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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

¡La reforma laboral, estúpido!

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en una imagen de archivo. EFE/Ana Escobar

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Que si un tuit de Ione Belarra; que si la necesaria coordinación entre ministerios; que si el ascenso imparable de Yolanda Díaz; que si en un gobierno no puede haber versos libres, y menos dos o tres gabinetes distintos; que si la presión de Bruselas; que si el enfrentamiento crónico entre vicepresidentas… 

Muchos y muy variados fueron los motivos con los que la parte socialista del Ejecutivo justificó a finales de octubre el pulso entre los socios de la coalición a cuenta de la derogación de la reforma laboral. Y, al final, todo está en las encuestas. En las que publica el CIS de José Félix Tezanos y en las que maneja casi a diario La Moncloa. Ya saben que la política de estos tiempos se hace a golpe de tuit, pero sobre todo de sondeos. 

Y el Centro de Investigaciones Sociológicas ha dado malas noticias este mes al PP, pero también al PSOE. El bipartidismo retrocede a costa de Vox y Unidas Podemos. Los socialistas obtendrían un 27,6% de los votos si se repitieran las elecciones ahora, cuatro décimas por debajo del 28% que alcanzó en las últimas generales, y casi un punto menos respecto al último barómetro. Una caída de la que se beneficia Unidas Podemos, que se sitúa por encima de sus datos electorales con un 13,6% en intención de voto, casi dos puntos más que hace sólo un mes. La formación, con Yolanda Díaz de “sucesora designada” pero aún sin ratificar, se aleja así de su peor registro de los sondeos del CIS, que llegó a situarle por debajo del 10%.

Esta es la fotografía que deja la demoscopia de los primeros diez días de noviembre. La muestra del CIS se realizó entre el 2 y el 11, justo en plena polémica entre PSOE y Unidas Podemos –o entre Sánchez y Yolanda Díaz– por la gestión de la reforma laboral que ha de poner fin a la aprobada por el PP en 2012, la que la coalición se comprometió a derogar en sus partes más lesivas. 

El pulso esta vez no era entre Díaz y Nadia Calviño, algo habitual, sino directamente entre la vicepresidenta segunda y el presidente, Pedro Sánchez, que salió en apoyo de la decisión de la vicepresidenta económica después de que ésta remitiera un mail a Trabajo para comunicar que, en adelante, tomaría las riendas de la negociación con los agentes sociales.

Calviño actuó mandatada por el presidente Sánchez, que el domingo anterior en la clausura del 40 Congreso Federal del PSOE izaba la bandera de la reforma laboral como reclamo de un cónclave que tuvo como eje principal la recuperación de la socialdemocracia clásica. Para entonces al gabinete presidencial ya habían llegado los primeros datos cualitativos, informan fuentes del Gobierno, sobre la reforma laboral y la percepción de que el electorado del PSOE no veía con buenos ojos las reticencias de Economía a cambiar en lo sustancial la norma aprobada por el último Ejecutivo socialista. “Mucho más que la subida del SMI, los votantes socialistas consideraban una necesidad inaplazable la recuperación de los derechos de los trabajadores que quedaron derogados por el PP”, aseguran. 

El propio presidente Sánchez en sus conversaciones habituales con la titular de Trabajo había manifestado semanas antes su preocupación por la pérdida de apoyos en el electorado más templado como consecuencia de la ofensiva permanente de la derecha y la ultraderecha para dibujar al Gobierno como el más radical de Europa por sus acuerdos parlamentarios con independentistas y abertzales. Ambos estaban de acuerdo en que debía ser Yolanda Díaz como figura emergente la que cuidase el flanco izquierdo, pero la percepción ciudadana de que era la titular de Trabajo, y no el PSOE, quien empezaba a rentabilizar las medidas más sociales implementadas por el Ejecutivo hicieron saltar las alarmas y provocaron un giro de guion en la estrategia monclovita al ver que Sánchez acusaba desgaste por este motivo.

“Vamos a derogar la reforma laboral, y lo va a hacer el PSOE”, solemnizó en pleno pulso por la paternidad de la medida la vicesecretaria general de los socialistas, Adriana Lastra, en clara sintonía con el cambio estratégico dictado por La Moncloa. En el gabinete de Díaz reconocen el instinto de Lastra y la firme voluntad de los nuevos estrategas de La Moncloa de que “no vuelva a ocurrir lo mismo que con el SMI o el IMV”, dos decisiones que el electorado considera que fueron posibles por la presencia de Unidas Podemos en el Gobierno, que nunca se le reconocieron a Pablo Iglesias y, sin embargo, ahora se le imputan a Díaz.

