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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

Leire Salazar - @leire_salazar

Lluís Orriols - @lluisorriols

Marta Romero - @romercruzm

Pablo Fernández-Vázquez - @pfernandezvz

Sebastián Lavezzolo - @SB_Lavezzolo

Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

Luis Miller - @luismmiller

Lídia Brun - @Lilypurple311

Sandra León Alfonso - @sandraleon_

Héctor Cebolla - @hcebolla

Pesadilla en la cocina: blanco, abstención e indecisión

Los titulares que han acompañado las encuestas electorales publicadas recientemente en los distintos medios de comunicación han destacado la importante caída del bipartidismo en nuestro país. Por ejemplo, Metroscopia (El País) ofrecía una intención directa de voto a IU superior al PSOE y MyWord (Cadena SER) un empate.

Estos titulares sin embargo han dejado en un segundo plano un elemento crucial y excepcional de las últimas encuestas publicadas: el altísimo porcentaje de entrevistados que no declaran intención de voto a ningún partido. De hecho, estamos ante un máximo histórico de votantes indecisos o que aseguran que en esta ocasión no votarán a ninguna candidatura (optarían por la abstención o el voto en blanco).

Véanlo en el gráfico 1 (usando nuestros datos favoritos, los del CIS). Si en los últimos quince años el número de entrevistados que no expresaba una preferencia partidista oscilaba en torno al 35% de la muestra, en la actualidad son ya más de la mitad (!!) de los encuestados los que ante la pregunta de “si mañana hubiera elecciones generales, ¿a qué partido o coalición votaría?”, no mencionan ninguna opción.

El gráfico también muestra que en el último año han crecido todas las diferentes categorías que componen el grupo de los “sin intención de voto”: los que anuncian directamente que “no votarán” (son ya un 22,7% de los encuestados), los que anuncian que votarán en blanco (un 9,1%), y los que no saben a quién votarán o eligen no contestan (un 21,5%).

Así, nada menos que el 53% de la encuesta del CIS (49% en MyWord y 56% en Metroscopia) no escogen a ningún partido político. El que alrededor de la mitad de los encuestados no revelen ninguna preferencia partidista hace particularmente difícil el trabajo de las empresas demoscópicas que tratan de estimar los resultados electorales. ¿Cuántos de los que hoy afirman que no votarán acabarán haciéndolo? Los que dicen que votarán en blanco, ¿tendrán tentaciones de votar a alguna de las candidaturas a medida que se aproximen a las urnas? ¿Por quién lo harán? ¿Y a quién votarán los indecisos?

La “cocina” de las encuestas (que es, en buena parte, hacer supuestos sobre todas estas cuestiones) se ha vuelto mucho más exigente y mucho más complicada. Con tan pocos encuestados revelando una clara preferencia de voto a candidaturas, no es extraño que los diferentes institutos demoscópicos (con diferentes “cocinas”) nos ofrezcan predicciones mucho más diferentes incluso aunque sus datos “brutos” sean parecidos.

En lo que sigue tratamos de conocer un poco mejor a estos encuestados sin preferencia de voto, que, a falta de un nombre mejor, llamaremos “BAI” (por blanco, abstención o indecisos). Quizá conociéndolos mejor podemos estar en mejores condiciones para hacer especulaciones sobre cómo se comportarán cuando se acerquen las próximas elecciones.

1. ¿En qué medida son los BAI de hoy diferentes de los BAI del pasado?

Para intentar contestar esta pregunta, comparamos los resultados de dos barómetros del CIS, el último realizado en Abril de 2013, y uno realizado en la anterior legislatura (usamos el barómetro de Octubre de 2009, realizado a una misma distancia temporal –quince meses- de las elecciones legislativas precedentes). El gráfico 2 muestra la proporción de encuestados BAI en estos dos momentos del tiempo.

El gráfico muestra que aunque el aumento de los BAI es considerable en todos los grupos, es significativamente mayor entre aquellos de más estudios. Dicho de otro modo: si bien en 2009 existía una clara relación entre nivel de estudios y la expresión de una preferencia partidista (aquellos con menos nivel de estudios eran los menos proclives a proclamar una preferencia de voto), esta relación ha desaparecido casi por completo en la actualidad. Contrariamente a lo que estábamos acostumbrados tradicionalmente, el nivel de estudios ha dejado de ser un factor importante.

