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Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

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Contra los avales

Canvassing for Votes, William Hogarth 1755. Parte de la serie Humours of an Election.Sir John Soane's Museum, Londres. Wikimedia Commons

Alberto Penadés

En el mundo de lengua inglesa suele llamarse papeleta australiana al invento del voto anonimizado, porque en Australia, donde era célebre el matonismo pre-electoral, fue donde primero se introdujo la papeleta que garantizaba el voto secreto (1856). Antes de eso, o no se exigía secreto o se empleaban votos escritos a mano que permitían la identificación del votante. La razón por la que el secreto del voto es un axioma democrático no es solo para proteger a los votantes de coacciones o premios indebidos, aunque también, sino, sobre todo, por el tipo de relación de representación que infunde su ausencia. Una relación personal entre representantes y representados, vertical y clientelar, basada en bienes distributivos; más bien que una relación desde abajo, horizontal y basada en programas y bienes colectivos. Entendámonos, la política tiende al particularismo como los negocios al conchabeo, ni la democracia representativa ni el mercado son fuerzas de la naturaleza. El voto secreto no es un remedio infalible, pero es una condición necesaria para lo que hoy damos por bueno como democracia. En una organización, donde sería absurdo impedir las relaciones personales y es más bien lógico desearlas, la cuestión tiene mal remedio, pero por eso también se requiere mucha cautela si se ha de lograr un equilibrio entre liderazgo personal y algún tipo de ideas. 

Se me perdonará que enmarque de esta forma las declaraciones de Susana Díaz cuando anunció su intención de que los militantes socialistas le “den su aval y después, el voto”: “Para mí es muy importante que uno diga 'yo avalo a Susana', le doy un valor enorme”. “Yo respeto mucho un aval, porque cuando avalas a una persona das tu palabra, te comprometes y eres capaz en ese momento de representar a esa persona”.

Las obras de Pedro Sánchez siguen el mismo principio, aunque no haya hecho una declaración tan enjundiosa: los dos han competido por los avales de igual forma. Cuando se quintuplica el número de avales necesarios, no son avales lo que se presenta, sino votos en una primera vuelta.  No sabemos si Patxi López habrá hecho de la necesidad virtud.

En la recogida de avales la participación ya ha sido superior a la de las primarias de 2014. En aquellas elecciones votaron el 64,8% de los militantes censados (128.123 de 198.123), en esta primera fase de las elecciones internas, la recogida de avales, han votado el 65,6% de los militantes, según se ha informado: 123.373 de un censo de 187.949. Y eso contando solo los avales verificados (59.390 avalistas para Susana Díaz, 53.117 para Pedro Sánchez, y 10.866 para Patxi López), pues los avales presentados fueron unos 133.000 (la cifra de los avales de Patxi López solo se ha publicado como aproximación), lo que supone un 70% del censo. Un espectáculo.

De las siete Comunidades Autónomas donde el PSOE ocupa la presidencia, Susana Díaz ha ganado en cuatro y Pedro Sánchez en tres. Los avales verificados recogidos por solo estos dos candidatos suponen más del 75% de los militantes de esas comunidades (calculado sobre el censo por autonomías de 2016; el actual no se conoce, pero es menor). Es casi seguro que el número total de avalistas exceda el 80% del censo real del territorio que gobierna. Está claro que el PSOE es una organización muy conectada.

Así, antes de mirar al reparto de avales, lo que debemos guardar para nuestras meditaciones es que asistimos a una primera vuelta sin voto secreto. Las primarias se convierten en un proceso que combina las malas propiedades de dos sistemas. Una elección por un procedimiento de representantes en un congreso tiene (no sé si en el PSOE, pero en potencia) la ventaja de la capacidad de control de los líderes por los parlamentos internos y un principio de separación de poderes, a costa de una mayor mediación por parte de los líderes orgánicos. Una elección por primarias internas tiene aquellas ventajas que pueda tener la expresión sin mediaciones de la preferencia de las bases y el inconveniente del potencial plebiscitario de la selección del líder. Nos quedamos con lo peor de cada casa.