En el PSOE están convencidos de que conforme las medidas desplegadas por el Gobierno vayan surtiendo efecto sus pronósticos electorales sean cada vez mejores, si bien eluden comentar la subida que ha registrado Unidas Podemos en el último CIS y que llega después de que la vicepresidenta segunda haya comenzado a dar los primeros pasos de su nuevo proyecto político. Se limitan a decir que se trata de una foto del panorama electoral en un momento concreto que todavía queda muy lejos de las elecciones generales, previstas para 2023.

No es baladí que Díaz vuelva a figurar en noviembre como la líder mejor valorada en las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas, e incluso entre los votantes socialistas tenga una nota cercana a la del propio Pedro Sánchez. Tras la retirada de Pablo Iglesias el pasado mes de mayo, la vicepresidenta segunda pasó a ser la representante de Unidas Podemos en la pregunta de valoración de líderes que mensualmente incluye el CIS en sus barómetros, pese a que ella no ostenta ningún cargo orgánico en la formación morada, cuya secretaria general es Ione Belarra. Fue Iglesias quien la señaló como el próximo cartel electoral para los próximos comicios, aunque ella aún navegue en el proceloso mundo de la ambigüedad calculada cuando se trata de hablar de candidaturas.

En la encuesta de noviembre, la vicepresidenta repite en cabeza por quinto mes consecutivo, ahora con una nota de 4,76 puntos frente a los 4,45 puntos de Pedro Sánchez y los 4,13 de Íñigo Errejón, líder de Más País. Más lejos quedan Inés Arrimadas (Ciudadanos) y Pablo Casado (PP), con notas de 3,61 y 3,41 puntos, respectivamente, y repite como 'farolillo rojo' Santiago Abascal, presidente de Vox, con 2,79.

El 19% de votantes socialistas prefieren a Díaz

Y si se cruzan los datos de la encuesta con el recuerdo de voto de las últimas elecciones generales, se constata que Yolanda Díaz no sólo saca buena nota entre los electores de Unidas Podemos o de Más País, que le otorgan un notable (7,4 puntos), sino también entre los votantes del PSOE, que la puntúan con una nota de 6,1 puntos, cerca del 6,69 que dan a su propio líder, el presidente Pedro Sánchez. Es más, entre el electorado socialista que reconoce en el sondeo haber votado al PSOE en las últimas generales, hay un 18,6% que declara su preferencia por Díaz antes que por Sánchez como presidenta del Gobierno.

Pedro Sánchez se mantiene como el político preferido para presidir al Gobierno, con un respaldo del 21,1%, pero Yolanda Díaz aparece en segundo lugar con un 15,8% e incluso supera en casi cinco puntos al líder del PP, Pablo Casado, al que sólo menciona un 10,7%. 

Así que no, no fue la necesaria coordinación entre ministerios ni ningún otro asunto metodológico, sino los sondeos los que llevaron a Sánchez a mantener el pulso por la reforma laboral que desde marzo lideraba su vicepresidenta segunda, tal y como se acordó en los acuerdos suscritos por PSOE y UP para la coalición de gobierno hace ahora dos años. 

“¡La economía, estúpido! fue un eslogan puesto en marcha por James Carville, asesor de Bill Clinton, durante las elecciones presidenciales estadounidenses de 1992. Hasta ese momento, Clinton era gobernador de Arkansas mientras que su rival, George Bush padre, había conseguido un gran éxito al frente de la Casa Blanca en materia de política exterior. Pero los asesores de Clinton decidieron realizar una campaña agresiva y se centraron en el ámbito económico. La caída del bloque soviético había generado un terremoto financiero a principios de los noventa y los países del este de Europa vieron cómo su ya maltrecha economía se desplomaba. En pocos meses, la recesión se convirtió en una realidad en Estados Unidos y Clinton supo aprovechar la coyuntura. 

El equipo de campaña del demócrata forró su sede con mensajes económicos como el mencionado. Y Yolanda Díaz puede ya decir lo propio: ¡La reforma laboral, estúpido!

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