Las urnas no lavan la mentira y el fraude
Permítanme que les exprese mi perplejidad, aun conociendo el país en el que vivo y las circunstancias que concurren. Aquí no ha cambiado nada desde la semana pasada, por poner una fecha. Éticamente, en absoluto, a no ser a peor. En la práctica sí, el PP ha cosechado un gran triunfo electoral que le da el poder en muchas más comunidades autónomas y ayuntamientos. Pero nunca votar mentiras gruesas, trampas y rencor puede ser un hecho asumido como normal por mucha que sea la mayoría que se decante por ello en las urnas. No vivimos en una democracia rigurosa y sus fallos estructurales cada vez evidencian más su importancia decisiva. De hecho son los que le han reventado las costuras. La perfección no existe, lo sabemos, pero de ahí a las tragaderas de España con estas anomalías hay un abismo que nos engulle.
Las urnas no han lavado nada a no ser -en autoservicio- las conciencias de algunos manipuladores de la información o tibios militantes de la costumbre. Estas elecciones, más aun que otras con anterioridad, han estado cuajadas de fraudes y mucho más allá de las reseñados. Resucitar a ETA por conveniencia electoral, soltar acusaciones de las que deberían ir de oficio a la Fiscalía, no es un juego de dialéctica electora, es mentir a saco, hacer temblar de miedo a los más vulnerables en criterio, ocultar las verdadera intención de dañar por interés. Darles el premio del éxito, una injusticia monumental. Con la propia sociedad.
La malsana campaña electoral ha sido el fin de fiesta de un proceso altamente viciado. Lo ocurrido en España con ciertos políticos y medios es como si en una prueba de atletismo a unos corredores les ataran los pies juntos con la holgura de un paso y a otros –a otra- los montaran sobre un Rolls Royce descapotable para desplazarse. Es exactamente así. Y cualquier persona un poco avispada siquiera se preguntará dónde está el gato encerrado y qué se está comiendo. Ni encerrado está. La promoción de la gran triunfadora, Isabel Díaz Ayuso, es escandalosa.
Como lo son los ataques sufridos por Podemos. Si no fueran suficiente el lawfare ya acreditado y el tratamiento informativo habitual, el ninguneo promocional de estas municipales y autonómicas ha sido de dejar perplejo a cualquier demócrata.
Ciertamente, el PP es el gran vencedor de esta manera sucia de hacer política que busca su continuidad. Resulta inaudito dar mayoría absoluta a quien, como Ayuso, gestiona para los ricos con el dinero de todos, cercena la educación y la sanidad pública o tiene la terrible sombra del despiadado protocolo de la vergüenza para los geriátricos de Madrid. Es preocupante -como sociedad sana- que esto le suponga un contrato para cuatro años más de lo mismo. Y es conveniente observar la desesperación con la que gran parte de sus fans comen y distribuyen bulos e insultan en defensa de su idolatrada presidenta como si eso les evitara enfrentarse a la realidad.
Sin duda el triunfo del trumpismo, del fascismo populista, no se da en una sociedad satisfecha, la española ha demostrado no estarlo pero no por cuestiones esenciales de su vida diaria, dado que ha preferido en las urnas acrecentar su deterioro: ha sido un voto que destila odio, impunidad y revancha. El que orquesta la propia Ayuso y otros líderes del PP. Es la enfermedad social más grave que se ha revelado estos días.
¿Y por qué? ¿No se han aprovechado suficientemente de los recursos públicos? ¿Han recibido una pena excesiva por sus conductas delictivas? Todo lo contrario, seguramente por eso nos vemos así. El encono y sed de venganza debe de ser por haber perdido temporalmente el poder absoluto que han decantado tanto tiempo, por décadas.
El órdago del presidente Sánchez les ha descolocado, trinan los medios del PP con sus firmas más afiladas. Es arriesgado con la izquierda sufriendo el efecto de los golpes asestados y sin haber solventado la anomalía democrática del secuestro táctico del Poder Judicial por parte del PP. O reformado la ley mordaza. Pero no se podía hacer mucho más en estas condiciones, tras verse destronados los barones de derechas del PSOE, salvo el más extremo de ellos: García Page. Sánchez, eso sí, ha aguado la fiesta de los populares y le ha cortado las alas a Ayuso, que ya volaba a Moncloa para noviembre y ahora le puede costar un poco más.
La diferencia de votos reales entre PSOE y PP no es tan abrumadora como su resultado en cargos gracias a la Ley electoral que propicia mayorías, al punto de conseguir que los votantes de Alejandra Jacinto, de Podemos, hayan servido para dar diputados autonómicos a Ayuso precisamente, hasta su mayoría absoluta. El deliberado hundimiento de Podemos también ha desbancado a gente tan valiosa como Héctor Illueca, que ha sido vicepresidente de la Generalitat valenciana. Cambiar ese gobierno por un “hijo” político de Zaplana y demoliendo las leyes sociales, purga en las aulas como exige Vox para apoyarle es un cambio notable y un anticipo de lo que va a venir con ese triunfo del PP.
Y no han cesado los ataques que en modo alguno dedican a las formaciones de derecha y ultraderecha a Podemos: las grandes cadenas privadas de televisión malmeten y agreden hasta en sus programas de entontecimiento, como El Hormiguero, que siguen intentado el descabello hasta el final, con éxito de público.
Los errores se percibieron de lejos, y se avisaron pero hay veces que la izquierda (o asimilados) no escarmienta ni en carne propia. Los resultados electorales de Más Madrid, Compromís o Ada Colau para la alcaldía de Barcelona obligan a replantearse el peso de los sumandos o las restas o las tintas invisibles. No hay otra que unirse aunque ahora sea más difícil por lo sucedido en el reciente pasado. Tan “pasado” como hoy mismo, donde periodistas afines tampoco dejan de meter cizaña. Todo suma... para que gobierne el PP.
Por el bien de todos, deben intentarlo. Ver entronizados la mentira y la trampa es desolador, como idea de decencia de país incluso. Que además el PP vaya a pactar por necesitarlos con Vox le añade un plus de barbarie. Por más que hayan logrado introducirla en la cadena trófica de la democracia.
Iremos viendo todo cuanto los nuevos gobiernos de derechaultraderecha van a cercenar y van a erigir también. Ojalá se pare ahí -aunque en sí misma es una tragedia- y un nuevo gobierno central progresista repare destrozos y se decida a acometer soluciones reales al endémico problema de la democracia española. Todo lo que debió hacerse en esta, bien es verdad, complicada legislatura. Millones de personas que hoy están exultantes van a disfrutar lo votado a conciencia y no lo vamos a lamentar por ellos en lo más mínimo, sino por los demás a quienes arrastran a esa situación. De cualquier forma, todos los electores -de toda profesión- son adultos y libres y es hora de que cada cual se haga cargo de su vida, sus aciertos y sus errores.
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