La distribución de los votos/avales también tiene, además, algunas cualidades interesantes, aunque puede que sea lo de menos. Los avales a Susana Díaz provienen más bien de Comunidades donde gobierna el PSOE y donde la sombra electoral de Podemos es menos amenazadora; su apoyo es poco homogéneo en los distintos territorios, y resulta ser más bien la candidata de los que ganan que de los que necesitan ganar. Esto no quiere decir que los que tienen esa necesidad tengan un candidato alternativo. En algunos territorios clave, como Cataluña y el País Vasco, la gran mayoría de afiliados no se alinean ni con uno ni con otro. Miren.

Gráfico 1 Avales en Comunidades Autónomas según su situación de gobierno

Como enseña el gráfico 1, en las Comunidades presididas por el PSOE el número de avales de Susana Díaz es claramente mayoritario en total, aunque solo gane en cuatro de las siete. En aquellas en las que el PSOE está fuera del poder Pedro Sánchez tiene más avales que Susana Díaz. Pero, en estas segundas, la mayoría no han avalado a ninguno de los dos. Muchos de los avales de Patxi López puede que estén aquí, pero su candidatura no ha distribuido los datos. En todo caso, destaca que hay muchos más no-avalistas donde no se ostenta el poder que donde sí se hace. En las dos Comunidades donde el PSOE participa en el gobierno sin presidirlo (Cantabria) o lo ha apoyado (Canarias) ha ganado Pedro Sánchez.

Gráfico 2. Avales a Susana Díaz y diferencia de voto entre el PSOE y Podemos en 2016

Gráfico 3. Avales a Pedro Sánchez y diferencia de voto entre el PSOE y Podemos en 2016

El apoyo a Susana Díaz está correlacionado con la ventaja o desventaja que obtiene el PSOE con respecto a Podemos: las federaciones donde Podemos saca más ventaja al PSOE son las que menos han avalado a Díaz (gráfico 2). Si es la candidata adecuada para avanzar electoralmente sobre Podemos, los militantes no parecen apreciarlo. Lo que no quiere decir que se avale a Pedro Sánchez: su fracción de avales no guarda ninguna relación con la competencia de Podemos (gráfico 3).

Por último, destaca que el apoyo a Susana Díaz oscila entre el 2% en el País Vasco y el 59% en Andalucía (una desviación típica en torno a la media de 15,5 puntos). El apoyo a Pedro Sánchez es bastante más homogéneo, aunque sea menor en promedio: entre el 20% de Andalucía y el 52% de Navarra (una desviación típica de 9,5 puntos). Supongo que esto presagia unos congresos regionales y locales con mucho drama. Susana Díaz podría ganar, pero quedar en minoría hasta en once de 17 federaciones. Entre ellas, algunas federaciones donde tampoco parece que Pedro Sánchez haya despertado tanto entusiasmo avalador como podría esperarse a partir del escaso éxito de Susana Díaz, como Cataluña (66% no han avalado ni a uno ni a otro) o el País Vasco (78% no han avalado ni a uno ni a otro). Si se piensa la raíz territorial del bloqueo político de la oposición en España, esto debería preocupar mucho.

Y esto, a su vez, supongo que a todos les indica que el pulso no acabará con la votación del próximo domingo. Al contrario de lo que se dice en algunos foros, me parece poco probable que algunos militantes avalen a un candidato y voten por otro (y menos probable, todavía, que lo hagan los que han avalado a quien va ganando). Digo yo que pensarán que para qué. 

Aval es un préstamo del francés. Una errada pero pertinente etimología popular lo liga con la marcha hacia el fondo del valle que parece seguir el partido socialista. En ese caso, también estaría emparentado con avalancha.  En realidad, aunque sea francesa, su familia es la del valor, la de prevalecer y la de Valencia (mira tú por donde). Su raíz indoeuropea es wal, ser fuerte.

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