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Populismo sanitario y falsos milagros en Madrid
La sanidad en la Comunidad de Madrid viene siendo gestionada por el PP desde hace 25 años, antes de su transferencia a las autonomías, en el año 2001. Dicha transferencia pretendía servir para acercar la gestión de las prestaciones sanitarias a los ciudadanos, pero en algunos casos no ha servido claramente para encauzar su mejoría, sino para otros diversos intereses. Especialmente desde 2003, durante los mandatos de Esperanza Aguirre, la gestión de la sanidad se centró sobre todo en la creación de grandes infraestructuras hospitalarias, dejando deliberadamente en el olvido otras prestaciones con menos tirón mediático pero básicas e imprescindibles para los ciudadanos como la atención primaria, la especializada, la urgente, la salud mental, la salud pública, y las prestaciones sociosanitarias. Se apostó asimismo por el práctico desmantelamiento de las áreas sanitarias, con la excusa de la libre elección y del área única, cuyas nefastas consecuencias, como el desvío de medios y dinero a las concesiones sanitarias privadas, hemos descubierto años después.
Es decir, en Madrid se ha optado deliberadamente desde hace años por una Sanidad de escaparate, con grandes inversiones inmobiliarias y creación de unidades superespecializadas, que dieran ocasión a grandes presentaciones publicitarias, en lugar de invertir en medios y personal para conseguir en nuestra Comunidad una sanidad pública integral, resolutiva, coordinada y eficiente en todos sus escalones. Como estrategia de marketing político-sanitario hay que reconocer que fue bastante rentable, como se vio cuando aumentaron los votos para el Partido Popular en las zonas de la periferia de la Comunidad de Madrid, tradicionalmente votantes de la izquierda. El populismo sanitario es difícil de combatir, porque es difícil hacer entender a la población que es mejor invertir en una buena organización, recursos y medios humanos y materiales que en la construcción de hospitales, cuyo coste se dispara además por el pago aplazado a las concesionarias y deberían tener un gasto anual similar al de la construcción en personal, suministros y farmacia, el cual habitualmente se intenta minimizar infradotando los servicios, como se ha visto tras la apertura de los nuevos hospitales en la periferia de Madrid, dándose la paradoja de que tras la misma, se ha reducido el total de camas hospitalarias en la comunidad, y alguno de ellos sigue con alas enteras cerradas y sin dotación de personal.
Los profesionales de la sanidad pública venimos observando y denunciando esta situación desde hace años, junto a las mareas blancas. La situación parecía que iba a revertirse con la victoria del Partido Socialista en la Comunidad de Madrid en las últimas elecciones autonómicas de mayo del 19, pero sin embargo la inclinación de Ciudadanos en Madrid por formar una coalición de derechas, evitó un Gobierno progresista y permitió que siguiera gobernando el Partido Popular bajo el mando de Isabel Díaz Ayuso. Esta, como aprendiz avanzada de Aguirre, y bajo la tutela de personajes de nefasto recuerdo para la sanidad madrileña como el señor Lasquetty, autor del intento frustrado de privatización de los hospitales públicos de la periferia de Madrid, no ha hecho más que continuar y ampliar dicha política sanitaria populista y de escaparate. Un buen ejemplo lo hemos tenido durante la pandemia de COVID-19, cuando la señora Ayuso decidió abrir un hospital provisional en el recinto de IFEMA donde, respetando el trabajo los compañeros allí destacados, de ellos detraídos de la atención primaria, muchos nos sorprendimos al ver que los pacientes aparecían en vídeos bailando y saltando, cuando los que atendíamos en los hospitales tradicionales apenas se podían separar del oxígeno ni incorporarse de la cama, porque tenían una gravedad importante y una mortalidad muy elevada. Así pues no nos sorprendieron las tan publicitadas bajas cifras de mortalidad del IFEMA, dado que la mayoría eran pacientes leves. Si este modelo fuera realmente la respuesta más adecuada a la pandemia, como se nos intenta convencer otra vez dado que se plantea consolidarlo, debería haber servido para solucionar de manera eficaz al colapso que sufrieron los hospitales en el punto más alto de la ola de la pandemia, cosa que no ocurrió; y este mal llamado hospital milagro, paradójicamente no acogió a casi ningún anciano derivado desde las residencias de la comunidad, donde en muchos casos no se ofreció otra alternativa que la sedación en los casos más graves, y lo que era un verdadero milagro es que se consiguiera trasladar estos pacientes a los hospitales para ser tratados allí.
Es decir, estando sin solucionar todavía la grave situación estructural de la atención primaria, los hospitales, y las residencias socio sanitarias en la comunidad de Madrid, con importantes carencias de personal , medios y organización, su dramático colapso podría volver a repetirse en una segunda ola de la pandemia, y aun así se nos intenta vender nuevamente el modelo IFEMA como panacea, eso si, trasladándolo a otra localización donde no interfiera con la celebración de las ferias comerciales en Madrid (lo que al parecer seria su única desventaja ), mientras se sigue desdeñando reiteradamente el trabajo de la atención primaria, primer baluarte frente a la epidemia, dónde siguen sin aparecer los refuerzos prometidos en la desescalada, ni los supuestos rastreadores de contactos, que sin duda costarían mucho menos de los 50 millones presupuestados para el ‘hospital del pandemias’ y obtendrían mejores resultados en la prevención de la expansión de los casos.
El PP de Madrid y sus aliados, Ciudadanos y Vox, pretenden profundizar así en este modelo sanitario de photocall, sin entrar realmente en la resolución de los problemas estructurales de la sanidad en la comunidad, trágicamente agravados durante la primera ola de la Covid en Madrid , y como es lógico, siguiendo el guión ya hemos podido ver las primeras fotos de la Sra. Ayuso en los terrenos donde se supone que se va a instalar el centro, cuando todavía no hemos visto ninguna foto suya agradeciendo al trabajo de los sanitarios en los centros de salud, ni por supuesto en ninguna residencia, ni en ninguno de los hospitales que han sido primera línea de batalla en la primera oleada del COVID-19.
Los profesionales sanitarios debemos ser los primeros en denunciar este modelo populista por responsabilidad social y hacia nuestros pacientes, y a la vez debemos esforzarnos en explicarles que las propuestas sanitarias realmente eficaces son a menudo mucho menos visibles, por lo que debemos insistir en pedirles su apoyo permanente al trabajo a veces oscuro, pero siempre sacrificado y eficiente, de los trabajadores de la sanidad pública en general, y especialmente de la Atención Primaria, qué es donde se debería parar la siguiente oleada del virus sin que haga falta obrar milagros, antes de que colapsen hospitales y residencias, y eso se lograría simplemente invirtiendo en ella y gestionándola como merece para que pueda funcionar como debe.
José Ángel Satué es Médico especialista en Medicina Interna y Coordinador sectorial de sanidad del PSOE de Madrid
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