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Dentro del 'hospital' de Ifema: “Una médico estuvo toda la noche pendiente de que tuviera la mascarilla bien puesta”

Jonan, uno de los ingresados en el hospital de Ifema

Laura Galaup

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Jonan Basterra ingresó el pasado viernes en el Hospital Ramón y Cajal (Madrid) y un día después fue trasladado a Ifema. “Fuimos los primeros en llegar y estaba para entrar a vivir, para inaugurar”, recuerda este periodista de 50 años de su llegada al pabellón 9 del recinto ferial, que acoge un hospital de campaña para reducir la presión asistencial del resto de complejos sanitarios de la Comunidad.

Una semana antes, los síntomas del coronavirus comenzaron a aflorar. “Tenía escalofríos, dolores articulares y había perdido el gusto y el olfato. A partir de entonces, empecé a toser más, me comenzó a subir la fiebre, a medidos de la semana pasada llegué en algún momento a 39,7 grados”, recuerda Basterra, que se encuentra todavía en el hospital de Ifema, en conversación telefónica con eldiario.es. En esos días previos al ingreso el enfermo trató de que le disminuyese la temperatura, pero no los conseguía. “Volvía a subir y volvía a bajar. Tosía tanto que me dolía el tórax como si me hubiesen dado puñetazos”, apunta.

Finalmente, acudió al centro de salud y de ahí fue derivado al hospital Ramón y Cajal, donde le diagnosticaron una neumonía. Allí pasó 24 horas en el área de urgencias y el sábado por la noche fue derivado junto a otros seis pacientes al pabellón 9 de Ifema. En el recinto ferial ya llevaba unos días funcionando el pabellón 5, albergando a centenares de infectados, pero Basterra asegura que ellos fueron los primeros en llegar al nuevo espacio habilitado. “Era de noche, estaba todo muy vacío y llamaba mucho la atención porque es muy grande”, señala sobre el recinto al que le derivaron y en el que se encuentra desde entonces.

La llegada de Basterra coincidió con la reivindicación de los profesionales sanitarios y sindicatos por la falta de equipos de protección para atender a enfermos de Covid-19 y la desorganización en sus turnos. El periodista explica que se ha enterado de esta polémica por los medios y las redes sociales, según su relato, en ningún momento este descontento de los profesionales traspasó los módulos en los que se encuentra junto a otros once enfermos. “Veo que llevan medidas de protección, pero desconozco si son las más necesarias o convenientes”, reseña.

Asimismo, destaca que la atención sanitaria que recibe diariamente “es maravillosa”. “Es gente muy preparada y tienen muchas ganas”, apunta sobre este personal. “Una médico de guardia que ha estado toda la noche pendiente de que yo estuviese durmiendo bocabajo y con la mascarilla bien colocada para mantener los niveles de saturación altos”, apunta. A la mañana siguiente, esta doctora montó una biblioteca –siempre según el relato de Basterra– para los pacientes con libros, autodefinidos y revistas del corazón que había traído en su coche.

Sanitarios y sindicatos denunciaron que tanto este domingo y como este lunes no se proveyó a los profesionales de materiales de protección. Desde Comisiones Obreras llegaron a denunciar que “repartían bolsas de basura, en lugar de gorros para proteger el cuero cabelludo” y que el material que aportaba la Comunidad para tratar a los pacientes infectados por coronavirus eran una batas verdes y un delantal de plástico. Los profesionales sanitarios también se quejaron de que les hacinaban en zonas de espera o vestuarios, sin espacio para poder mantener la distancia de seguridad.

Quejas de los sanitarios

Este sindicato explica que este martes en algunos aspectos ha mejorado la organización, aunque denuncian que el personal de limpieza ha trabajado sin bata ni mascarilla y que los profesionales destinados al pabellón 5 no han entrado porque “se está cerrando”. Por su parte, dos médicos que han atendido en el turno de mañana en el pabellón en el que se encuentra Basterra aseguran a eldiario.es que han podido trabajar con EPIs.

La sensación de los sanitarios consultados por esta redacción que trabajan en el hospital de campaña es que los pacientes están muy agradecidos por la atención recibida. “La mayoría han pasado días durmiendo en un sillón de un pasillo viendo morir al de la lado por el mismo virus”, explica una de las médicos de Atención Primaria que está trabajando en Ifema.

A pesar de las adversidades, esta profesional reseña que la “capacidad de esfuerzo” es una de las las grandes virtudes de sus compañeros. “Termino el turno agotado, desmotivado y frustrado por la situación que vivimos”, añade Antonio, uno de los enfermeros, sobre la falta de material que han sufrido; aunque en la misma frase explica que también sale diariamente con la sensación de que hace una labor útil para la sociedad.

Compañeros de módulo

Los módulos en el hospital están separados por sexos, Basterra enfermo está rodeado de hombres. Con uno de ellos ya coincidió en el traslado desde el Hospital Ramón y Cajal, este señor fue ingresado junto a su mujer. Ahora, en Ifema, este matrimonio está separado por uno de los paneles que delimita los módulos. “Me llama la atención porque se hablan por encima del murito, se mandan mensajes; pero la señora no viene a verle todos los días, así es el protocolo. No podemos estar de charleta”, relata.

Este paciente defiende que, por lo menos en el módulo en el que él se encuentra, hay una distancia de seguridad entre paciente y paciente. “Tenemos tres metros entre cama y cama. Las camas son reclinables, tienen su toma de oxígeno, enchufes, una lamparita y el mando que las articula”, reseña. Tampoco pone pegas a la distribución de los servicios o a las duchas. “No hay mucha diferencia entre esto y un hospital”, destaca, más allá de que por esos pasillos prefabricados no solo circulan sanitarios, diariamente también ve a bomberos y a militares. “Todo lo que han hecho tiene buena pinta, en el sentido de que funciona”, apunta.

Basterra atiende a eldiario.es con una mascara de oxígeno, todavía no puede andar con normalidad. “Si me lo quito y me desplazo 300 metros lo haría como si estuviera a 4.500 metros de altura”, señala. Uno de sus compañeros de módulo ya ha conseguido recuperar y ha recibido el alta este martes, se ha marchado entre felicitaciones de los enfermos y aplausos de los sanitarios. Cuando se registra un alta, las camas quedan poco tiempo vacías. “Se reponen rápidamente. Las limpian y viene un paciente en menos de doce horas”, subraya.

A la espera de su evolución, cuenta que pasa el día hablando por Whatsapp con familia y amigos. “Me preguntan constantemente cómo estoy; así mato el día”.

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