Arrimadas, la 'heroína' de Ciudadanos en Catalunya, ante su misión más difícil: resucitar el partido tras el adiós de Rivera
La madrugada del 10 al 11 de noviembre Inés Arrimadas supo de inmediato que su vida iba a dar un nuevo e importante vuelco político. Rodeada de la mayoría de sus compañeros de Ejecutiva que, como ella, no terminaban de dar crédito al hundimiento electoral que acababan de certificar los resultados del 10N para Ciudadanos, escuchó entre lágrimas contenidas el discurso de Albert Rivera, un discurso que sonaba ya a despedida aunque el líder no pronunciara aquella noche la palabra “dimisión”.
Su adiós llegó al día siguiente. Arrimadas para entonces ya sabía que debía tomar el testigo, que todos los ojos se iban a dirigir hacia ella y que no podía decir que no. Pero se fue a casa en silencio, sin pronunciar palabra.
Una semana después del luto obligado, la portavoz parlamentaria de Ciudadanos, la dirigente “más preparada y más valiente” del partido, según la han definido varios dirigentes, a la que todos coinciden en alabar y destacar sus cualidades de líder, confirmaba lo que desde dentro y fuera del partido se estaba esperando: “En momentos difíciles hay que dar un paso al frente”, anunciaba en una entrevista en Antena 3, en la que también afirmaba: “Creo que tengo un apoyo no sé si unánime pero mayoritario”. Finalmente sentenció que se sentía “fuerte” y “valiente” para afrontar el reto.
A sus 38 años y esperando su primer hijo cuyo nacimiento prácticamente coincidirá con la celebración de las primarias previstas para finales de febrero o principios de marzo, Arrimadas es consciente de que el futuro de Ciudadanos está ahora en sus manos: a partir de la V Asamblea General que tendrá carácter extraordinadio -no tocaba hasta 2021- su misión será fortalecer el proyecto para que crezca y evitar así que desaparezca del mapa como le pasó a UPyD.
La jerezana sabe que el camino no va a resultarle fácil ni va a estar salpicado de éxitos como los que ha vivido junto a Albert Rivera en el pasado. Arrimadas deja atrás una etapa dura pero trufada de más alegrías que fracasos.
2015: Rivera da el salto a Madrid dejándola sola en Catalunya
La primera prueba le llegó a Arrimadas en 2015, después de ver que el partido había logrado buenos resultados en las municipales y autonómicas de la primavera de aquel año, momento en el que Ciudadanos se situó como segunda fuerza política en Tarragona, tercera en Barcelona –por delante incluso del PSC– , y en Lleida, mientras el PP retrocedía y Rivera pedía a los conservadores que hicieran “autocrítica”: “No sé si Rajoy está en España o ha salido de viaje”, exclamó el líder tras conocer los resultados.
Animado por esos datos, Rivera decidió que había llegado la hora de dar el salto a la política nacional -él hizo un intento frustrado en 2008- para concurrir a las siguientes elecciones generales con el objetivo de “gobernar España”, dejando sola a Arrimadas en Catalunya con los 9 diputados que él había cosechado en las anteriores autonómicas.
El 27 de septiembre de ese 2015, tras el adelanto electoral decretado por Artur Mas, Arrimadas daba la campanada: 25 diputados para Ciudadanos, 16 más que los que tenían entonces. La euforia se desató en el hotel Barceló Sants donde Rivera y ella celebraron juntos la victoria con los dirigentes del partido que empezaron a mirarla con admiración y respeto por la 'gesta'.
Pocos meses después, en las generales del 20 de diciembre, Ciudadanos, con Rivera como candidato a la Moncloa, remataba la faena. Sus 40 diputados en el Congreso aventuraban que “el centro ha llegado para quedarse”, como sentenció entonces el líder de Ciudadanos. La repetición electoral de junio de 2016 les llevó a perder ocho diputados, quedándose en 32. Pero eso no les desanimó y apostaron fuerte por ocupar el espacio ideológico y político de un PP que creían en franco declive.
Arrimadas siguió entregada en cuerpo y alma a combatir el independentismo y el nacionalismo en su feudo como líder de la oposición. Para reforzar su papel, Rivera la nombró portavoz nacional del partido en la IV Asamblea General que celebró Ciudadanos en febrero de 2017, en el que cambio su ideario.
Meses después, tras su fracasado intento de moción de censura contra Puigdemont, llegó la fecha que ha quedado grabada a fuego en el historial de la jerezana: 21 de diciembre de 2017. En las nuevas elecciones catalanas convocadas por Rajoy tras aplicar el 155 en Catalunya, Ciudadanos subió de 25 a 36 diputados, convirtiéndose en la primera fuerza política de Catalunya por delante de JxCat y ERC, pero sin poder gobernar, lo que la volvió a situar como jefa de la oposición en el Parlament.
Su palmarés la convirtió en la dirigente más deseada en las posteriores campañas, especialmente en las andaluzas celebradas a finales de 2018, donde sabían que el candidato, Juan Marín, iba a necesitar refuerzos. Tanto Rivera como Arrimadas -que nació en Jerez, en donde vive su familia- se volcaron en apoyar al que hoy es vicepresidente de la Junta. Y Ciudadanos lograba, gracias al apoyo de Vox, estar presente por primera vez en un Gobierno autonómico bajo la presidencia del PP, partido al que apuntalaron después también en Madrid, Murcia y Castilla y León.
