En este blog te contaremos desde dentro todas las novedades del proyecto de eldiario.es. Puedes escribirnos en los comentarios o en contacto@eldiario.es.
elDiario.es, The Guardian y 30 medios mundiales piden una acción urgente ante la crisis climática
elDiario.es se suma a un artículo editorial firmado junto a The Guardian y más de 30 cabeceras mundiales con motivo de la celebración estos días de la COP27 en Egipto. El objetivo es llamar la atención sobre la crisis climática. Para ello, creemos que las organizaciones de medios de comunicación tienen el deber de ofrecer información veraz sobre la crisis ambiental y ejercer su influencia en beneficio del interés público.
Esta iniciativa periodística cuenta con medios de todo el mundo, también con los que están en primera línea de la crisis climática. En el artículo, solicitamos que se aplique un impuesto a las empresas de combustibles fósiles y que la mayor parte de sus beneficios se redistribuya entre las naciones empobrecidas para ayudar a mitigar los daños causados por la crisis climática. Estas peticiones van en la línea de las realizadas el mes pasado por el Secretario General de la ONU, quien dijo que “los contaminadores deben pagar”.
Este es el texto del artículo editorial:
COP27: no es el momento de la complacencia ni de la apatía
El cambio climático es un problema mundial que requiere la cooperación de todas las naciones. Por eso, más de 30 periódicos y medios de comunicación en más de 20 países están sumándose hoy a una visión compartida sobre lo que hay que hacer. El tiempo se acaba. En lugar de abandonar los combustibles fósiles y apostar por energías limpias, muchos países ricos siguen invirtiendo en gas y petróleo, no reducen sus emisiones a la velocidad necesaria y le regatean a los países pobres las ayudas. Todo ello mientras el planeta se precipita hacia un punto de no retorno en el que el caos climático será irreversible.
Desde que hace 12 meses se celebró en Glasgow la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático, las naciones solo se han comprometido a cumplir con una quincuagésima parte de lo que sería necesario para que el aumento de las temperaturas no sobrepase los 1,5 °C con relación a la era preindustrial.
En este año ningún continente se ha salvado de sufrir fenómenos meteorológicos extremos: desde las inundaciones en Pakistán hasta las olas de calor en Europa, pasando por incendios forestales en Australia y huracanes en Estados Unidos. Estos desastres se produjeron con un aumento en las temperaturas de aproximadamente 1,1 °C: el mundo puede prepararse para cosas mucho peores.
Con un gran número de países tratando de reducir su dependencia de Rusia, el mundo está experimentando una “fiebre del oro” de nuevos proyectos para explotar combustibles fósiles. Se presentan como medidas coyunturales de aprovisionamiento pero se corre el riesgo de comprometer al planeta en un daño irreparable. Todo esto deja en evidencia la necesidad que tiene la humanidad de terminar con la adicción a los combustibles fósiles. No habría emergencia climática si las energías renovables fueran la norma.
Las personas más pobres del mundo se llevarán la peor parte de la destrucción provocada por sequías, deshielos y pérdidas de cosechas. Va a hacer falta dinero para proteger a estos grupos de la pérdida de sus vidas y medios de subsistencia. Según un acreditado informe, para reducir su emisión de gases de efecto invernadero y enfrentar la crisis climática los países en desarrollo necesitan dos billones de dólares al año.
Los países ricos, donde vive uno de cada ocho habitantes del planeta, son responsables de la mitad de los gases de efecto invernadero. Tienen la clara responsabilidad moral de ayudar. Las naciones en desarrollo deberían recibir el dinero necesario para afrontar unas peligrosas condiciones que no han contribuido a crear, especialmente cuando se avecina una recesión mundial.
Como mínimo, hay que imponer un impuesto sobre los beneficios caídos del cielo registrados en las mayores empresas de gas y petróleo. Solo en los tres primeros meses de 2022, estos beneficios se han estimado en 100.000 millones de dólares
Para demostrar su seriedad, las naciones ricas deberían cumplir con el envío de fondos al que ya se habían comprometido, como el de los 100.000 millones de dólares anuales a partir de 2020. Como mínimo, hay que imponer un impuesto sobre los beneficios caídos del cielo registrados en las mayores empresas de gas y petróleo. Solo en los tres primeros meses de 2022, estos beneficios se han estimado en 100.000 millones de dólares. Las Naciones Unidas tienen razón cuando exigen que ese dinero se destine a asistir a los más vulnerables.
Pero ese gravamen solo debería de ser el comienzo. Los países pobres también arrastran deudas que les impiden protegerse de los próximos desastres meteorológicos y recuperarse de los ya sufridos. Los países acreedores deberían ser generosos cuando se trata de condonar préstamos a las naciones en primera línea de la emergencia climática.
Son medidas que no tienen por qué esperar a una acción coordinada internacional. Cada país puede aplicarlas a nivel regional o nacional. La responsabilidad de un país para actuar está en la suma de todas sus emisiones. La financiación privada puede ayudar, pero es sobre los grandes emisores históricos sobre los que recae la responsabilidad principal de aportar el dinero.
Resolver la crisis climática es el viaje a la luna de nuestra época. Llegar al satélite natural de la Tierra se pudo lograr en solo una década gracias a la enorme cantidad de recursos que se destinaron al proyecto. El compromiso que hace falta ahora es similar.
La clave para mantener el consenso en Egipto es no permitir que las peleas sobre el comercio y sobre la guerra en Ucrania bloqueen la diplomacia climática internacional
En los países ricos la crisis económica ha reducido la voluntad de incurrir en gastos y un contraataque de las grandes empresas está poniendo al planeta en riesgo de quedar atrapado en la dependencia de los combustibles fósiles. Pero la pandemia ya demostró que los bancos centrales de todo el mundo pueden engrasar el gasto público comprando bonos de sus propios gobiernos.
Los billones de dólares que se necesitan para afrontar la emergencia ecológica exigen un replanteamiento igual de radical. No es momento para la apatía o la complacencia: la urgencia de la situación ya está sobre nosotros. La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático tiene que centrarse en el poder de las razones y no las razones del poder.
La clave para mantener el consenso en Egipto es no permitir que las peleas sobre el comercio y sobre la guerra en Ucrania bloqueen la diplomacia climática internacional. Es posible que el proceso de la ONU no sea perfecto pero es lo que ha permitido introducir en las naciones el objetivo compartido de salvar al planeta, un objetivo por el que hay que luchar en la COP27 para evitar un riesgo existencial para la humanidad.
3