad de traer más turismo al parque, chúpate esa.

Ah, el turismo, gran idea: ¿qué tal si recalificamos 300 hectáreas en la zona, lo ponemos en manos de promotores privados y les dejamos levantar 32.000 plazas turísticas entre hoteles y urbanizaciones, además de por supuesto unos cuantos campos de golf y un puerto deportivo? Se me ocurre hasta el nombre para el invento: Costa Doñana. Demasiado tarde. También se intentó. En los ochenta. Se lanzó la idea, se dieron los primeros pasos -recalificación de terrenos incluida-, y el tema fue dando tumbos judiciales y políticos, entre la protesta ciudadana, hasta que finalmente se aparcó.

Qué disparate, construir urbanizaciones y hoteles en un lugar tan sensible, ¿verdad? Bueno, ahí está Matalascañas, que es una cosa graciosa también. Si ves el mapa del Parque Nacional, observarás que hay un pequeño recorte rectangular en su extremo occidental: uno de los puntos de mayor densidad humana de la costa española, destino principal de veraneo de los sevillanos, más de cien mil veraneantes en temporada alta, por supuesto chupando agua también del parque (el año pasado se secaron las lagunas mientras en Matalascañas se regaba el césped y llenaban las piscinas) y de paso contaminando con sus aguas mal depuradas, además de atascando la carretera de acceso -paso de linces, animalitos-, carretera que por supuesto también proponen desdoblar.

Si tienen memoria, no hace falta que les recuerde que el oleoducto -con su terminal marítima y sus petroleros cargando en la costa- y el almacén de gas no son fantasía malsana sino proyectos que los gobiernos de turno consideraron seriamente años atrás. De modo que el último asalto, la propuesta del gobierno andaluz de ampliar los regadíos, es solo el último de muchos intentos por cargarse el parque, desde las repoblaciones de eucaliptos de hace setenta años, origen de las primeras acciones medioambientales para proteger la zona, pasando por el desastre de la mina de Aznalcóllar.

Lo milagroso es que quede algo de Doñana a estas alturas, tras décadas de desatención, incumplimientos y agresiones. Y no solo por parte del PP, por decirlo todo. Lo milagroso es que sigamos teniendo un espacio así en el país del Algarrobico -que ahí sigue-, el Mar Menor muerto, la urbanización salvaje de la costa, o la Bahía de Portmán (que si te lo cuentan no te lo crees).

De milagroso, nada. De no ser por la acción de tanta gente que, desde el activismo, la investigación, las instituciones y la política, así como no pocos vecinos de la zona, Doñana no sería hoy un problema ni Bruselas nos sacaría los colores (y los millones en multa). Porque no quedaría nada.

Etiquetas
stats