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Extinguir incendios o rastrear la COVID-19: la formación con la que llegan los militares a la UME determina su cometido

Ejercicios de preparación de la UME

Laura Galaup

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De la misión Balmis a la Baluarte. La Unidad Militar de Emergencias (UME) ha desplegado efectivos contra la pandemia junto al resto de operativos de las Fuerzas Armadas. Durante los meses en los que irrumpió el virus y el país se confinó, sus soldados, dentro de la operación Balmis, participaron en la desinfección de residencias, en el traslado de féretros a las morgues temporales que se crearon en la Comunidad de Madrid y contribuyeron a levantar el albergue de personas sin hogar que se construyó en el pabellón 14 de Ifema. 

Con un nuevo repunte de la epidemia, los militares de la UME vuelven a emplearse contra la COVID-19, pero en esta ocasión a golpe de teléfono, como parte de los 2.000 rastreadores que el Ministerio de Defensa ha ofertado a las comunidades autónomas en una operación que han denominado misión Baluarte.

Mientras cientos de efectivos hacen seguimiento de los contagios otros tantos se despliegan contra los incendios. El fin de semana pasado estuvieron extinguiendo cuatro fuegos simultáneos, dos en Extremadura, uno en Huelva y otro en Murcia.

Esta unidad especializada fue creada en 2006 por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y desde entonces ha participado en tareas de emergencia para combatir todo tipo de catástrofes: de incendios a inundaciones y ahora también en el combate de la pandemia, su misión más heterodoxa. Dispone de más de 3.000 militares y dispone de cinco batallones de intervención con otras tantas bases (Madrid, Valencia, Sevilla, Zaragoza y León) para dar cobertura a todo el territorio.

Para “no perder capacidad de actuación simultánea” la selección de los profesionales que van a trabajar como rastreadores se ha realizado en diferentes compañías de la unidad, según explica Aurelio Soto, capitán de corbeta y jefe de comunicación de la UME. Con esta decisión pretenden evitar que alguna unidad concreta pueda quedar completamente desarticulada, por si se le requiere en otra situación de urgencia. 

Aunque todavía los rastreadores militares aportados por el equipo militar de emergencias no están todavía operativos, ya están preparados para ponerse a disposición de las comunidades en los próximos días. Sí que han empezado a realizar el seguimiento de contactos de positivos de COVID-19 una docena de militares del Ejército de Tierra en la Comandancia General de Melilla. Teniendo en cuenta la variedad de intervenciones en las que participa la UME, el perfil escogido para rastrear ha sido “preferente sanitario”, explica Soto. En todos los batallones hay una sección de sanidad compuesta por técnicos, médicos y enfermeros, que, de hecho, ya realizaron esta función durante la operación Balmis con un “seguimiento interno” del virus y los contactos entre el personal militar.

Los sanitarios están acompañados por profesionales que no está especializado en salud, pero sí que han realizado la formación aportada por Defensa, “un curso de rastreadores online, tomando como referencia el del Centro Internacional John Hopkins, adaptado a las necesidades y a la disponibilidad del personal de las Fuerzas Armadas”, explicó el Ministerio en una reciente nota de prensa. Soto cuenta que se están desarrollando formaciones complementarias con expertos en Psicología realizando casos prácticos para que aprendan a “resolver situaciones complejas que se pueden encontrar, tanto desde el punto de vista emocional, como dificultades para establecer vínculos y determinar si el contacto es estrecho o no”. Para esta selección, el portavoz de la UME apunta que más allá de los perfiles sanitarios, también han sumado a la plantilla escogida a profesionales con otras especialidades, pero entre los que destacan su  “empatía” y su “gran capacidad de comunicación y de escucha activa”. 

Los militares de la UME se integran en la unidad ya con una especialidad concreta que han adquirido en alguna de las tres ramas que componen las Fuerzas Armadas, el Ejército de Tierra, el del Aire y la Armada. En alguna de ellas han tenido que pasar como mínimo cinco años para presentarse a una de las vacantes que oferte el equipo militar de emergencias. Una vez que hayan sido aceptados, realizan un curso básico de emergencias durante cinco semanas en el que reciben formación para luchar contra incendios forestales, rescates urbanos, rescates verticales, inundaciones y nevadas. 

Los equipos sanitarios de la UME son transversales, en cada una de las operaciones hay una sección especializada en salud “por si hay que dar atención sanitaria” durante la intervención, explica Soto. No sucede lo mismo con las unidades que luchan contra los incendios, estos profesionales se integran en una sección que denominan de Intervención. En este caso, el perfil que lo compone está formado por militares con especialidad en Infantería, Artillería y Caballería en el Ejército de Tierra, en Seguridad y Defensa en el Ejército del Aire o Infantería en la Armada. Unos profesionales que han desarrollado su experiencia laboral realizando operaciones “en la montaña o en el campo”, según explica Soto.

A esa especialidad también se suman ingenieros o zapadores, habituados al “manejo de maquinaria pesada o construcción de puentes”, añade el portavoz de la UME, quien también explica que los vehículos pesados “tienen una función importante a la hora de perimetrar el incendio” o realizar “hacer ataques directos al fuego” para poderlo extinguir echando grandes cantidades de arena a las llamas. Si se decreta la intervención de la unidad en alguna catástrofe, el jefe de sección de intervención se pone a las órdenes del director regional del operativo. “Como solemos actuar en emergencias del nivel 2, es la comunidad autónoma la que gestiona la emergencia”, añade Soto. En el caso de los rastreadores, la coordinación será gestionada por Sanidad y Defensa, que canalizará las peticiones realizadas por los territorios.

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