El silencio de los corderos
Que Luis Rubiales es un zombi institucional lo sabemos todos menos él, su director de comunicación y el estratega del PP aún empeñado en echarle la culpa a la ley del 'solo sí es sí' y presentarnos al interfecto como un amigote de Pedro Sánchez. Seguir disparándole ya no tiene mucho mérito. Luce pero no aporta gran cosa.
No hay más que ver la lista de justicieros de último segundo –empezando por la FIFA, ese modelo de corrupción– que se han sumado a la lista de comunicados, repulsas y condenas contra los comportamientos machistas “en general” y a favor de la igualdad “en general” en el mundo del fútbol; no vayamos a poner nombre y apellidos, ni a posicionarnos, no vaya a ser que tengamos que asumir alguna consecuencia.
Rubiales no puede ser el final, ha de constituir el principio. Su cese anunciado ni arregla nada, ni resuelve nada, ni cierra nada. Su marcha ha de convertirse en la primera de muchas que deben producirse en el mundo de fútbol y en ese agujero negro llamado Real Federación Española de Fútbol. La semana pasada se sostenía, en estas mismas líneas, que no nos merecíamos a las campeonas del mundo en un país que no las trató como profesionales hasta el año 2020. Ya no debe quedar duda alguna de que así es. No puede ni debe servirles, otra vez, la vieja estrategia de cambiarlo todo para que todo siga igual.
La marcha de Rubiales debe servir, en todo caso, para que podamos hablar de como los grandes clubes, empezando por el Real Madrid y el Barcelona, se han puesto de perfil con comunicados de un cinismo patético; o como un único internacional, Borja Iglesias, ha tomado la decisión decente: no volver a la selección mientras siga representando a esta federación y toda la miseria que ha emergido de golpe; o como los leones que vemos disputar el balón en las canchas entre aspavientos y desafíos, se vuelven mansos corderos que prefieren guardar silencio o, como mucho, ponerse una camiseta con un lema -siempre que lo haga toda la plantilla, por supuesto-.
Ponerse una camiseta que diga “contigo Jenni” está muy bien para tranquilizar la conciencia, pero sirve para más bien poco. De gestos vamos servidos. Queremos cambios y resultados.
El problema ya no es únicamente Rubiales. Lo es también este abrumador silencio de los corderos que representa a la mayoría del deporte del balón y que solo han empezado a hablar cuando la presión social los ha dejado en evidencia. Lo es también esa parte no pequeña de la prensa deportiva que ha justificado a Rubiales hasta que se volvió insostenible. Lo es también esa parte de la otra prensa y de la derecha que sólo le preocupaba encontrar la manera de conectarlo todo con el Sanchismo. Lo es también el ejército de hombres que han convertido en un signo de hombría analizar las fotos de la Federación y proclamar que, en el fondo, ella lo quería y ella lo buscaba. No hay que rascar tanto para que salgan Rubiales a patadas tocándose sus partes.
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