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La democracia renace cuando las urnas se llenan de votos

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Aunque, para renacer bien cada vez, la democracia necesitaría una ley electoral que conceda idéntico valor a todos los votos, garantice libertades a tope y la menor corrupción política posible. Demasiadas condiciones.

Hoy volveré sobre la propuesta de “papeleta con más democracia” que, aunque no ha provocado manifestaciones ante las puertas de los parlamentos (una ironía necesaria para no olvidar que la Ley Mordaza sigue “mordiendo”) sí ha suscitado cierto interés tras la publicación de “Queremos más democracia en las papeletas de votación 1”.

La propuesta consiste en que cada candidatura que concurra a un proceso electoral pueda incluir, si lo desea y en el reverso de sus papeletas de votación, algún texto que incluso podría solicitar de sus votantes respuesta en la misma papeleta a una o varias preguntas. En el anverso, como siempre, figurarán las personas que componen la candidatura.

Finalizado el recuento de votos y firmada el acta por la Mesa Electoral, todas las papeletas de las candidaturas que en sus reversos hayan pedido opiniones a sus votantes, tanto si se han contestado como si no, se entregarán a los representantes de esas candidaturas.

Mientras no se admita esta “papeleta con más democracia” se debe promover el debate, y más teniendo en cuenta que esta propuesta debería tenerse en cuenta a la hora de reformar una LOREG a la que no solo habrá que incorporar los cambios derivados de los avances tecnológicos habidos desde 1985.

Hoy me limitaré a una reflexión general y a comentar los efectos sobre dos normas que se aplican en todas las convocatorias electorales.

¿Se imagina usted lo mucho que se potenciaría el debate interno en los partidos políticos si también pudieran convencer a sus electores con unas papeletas en las que incluso les podrían pedir opiniones sobre puntos de sus programas electorales y respetando el secreto del voto?

¿Se imagina usted la motivación de todos los partidos políticos para conseguir la papeleta de voto con el reverso más convincente, o que más opiniones pueda conseguir en la jornada que decidirá el próximo gobierno?

Y la importancia de que todos esos reversos, con mensajes distintos de las diferentes candidaturas, solo se podrán conocer cuando ya estén impresos y no se puedan modificar, a diferencia de las listas, cuyos nombres importantes aparecen mucho antes de que comiencen las campañas.

Y la ilusión, o el miedo, de los líderes a que una parte del electorado pueda cambiar de papeleta no por los candidatos, sino por un mensaje más convincente o más comprometidos con las preferencias de sus electores.

Y el ingente trabajo postelectoral de los partidos, analizando las respuestas de sus votantes, personas a las que les deben la confianza del voto entregado.

Tras esta reflexión, los dos detalles de la normativa. El primero, valga la coincidencia, sobre la jornada de reflexión.

Quizás una papeleta de votación con mensaje electoral rompa el silencio legal de las 24 horas antes de votar, esas que nos han ayudado a “decidir” el voto sin propaganda. No sé si a usted le ha ocurrido lo mismo al leer estas últimas 29 palabras, pero yo he sentido el ridículo de explicar una norma inútil y sin sentido, entre otras cosas porque nadie elimina la publicidad estática que permanece en los carteles durante esa última jornada, por poner solo un ejemplo. Y porque ya somos mayorcitos.

Y el segundo, sobre el voto nulo.

Desde las de junio de 1977, el total de votos declarados nulos en las urnas del Congreso para las 15 elecciones generales celebradas ha sido de 3.565.113, lo que significa el 1,04% de los votos a candidaturas, según el Ministerio del Interior, y no es un dato que se haya ido reduciendo significativamente a lo largo de los últimos 42 años. No son muchos, pero siempre son demasiados porque suponen interpretar la intención de una persona desconocida y porque un solo voto injustamente anulado puede decidir un escaño.

En el acto electoral lo más importante es respetar la indiscutible decisión del votante que ha introducido su voto por una candidatura en la urna frente a la aparición de cualquier marca que pueda aparecer en esa papeleta. Por eso, y aunque no triunfen las “papeletas de votación con más democracia”, anular un voto depositado ante la autoridad electoral debe ser una decisión mucho más excepcional de lo que lo es hasta ahora.

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