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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

La valla del miedo

On the fence. Imagen de Frayle

Anita Botwin

Estaba yo navegando por la red cuando me encontré con esta noticia en la que aseguran que una comunidad de vecinos cerca con una valla un centro de discapacidad contiguo. Según explican y cito textualmente: Trabajadores, residentes y familias de la residencia Medinaceli se encuentran “impactados e indignados” después de que la urbanización Virgen del Mar de Soto de la Marina en Bezana haya puesto una valla de separación, que consideran “discriminatoria”, entre la propia edificación y el centro, cuyos internos presentan diversidad funcional.

Los residentes, que ya contaban con una valla previa, ahora se topan con una doble barrera para salir al exterior, por lo que se sienten doblemente enjaulados y ya han mostrado, según las mismas fuentes, indignación y enfado. Y no es para menos. Los centros de diversidad funcional y en este caso de discapacidad psíquica e intelectual suelen verse como un peligro. Eso es debido a la ignorancia y el miedo con el que vivimos cada vez más a menudo, y el estigma creado que asocia problemas de salud mental o psíquicos a la perversidad y la maldad. 

Cuando alguien protagoniza un titular por algún delito, suele ir a veces acompañado de algún trastorno psíquico. Sobran noticias en las que se hace hincapié en la supuesta esquizofrenia o bipolaridad que padece el asesino en serie. Cuando un hombre asesina a su mujer se da por hecho a veces que está “loco”, sin tener en cuenta que suelen primar factores como el machismo.

Todos estos titulares y tratamiento informativo que se da a estas personas, no hace si no fomentar el estigma que luego lleva a la sociedad en general a seguir teniendo prejuicios. Falta mucha formación y educación al respecto.  Ya no sólo en los mismos centros de salud mental donde se vulneran continuamente los derechos humanos, sino desde esa doble valla para afuera.

Ya hemos hablado en más ocasiones de las barreras arquitectónicas, pero aprovecho para volver a reivindicar la accesibilidad. Ahora que tanto se está hablando de los famosos bolardos, imagino que no seré la única que ha imaginado a un invidente o a alguien con silla de ruedas topándose con ellos. Obviamente, no seré yo quien ponga en el grito en el cielo y cuestione lo necesario de esta barrera arquitectónica de cara a los ataques terroristas, pero es importante pensar en el día a día de quienes procuran llevar una vida digna e independiente.

Los expertos en antiterrorismo Mark Briskey y Nick O'Brien -tal y como recoge este medio- advirtieron de que las barreras físicas son útiles para parar atentados con coche en los lugares en los que se instalan, pero es posible que hagan que los terroristas cambien de objetivos o de métodos. Más allá de los bolardos como algo anecdótico, fijénse en cualquier calle concurrida de bares y turismo. Muy poco espacio habrá para que las personas puedan hacer algo más que consumir y producir de manera acalorada y estresante. La manera de construir las ciudades es un reflejo de cómo construimos nuestras vidas y nuestros pensamientos.

Estamos viviendo una época oscura de momentos convulsos, de odio derivados del miedo y de la ignorancia. Construimos muros y vallas hacia lo desconocido, lo distinto, lo sospechoso y lo marginal. Empieza a ser momento de abrir las puertas al mundo exterior y educarnos en valores que prioricen la solidaridad, el apoyo, la tolerancia y el entendimiento. Empieza a ser momento de tirar vallas y construir puentes, que nos permitan vivir en la diversidad, en la mezcla y al mismo tiempo, en la igualdad social.  Empieza a ser momento de comprender al otro, de intentar entender los comportamientos humanos -a veces inhumanos- y buscar respuestas para construir un mundo mejor. Porque de momento, es en el que nos ha tocado vivir.      

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

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