En el gráfico 3 se examina con más detalle qué tipos de BAIs han aumentado en cada nivel de estudios y por clase social, y es posible detectar algunos patrones y que confirman la impresión de que los que hoy no expresan una intención de voto son distintos de los que no lo hacían en el pasado:

Primero, como mostraba el gráfico anterior son los grupos sociales más acomodados los que más aumentan su propensión a no expresar una preferencia de voto. El porcentaje de BAIs es en torno a 20 puntos porcentuales superior en 2013 que en 2009 entre los encuestados con estudios superiores y pertenecientes a clases sociales medias y altas, pero es “sólo” 10 puntos superior entre aquellos con estudios de primaria o inferiores y para los obreros sin cualificación.

Segundo, que la forma de no expresar una preferencia partidista es diferente entre grupos: entre aquellos con niveles más altos de estudios crecen sobre todo los que dicen no saber a quién votarán. En cambio, los que dicen que no votarán crecen más entre los de niveles de estudios más bajos. Así pues, los datos sugieren que entre los que tienen mayor estudios no hay tanto un aumento de la voluntad de abstenerse, sino una insatisfacción con la oferta electoral.

Y tercero, llama la atención el incremento de la popularidad del voto en blanco. En términos agregados, mientras que el Octubre del 2009 un 4,3% de los encuestados decían que votarían en blanco, en la actualidad este porcentaje asciende a más del doble, un 9,1%. El voto en blanco de las encuestas es una de las formas del voto oculto (o del no-voto), pues nunca ha superado el 1,8% del año 2004 (cuando casi se dobló con respecto a su cifra habitual, como un voto de apoyo a la democracia, tras los atentados del 11M, de personas que posiblemente no suelen votar)

2. ¿Se comportan en política como los abstencionistas tradicionales? ¿De qué partido proceden?

Los datos hasta ahora revelan un cambio en el perfil del BAI: estos ciudadanos muestran ahora mayor nivel de estudios y de una mayor procedencia de clases sociales medias y media-altas. En general, pues, se trata de individuos con mayores recursos (tanto económicos como educativos) y, por lo tanto, con una mayor tendencia a participar en política. Estamos pues ante la desmovilización de un colectivo tradicionalmente movilizado.

Pero, y políticamente, ¿qué perfil tiene este nuevo colectivo que rechaza declarar su voto a cualquier partido tradicional? Aunque el aumento de este colectivo proviene de muchos orígenes ideológicos, hay uno que destaca especialmente: el votante tradicionalmente de centro-derecha.

En efecto, el gráfico 4 indica que una proporción considerable de los nuevos BAI son exvotantes populares. El gráfico muestra el trasvase de votos de los votantes de los diferentes partidos durante la pasada legislatura y en la actualidad. Destaca muy especialmente los cambios producidos en el comportamiento de los votantes del PP. En la pasada legislatura, apenas había votantes del PP que optaban por cambiar su voto a opciones como voto en blanco, abstención o indecisión. En cambio, en la actualidad el PP es el partido que tiene un mayor porcentaje de fugas hacia estas opciones de todos los partidos. De hecho, más de la mitad de los que votaron al PP en 2011 ahora se declaran indecisos o no votarían por ninguna candidatura.

En definitiva, la composición ideológica del voto en blanco, abstención e indecisión ha cambiado notablemente durante esta legislatura. Tradicionalmente, de entre los que optaban por estas opciones, abundaban los ciudadanos desapegados de la política y que no solían acudir a las urnas. En cambio, en la actualidad, este colectivo muestra un perfil más ideologizado y con un mayor interés por la política. Los últimos datos que ofrecemos: hasta ahora, el 70% de los que se declaraban BAI en las encuestas eran ciudadanos sin fuertes preferencias políticas: ciudadanos de centro o sin ideología. Este porcentaje es sólo del 45% entre los nuevos BAI.

De nuevo, nuestro análisis muestra que el perfil de los BAI ha cambiado y muestran rasgos más similares al votante tradicional que a los ciudadanos desafectos que no suelen participar en política.

3. ¿Qué harán los BAI cuando lleguen las elecciones?

