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Coque Malla y Vox: ¿pueden los cantantes evitar que cualquiera use su obra con fines políticos?

Coque Malla

Felipe G. Gil

Esta semana y tras la escalada a trending topic de Vox, uno de los temas que más se comentaba era la contestación que el cantante Coque Maya había dado públicamente en su cuenta de Facebook al enterarse de que el partido había utilizado “No puedo vivir sin ti” como parte de su comentado mitin.

No sé si VOX España, el partido de ultra derecha que ha utilizado sin permiso (tienen perfecto derecho a hacerlo, qué le vamos a hacer) mi canción "No puedo vivir sin ti" en uno de sus mítines, sabe que media España piensa que es una canción dedicada a la cocaína... Lo digo porque igual han metido un poco la pata. Pero no se preocupen, señores de Vox, la otra media, sabe la verdadera inspiración de la canción, que no es otra que la relación homosexual entre dos amigos gays muy queridos, que lo pasaron realmente mal por culpa de la intolerancia y de la estupidez homófoba. Por amistad y solidaridad, les escribí esa bonita canción, que tanto les ha ayudado en su vida de pareja. Como me cuesta trabajo pensar que ustedes apoyen nada que tenga que ver con la cocaína (nunca se sabe, pero me cuesta trabajo), me inclino a pensar que por fin han abierto sus mentes y han abrazado la causa homosexual. Si es así, les felicito sinceramente; es un ejemplo, que un partido de derechas, apoye la igualdad de derechos y la libertad de elección sexual.

Un saludo.

Coque Malla.

No fue el único molesto. Un familiar de Henri Belolo (productor de los Village People) afirmó en una entrevista a Público que nadie les había pedido permiso para intervenir la letra del tema “Go West”, que fue modificado para cantar “En pie, si eres español” durante el mitin de Vox. De hecho, discrepan de su uso: “Las canciones de Village People tratan todas ellas sobre libertad, tolerancia y amor”. Ante el juego que da la relación entre música y política, algunos tuiteros comenzaron a hacer su propia tracklist irónica para próximos mítines de Vox:

No es la primera vez que alguna organización política usa una canción para un fin político muy distinto al que inspiró a sus creadores. El partido republicano y Trump seguramente lideren ser objeto de quejas en los últimos años: Neil Young, Adele, Elton John, Rolling Stones, los herederos de Queen, de Luciano Pavarotti y de George Harrison...el listado de artistas musicales que protestaron porque Trump hubiera usado en alguno de sus actos de campaña por la presidencia de los Estados Unidos en 2015 y 2016 fue bastante largo.

Especialmente explícito fue Michael Stipe de R.E.M. tras enterarse de que se usó su canción 'It's The End of the World as We Know It (And I Feel Fine)' en uno de los actos de Trump: “Váyanse a la mierda todos ustedes...hombres tristes, captadores de atención, hambrientos de poder y pequeños. No utilicen mi música o mi voz para una farsa estúpida de campaña”.

La música es un elemento cohesionador fundamental y resulta evidente que muchos políticos apelen a determinadas canciones para agregar a nuevos votantes: cuando suelen usarlas es en momentos de campaña donde además de tratar de abrazar al convencido buscan lanzarle un mensaje amigable y cercano al votante desconfiado. ¿Cómo si no entender que George H. W. Bush usara en 1988 la célebre canción “Don't worry, be happy” del artista afroamericano Bobby McFerrin? (éste se quejó y tuvieron que dejar de utilizarla). Porque la música teje ambientes emocionales perfectos para generar sensación de pertenencia a un ente colectivo.

Resulta más habitual que los músicos que sí comparten ideología con quién organiza un mitin político cedan sus canciones o incluso aparezcan en los eventos para cantar en directo. Lo que resulta más infrecuente es que la música se adapte al tipo de evento político que se haya diseñado. Uno de los momentos más memorables del marketing político reciente fue la famosa visita de Donald Trump a Francia en 2017. La banda militar nacional francesa tocó delante del presidente americano varias versiones encadenadas de Daft Punk entre las cuáles se incluyeron: “One More Time,” “Get Lucky,” “Digital Love” y “Harder, Better, Faster, Stronger”. Las caras de Macron y Trump pasarán a la historia como parte de este mashup político-militar-cultural.

En España y en 2011, Amaral se quejó amargamente de que Rubalcaba los hubiera citado en medio de una discusión en el Congreso. Juan Aguirre, el guitarrista del grupo, declaraba: “Estamos pagando muy bien a una gente que se dedica a hacer peleas escolares en el Congreso y en el camino te nombran a ti. No voy a hacer una revolución con un disco, pero por lo menos no me utilices”. Para posteriormente añadir: “Mira amigo, no me toques los huevos, las canciones son de todos”.

Es importante aclarar que el modus operandi habitual de los partidos políticos es pagar unas determinads tasas por hacer uso en una comunicación pública del repertorio de una determinada entidad de gestión (SGAE suele ser la habitual en España y a la que Coque Malla está adscrito). Esto les da permiso simplemente a poner la canción, en ningún caso a modificarla. Legalmente, los artistas musicales podrían alegar que se exigiera (tal y como establece la Ley de Propiedad Intelectual) “el respeto a la integridad de la obra” recogida como parte de los derechos morales de la misma.

Más allá del debate legal esto parece ser una nueva guerra cultural en las que cada partido o agente social tendrá que actualizar cuál es la tracklist que representa la idea de país que defiende y en la que los músicos tendrán que mojarse aceptando o rechazando su uso si corresponde o no con su ideología particular. Sin embargo, lo que parece claro es que al final nadie podrá determinar el sentido último de una obra: cuando una canción se populariza es muy complicado cercarla políticamente.

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