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El cambio climático ya es un riesgo para la salud en España por las temperaturas extremas y el contagio de enfermedades

Dos personas se protegen del sol intenso.

Raúl Rejón

Subida del nivel del mar en la costa, desertificación, migración forzada y, también, deterioro de la salud. España ha estrenado este miércoles las olas de calor en 2018. Y, aunque un episodio concreto no se ligue inequívocamente al cambio climático, la proliferación de estos fenómenos y su mayor agudeza sí son una consecuencia explícita de la alteración del clima. De hecho, las temperaturas extremas (de frío y calor) y la transmisión de enfermedades infecciosas son ya una amenaza real sobre la salud en España, efecto directo sobre la población del calentamiento global.

“Las temperaturas extremas son efecto inequívoco del cambio climático”, explica Cristina Linares, investigadora de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto Carlos III y miembro del grupo de expertos encargados de elaborar el sexto informe promovido por la ONU sobre el cambio climático. “Y un riesgo de salud cierto”, añade. La científica cuenta a eldiario.es que “es algo para nosotros evidente porque llevamos mucho tiempo viéndolo”.

Las olas de calor y frío afectan de manera diferente. Las altas temperaturas como las que están activas en el inicio de este agosto tienen un efecto muy importante en “agudizar patologías previas”, explica Linares. Complican enfermedades que ya estaban ahí y se dejan notar en el corto plazo: “Acentúa la mortalidad en los días siguientes al episodio”, aclara la investigadora del Instituto Carlos III.

De hecho, la alarma para estudiar y gestionar el efecto del calor extremo en la población se disparó en Europa y España a partir de 2003 cuando una ola de calor dejó decenas de miles de muertos. La Organización Meteorológica Mundial consideró aquel fenómeno como el desastre natural más mortífero en España entre 1970 y 2012 en su Atlas de pérdidas por fenómenos meteorológicos por delante de sequías e inundaciones.

Por el contrario, las consecuencias del frío extremo se diluyen más en el tiempo. Y se asocian más a las enfermedades infecciosas ya que los patógenos que las provocan proliferan. No tiene un efecto tan agudo como un infarto de miocardio o un golpe de calor. Además, se le añaden circunstancias socioeconómicas como la pobreza energética. Sin embargo, los estudios han revelado que, en España, se ha controlado la mortalidad por calor, pero ha crecido la del frío. “Estamos más adaptados al calor culturalmente. Y los planes que se pusieron en marcha a partir de 2003 se han mostrado efectivos”, afirma Cristina Linares.

En todo caso, lo que ha quedado evidenciado por los informes del Panel Intergubernametnal sobre el Cambio Climático (IPCC) es que el aumento total de la temperatura del planeta se da a partir de extremos térmicos: cada vez hay más picos de calor y más picos de frío. Las dos circunstancias que más deterioran la salud. “La temperatura extrema es un precipitante de la mortalidad”, resume la experta del ICIII.

La mortalidad se incrementa a partir de cierta temperatura (por arriba o por abajo) que varía según la zona. En Sevilla, Córdoba o Málaga ese umbral de disparo está en 40 grados, pero en A Coruña o Ourense solo por encima de 20. Para el frío, el umbral máximo en Cádiz es 6 grados mientras que en Ávila debe bajar a los -6, según el análisis que puede revisarse en el estudio Temperaturas Extremas y Salud.

Además, cada grado por encima de la temperatura máxima de alerta incrementa los riesgos asociados al calor entre un 3% en Murcia a un 21% en Cáceres. En el caso del frío la horquilla va de un poco más del 1% por cada grado que caiga el termómetro más allá del umbral de alerta en Zaragoza a un 25% en Ciudad Real o Málaga. Lo que piden los investigadores es que las alertas meteorológicas de la AEMET vayan acompasadas con los umbrales de las alertas de salud pública para reforzar las medidas de prevención.

Justo en este contexto, un equipo de la Universidad de Bristol acaba de publicar una investigación por la que han concluido que conseguir los objetivos más ambiciosos del Acuerdo de París, es decir, contener el calentamiento de la Tierra a 1,5ºC “reduciría significativamente las muertes relacionadas con el calor extremo”, frente a la meta más permisiva de los 2ºC.

La expansión del mosquito tigre

La otra de pata de las alertas está en la transmisión de enfermedades infecciosas mediante vectores, es decir, un organismo que transporta e inocula la patología: un mosquito, una garrapata o un flebotomo, los tres tipos bajo vigilancia del Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC). Si en 2013, el Ministerio de Sanidad decía “se piensa que el cambio climático puede influir en la distribución temporal y espacial” de estos vectores, ahora ya está claro que el cambio climático es un fenómeno de gran relevancia en la emergencia y reemergencia de estas enfermedades. “En las últimas décadas se ha producido en España un resurgimiento de algunas enfermedades transmitidas por vectores, que se creían bajo control, y también la aparición de otras nuevas”, recogían un grupo de investigadores españoles en el análisis Cambio climático en España y su influencia en las enfermedades de transmisión vectorial en la Revista Salud Ambiental hace ahora un año.

Precisamente este miércoles, se confirmó la presencia en España de una de la tercera especie de mosquito invasor asociado a la transmisión de enfermedades: el Aedes japonicus. Se ha detectado en Asturias y se relaciona con la fiebre del Nilo occidental. Aunque aún no es considerado un vector importante, se ha constatado su capacidad para contagiar el chikungunya y el dengue.

El agente que sí se ha establecido ya en la península ibérica es el mosquito tigre (Aedes albopictus), este sí directamente asociado a la propagación del chinkungunya, el dengue o el zika. Basta con observar el ritmo de colonización : los mapas de seguimiento del ECDC muestran que este insecto estaba establecido en solo dos provincias (Barcelona y Tarragona) en 2008 –y con alta probabilidad en Alicante–. Y, en junio de 2018, se ha extendido por el litoral mediterráneo y establecido colonias en toda Catalunya menos Lleida, toda la Comunitat Valenciana, Región de Murcia, Baleares, Almería, Granada, Málaga y Guipúzcoa.

Los estudios vinculan claramente el cambio climático con la expansión del mosquito tigre. Aunque llegado a España por el transporte de mercancías (se atribuye su entrada a unos neumáticos con agua), las nuevas condiciones ambientales han favorecido su colonización: la alteración climática ha hecho que las condiciones térmicas adecuadas para la actividad del insecto duren más durante el año y la mayor temperatura acelera su ciclo vital (más generaciones de mosquitos en el mismo tiempo) lo que redunda en un “riesgo evidente a nivel de transmisión de enfermedades”, sentencias los investigadores.

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