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La finca sostenible

Una de las asambleas de la asociación en la finca El Batán. / Garaldea

María Muñoz

El corte del suministro de electricidad hace casi un año dejó sin luz, calefacción, ni agua corriente a la comunidad que vive en una finca a 40 kilómetros de Madrid y que forma la Asociación Garaldea, una entidad que atiende a personas en riesgo de exclusión. Pero también fue el punto de partida para empezar a transformar la iniciativa en un proyecto sostenible y autosuficiente. Tras la puesta en marcha de unas placas solares para lograr un mínimo de suministro eléctrico, hace un mes comenzaron una campaña de micromecenazgo para transformar definitivamente el modelo energético de la comunidad con el uso de energías renovables y la aplicación de técnicas de bioconstrucción para cubrir las necesidades básicas de habitabilidad.

La campaña ya ha conseguido pasar ampliamente el límite de 9.590 euros que necesitaban para que pudiera iniciarse el proyecto -a 16 de noviembre llevaba recaudados 11.340 euros- y en unos días comenzará un segundo plazo que se extenderá hasta enero para lograr los 22.924 euros que se habían puesto como objetivo. “Al menos ahora ya sabemos que contamos con un mínimo de dinero y podemos empezar a trabajar”, señala Eduardo Marquina, ingeniero y colaborador en el proceso de transformación del modelo energético de la finca.

El espacio, situado en el término municipal de Chinchón y conocido como la finca El Batán, tiene una superficie de 30 hectáreas y cuenta con tres edificios donde 20 personas viven de forma permanente. Hasta 2012, el centro venía funcionando como un recurso terapéutico de la Comunidad de Madrid para personas drogopendientes que gestionaba Proyecto Hombre. Cuando en febrero de ese año la Agencia Antidroga del Gobierno regional decide cerrar el recurso, trabajadores y usuarios de las instalaciones decidieron encerrarse como forma de protesta.

Un nuevo modelo asistencial

De ese encierro nació Garaldea, un proyecto que pretendía “romper con los modelos asistenciales que había hasta ahora y generar una comunidad de ayuda mutua entre iguales y sin jerarquías”, explica Paula Lamana, integrante de la asociación desde su fundación. Desde entonces, el proyecto que forma parte del Mercado Social de Madrid, se ha convertido en un espacio en el que conviven personas de trayectorias muy diferentes y que permite a las que han superado su dependencia o que están en riesgo de exclusión social encontrar un espacio de “integración real”.

Durante estos últimos años, la iniciativa ha ido generando una serie de recursos que les permita ir siendo sostenibles, como la puesta en marcha de un huerto ecológico, del que se abastece la comunidad, y que también les genera pequeños ingresos, así como la cesión de espacios a otras entidades para que puedan desarrollar sus actividades y talleres.

La campaña de crowdfunding tiene como objetivo en una primera fase “cubrir las necesidades básicas”, como afirma Marquina. Y ello significa tener calefacción al menos en los espacios comunes, una electricidad para la luz y la conexión de aparatos electrónicos y sustituir la actual fosa séptica por un baño seco. “Ahora la fosa séptica va al canal y luego al río”, explica el ingeniero. La intención en esta primera parte es ampliar el número de placas fotovoltaicas para el abastecimiento de la electricidad, y otras tantas para calentar el agua. Para la calefacción tienen previsto construir otra estufa de inercia térmica -como una que ya construyeron este año y que ya funciona en uno de los edificios- que se alimenta con compost.

En lo que se refiere a la construcción bioclimática, “no podemos cambiar de sitio los edificios”, puntualiza Marquina, pero sí pueden aprovechar su orientación para generar su propia energía. Pone como ejemplo la construcción de invernaderos en las zonas que miran al sur para después aprovechar el aire caliente que se genera en ellos y que funcione como una calefacción. En fases posteriores, trabajarán en los aislamientos de las paredes y de los acristalamientos. “La idea es que Garaldea sea la universidad de la autosuficiencia y ahora nos hemos marcado un camino que poco a poco iremos recorriendo”, subraya Marquina.

Las colaboraciones monetarias varían entre los 10 y 500 euros, pero el proyecto también está abierto al intercambio de conocimientos o donación de todo tipo de material de construcción, como pueden ser andamios, placas solares, estufas de leña antiguas o leña. Todo lo que vayan construyendo y aprendiendo irán compartiéndolo de manera abierta para que su experiencia pueda servir para poner en marcha otras iniciativas que sigan el camino de la autosuficiencia energética.

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