Tan alejados de las elecciones, no podemos ofrecer respuestas contundentes a esta pregunta, tan sólo especulaciones más o menos informadas. En primer lugar, el perfil de los nuevos BAI hace pensar que se trata de personas que normalmente participan en política (más que los BAI tradicionales). Para ellos será más costoso contener la tentación de ejercer su derecho el voto cuando las maquinarias partidistas de unos y otros se pongan en pleno funcionamiento. A esto se añade el hecho de que muchos de los nuevos BAI sencillamente estén ocultando su voto ante la impopularidad generalizada de los partidos políticos.

¿Cuánto puede caer la participación? En general, todo apunta a una participación muy baja en comparación con el resto de elecciones generales en España. Si tuviéramos que predecir la participación para unas hipotéticas elecciones que sucedieran dentro de unos meses, de acuerdo con la tendencia en las encuestas (la tendencia, no el resultado concreto), tendíamos que apostar por una participación de poco más del 60%, seguramente no menor que esa cota, pero aun así inaudita en nuestro país en unas elecciones generales. El mínimo histórico el 68% (1979) y la media es casi el 74%. Se trataría de una caída comparable a la que se observó entre 1982 y 1986, las dos primeras mayorías absolutas del PSOE, y posiblemente mayor a aquella (fueron nueve puntos). Solo que entonces la caída se dio en niveles altos de participación, y ahora partimos de un resultado por debajo de la media (algo menos del 72% en 2011).

Una caída de participación así, sobre todo si volviera a ganar el Partido Popular, es de suponer que tenga consecuencias en el sistema de partidos, además de que sea justamente tenida por grave, pero no será el hundimiento de la democracia española. Después de 1986 AP se refundó como el PP y la recién estrenada y extravagante coalición de partidos llamada IU se transformó en IU como “movimiento político”.

La participación nunca coincide –salvo por casualidad- con las encuestas, porque no votar está “mal visto” y siempre se oculta un poco a la hora de responder. Aun así, en las encuestas podemos encontrar pistas sobre la propensión real de los encuestados a votar. Una pregunta que es como el perejil en todas las cocinas es la siguiente “En todo caso, ¿por cuál de los siguientes partidos siente Ud. más simpatía o cuál considera más cercano a sus propias ideas?” Muchos ciudadanos revelan su posible intención en esta segunda pregunta más que cuando se les pregunta directamente qué piensan hacer en caso de que haya elecciones. Una de las peores noticias para la participación se encuentra en que un 26% de los entrevistados, además de no señalar un partido cuando se les pregunta su intención de voto, tampoco se sienten cercanos a ninguno. Es difícil hacer una proyección a partir de eso, pero digamos que esa cifra rebaja mucho el techo de participación esperable, por mucho que cambien las cosas (salvo catástrofes movilizadoras que, esperemos, no tengamos que sufrir), y hace parecer el cálculo de una caída de diez puntos con respecto a 2011 un cálculo moderado.

Por último, el que los nuevos BAI sean un grupo que se esté nutriendo especialmente de exvotantes del PP sugiere dos cosas. Primero, que una “reactivación” de los BAI podría devolvérselos. Segundo, que, paradójicamente, al menos a día de hoy, la desactivación de los votantes resulta un problema menos grave para el PP que para el PSOE. Muchos votantes del PP abandonan el barco, pero lo hacen quizá “provisionalmente”, no comprometiendo su apoyo a ninguno de los partidos competidores. Al fin y al cabo, un 46% de los votantes de centro y centro-derecha dicen no sentirse cerca de ningún partido. En el PSOE esto no parece ser así. La mayor oferta programática con la que compite el PSOE en el centro-izquierda hace que muchos de sus exvotantes ya hayan encontrado acomodo en otras opciones, que cada vez son más electoralmente viables en más sitios. Quizá el PSOE logra recuperar a parte de estos votantes al acercarse las elecciones, pero resulta mucho más costoso movilizar a un votante de otro partido que a un elector indeciso o que planea votar en blanco o abstenerse.

Resumiendo: en primer lugar, aunque muchos de los que hoy no declaran preferencia partidista acabarán votando a algún partido, la participación probablemente caerá considerablemente. Y en segundo, nuestro análisis exploratorio del perfil de los nuevos BAIs apunta a que será más fácil recuperarlos para el PP que para el PSOE. Si no acertamos, recuerden: los expertos aciertan menos que los orangutanes.

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