Arrimadas siguió en el Parlament donde comprobó que no tenía mucho que hacer ante el auge del independentismo. La tortuosa historia del procés, con el encarcelamiento de los principales dirigentes que lo impulsaron, la huida del expresidente de la Generalitat a Bélgica, y la llegada de Quim Torra al Govern terminaron por dar la puntilla a la tensa situación.
Por aquel entonces ya comenzaron a surgir los rumores de que Arrimadas estaba cansada, de que no soportaba más la presión a la que estaba sometida en Catalunya, con escraches e insultos de grupos de radicales allí por donde iba. Además, su marido, Xavier Cima, un exconvergente y conocido empresario catalán, había decidido trasladarse a trabajar a Madrid. Las habladurías se desataron sobre la posible decisión de Arrimadas de abandonar la política.
El pacto con Rivera para seguir sus pasos y dejar Catalunya
Arrimadas habló entonces con Rivera y, según narran algunas crónicas del momento, le dijo que quería irse a Madrid. El líder de Ciudadanos le propuso encabezar la candidatura al Senado para que pudiera compaginar su escaño con su papel en el Parlament. Pero Arrimadas tenía claro que o era diputada en el Congreso o lo dejaba todo. Rivera pactó con ella, prácticamente en secreto, que encabezara la candidatura por Barcelona y el 23 de febrero de 2019, apenas dos meses antes de las generales del 28 de abril, los dos líderes aparecieron juntos en la madrileña Plaza de la Villa para anunciar la noticia.
El entonces portavoz parlamentario, Juan Carlos Girauta, que había ocupado en anteriores elecciones ese puesto, se 'autodesterró' a Toledo mientras el partido se dividía en dos ante la decisión de descabezar Catalunya. Para unos -como el secretario general, José Manuel Villegas- suponía el grave riesgo de perder allí el terreno ganado. Para otros, sin embargo, se trataba de una buena operación política para restar votos a PP y PSOE. “Es un tándem ganador”, sentenciaban los que aprobaban el desembarco de Arrimadas en Madrid.
Arrimadas comenzó entonces a hacer campaña por toda España dejando en segundo plano su feudo, que apenas visitó en los quince días previos a la cita con las urnas, delegando esa tarea en sus segundos. De los pocos actos que hizo, algunos fueron muy sonados al tratarse de municipios en donde no era bienvenida, como Torroella de Mongrí (Girona), donde nació la exconsellera de Trabajo Dolors Bassa, por entonces ya en prisión provisional a causa del procés.
Entremedias dejó algunos polémicos actos de precampaña, como el que protagonizó en vísperas del 8M junto a otras mujeres del partido para presentar el decálogo de Ciudadanos sobre “feminismo liberal”. Arrimadas defendió la regulación de la prostitución y de los vientres de alquiler y los situó como ejemplos de ese “feminismo liberal”.
28A: de 32 a 57 diputados, un éxito que no se reflejó en Catalunya
El éxito de Ciudadanos aquel 28A fue también considerado “histórico” al conseguir subir de 32 a 57 escaños. Sin embargo, no supuso en Catalunya ningún avance importante. El partido logró mantener en Barcelona cuatro escaños y también el de Tarragona. Pero se estancaba en votos igualando sus resultados con los conseguido en las generales de 2016, pese al aumento de participación registrado.
Rivera, exultante, nombró de inmediato a Arrimadas portavoz del nuevo y abultado grupo parlamentario. La dirigente catalana poco se pudo lucir en esa corta legislatura, aunque llegó a encararse con la vicepresidenta del Gobierno en funciones, Carmen Calvo, en alguna ocasión, como en el debate sobre la crisis del Open Arms. En Catalunya ya tenía sucesora: Lorena Roldán, que será la candidata a la Generalitat tras un fulgurante ascenso en el partido logrado en apenas unos años, que la ha llevado hasta la portacía de la formación a nivel nacional en sustitución de su antecesora.
La celebración de nuevas elecciones el pasado 10 de noviembre aconsejó a Arrimadas volcarse más en Catalunya, a diferencia de la campaña anterior, ante las malas perspectivas que ya les daban las encuestas.
Los graves disturbios que se sucedían hacía varios días en Barcelona como protesta contra la sentencia del procés fueron el hilo conductor de casi todos sus discursos. También de los de Rivera, que durante el único debate electoral que hubo antes del 10N, en el que intentó remontar el bache, blandió un adoquín desde su atril para escenificar la degradación a la que estaban sometiendo la ciudad los “comandos separatistas radicales”.
Pese a los esfuerzos de ambos, Ciudadanos perdió en la autonomía tres de los cinco diputados que tenía, dos por Barcelona y el de Tarragona. Solo sobrevivieron la propia Arrimadas y el secretario de Comunicación, Fernando de Páramo, que acaba de dejar la política y ha renunciado al escaño que ocupará José María Espejo-Saavedra, un veterano e histórico dirigente del partido que fue vicepresidente segundo de la Mesa del Parlament y con el que muchos creen que contará Arrimadas en su nueva etapa.
La sangría de votos de Ciudadanos el 10N afectó a toda España y el partido pasó de golpe y porrazo de 57 a 10 escaños. Rivera se fue pasando implícitamente el testigo a Arrimadas, que ahora es llamada a afrontar la misión más difícil de toda su vida política: levantar al partido y hacerlo resurgir de sus cenizas. Los militantes en los chats están muy divididos y unos creen que su candidatura supondrá “más de lo mismo”, mientras otros están convencidos de que logrará renovar y enderezar el proyecto. Lo que está por ver es si Arrimadas consigue superar este nuevo y decisivo reto en su carrera.