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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

¡Oh, discapacidad!

Fotograma de 'El club de los poetas muertos'

Nuria del Saz

¡Oh, discapacidad!, con este insólito apóstrofe les invito a empaparse de diferencia, de igualdad y diversidad a través de los versos de Javier Jordán. Este no es un libro de poemas escrito por una persona con discapacidad. Es la mirada de quien vive la discapacidad como testigo. De quien ha sabido ver más allá de la superficie, distinguiendo elementos poéticos en un ámbito usualmente alejado de lo lírico.

Javier Jordán estudió Psicología en los años noventa y, hasta entonces, su vida transcurrió en la aparente normalidad de esa superficie corriente donde habitamos. La discapacidad “le sobrevino” por motivos laborales. Profesionalmente, se dedica desde hace dos décadas a la orientación laboral en la Fundación ONCE. El poemario es el resultado de esas vivencias y aprendizajes junto a las personas con discapacidad con las que se relaciona a diario.

Su coqueteo con la poesía comenzó en la adolescencia. Conoció al poeta Walt Whitman gracias a la película ‘El club de los poetas muertos’, que le marcó profundamente por su mensaje vitalista y aquel famoso “carpe diem”. En su camino vital, también fue clave un amigo, un joven con enfermedad mental, poseedor de una extraordinaria biblioteca. Así pudo acceder a una enorme cantidad de libros y autores. Poetas como T. S. Eliot, Ungaretti, el ‘Poeta en Nueva York’, de Lorca, William Faulkner,  el ‘Oficio de tinieblas 5’, de Camilo José Cela… Lecturas que le marcaron, impulsándole a escribir, en un camino de aprendizaje y exploración que han cristalizado en ‘¡Oh, discapacidad!’ (Ediciones El Drago 2018).

Al empezar a trabajar se encontró con una realidad contundente que no conocía (durante los primeros años realizaba a razón de ocho o diez entrevistas diarias a personas con discapacidad). Le impactaron de tal manera que el poemario, que se estuvo gestando durante siete años, es como una catarsis personal hacia ese mundo de la Diferencia.

Javier no tiene ninguna discapacidad reconocida, pero puede decir que la lleva consigo. En Inserta de Fundación ONCE gestionan cursos e imparten talleres, realizan orientación laboral, seguimientos en el empleo, etc. El poemario tiene momentos sociales y también otros más personales. Poemas que, por ejemplo, reflejan el monólogo de un muchacho en psicosis, o un muestrario de imágenes relacionadas con el cuerpo y sus posibilidades.

A lo largo de los años, durante las entrevistas, en las intervenciones, fue impregnándose de diversidad y, en algún momento, se dio cuenta de que los diccionarios de Medicina estaban llenos de palabras potencialmente poéticas. Empezó a acumular versos, expresiones, notas, palabras de trastornos que sonaban con fuerza, vivencias, anécdotas. Se dejó seducir por la realidad y esta se le reveló con otras formas, con otras palabras que, casi nunca, aparecen en los libros de poemas. Se trata de una visión personal sobre un tema social, aunque el poema toca también otros temas como el paso del tiempo, el amor, la Justicia. ‘¡Oh, discapacidad!’, trae a la superficie la denuncia de un mundo casi siempre invisible.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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