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El espeleólogo superviviente responsabiliza a la Gerdarmería marroquí de la muerte de uno de sus compañeros

El ministro del Interior recibe en Madrid al espeleólogo Juan Bolívar. / Efe

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Juan Bolívar, el único superviviente de los tres espeleólogos desaparecidos en Marruecos, ha relatado por primera vez la secuencia de un angustioso, largo y deficiente rescate por parte de las autoridades marroquíes. Acusa a la Gerdarmería del país de emplear unos recursos insuficientes, hasta el punto de responsabilizar a esas maniobras de la muerte de uno de sus compañeros.

Según su testimonio, Gustavo Virués falleció tras despeñarse por la garganta que trataba de escalar. “No tenía movimiento y sí mucha sangre en la boca”, relata. El otro, José Antonio Martínez, “sangraba abundantemente y convulsionaba”, pero sobrevivió al impacto. Quedó colgado en las cuerdas a metros del suelo y con heridas. Con el paso de los días, a pesar de la gravedad, asegura que mejoró. “Le hice un iglú en la nieve y recogí toda la ropa de abrigo que tenía para ponérselo encima porque empezaba a anochecer. A la mañana siguiente él seguía con vida. Así aguanté seis días como pude. Le daba de comer y beber. Durante esos días hablábamos”, recuerda Bolívar.

José Antonio Martínez, inspector de la Policía, murió tras pasar una noche completa bajo una cascada, después de que varios gendarmes trataran sin éxito levantar con una cuerda y a pulso –“me dijeron que no tenían maquinaria”– la camilla que lanzaron en las inmediaciones de la zona donde se produjo el accidente.

“Escuché voces y me encontré en lo alto del lado contrario a personas con cuerdas que me hacían señas. Se identificaron como de la Gerdamería. Consiguieron lanzarme una cuerda. Pensaba que bajarían a por mí, pero me bajaron solo una camilla sin nadie ni nada para ayudarme. Uno de los gerdarmes finalmente descendió, tras pedirlo, para ayudarme a subir a José e hizo señas hacia arriba para que comenzara la ascensión. Él estaba vivo. Lo ayudé a empezar a subir la camilla, ya que me pareció que no tensaba la cuerda. Tuve que agarrarlo para que no se ahogara. Hubo otro tirón y fue cuando la camilla se fue directa a la catarata”, ha descrito Bolívar.

Pasó la noche bajo el agua, mientras Bolívar escuchaba, insistente, cómo su compañero gritaba que se ahogaba. A la mañana siguiente, cuando “la corriente era más floja”, la Gerdarmería dirigió la camilla hacia el río y la cuerda se descolgó. “Se quedó hundida, sus manos flotaban”, relata el superviviente, que asegura que entonces los escasos refuerzos que habían acudido a rescatarles les abandonaron. “A las dos horas apareció protección civil de Marruecos. Ayudé a sacar la camilla del agua, pero José Antonio ya había fallecido”.

La salida de la garganta fue el último, pero no menos tortuoso paso para Juan, que hacía días que había agotado la batería de su móvil. El barranco en que se produjo el accidente está situado a cuatro horas a pie y a 400 metros de profundidad del punto más accesible. “Quería salir de allí, quitarme de en medio. Subí por mi propio pie. Eso no era normal. Estuve cuatro horas caminando –explica–. Solo 100 metros antes de llegar al pueblo donde me atendieron me pusieron una camilla”.

El superviviente, que describe los hechos como “una serie ilógica sin explicación”, ha insistido en que los tres compañeros llevaban “todo bien organizado”. “Teníamos fuerzas y ánimos, aunque llevábamos 12 horas caminando”, asegura. Poco antes del accidente, Bolívar ha explicado que “pararon a mirar los planos topográficos” y “percibieron un desnivel con una cascada que no podían sortear”. Tenían, por tanto, y según su testimonio, estudiado el terreno por el que pisaban.

Según fuentes diplomáticas consultadas por eldiario.es, la autorización de Marruecos para que la Guardia Civil y los GEO pudieran intervenir en el auxilio no llegó hasta el mediodía del domingo, el mismo día que Juan Bolívar logró salir con vida de la zona tras ver morir a sus dos compañeros.

Juan Rengel, uno de los compañeros de expedición de los tres montañeros, señalaba en una entrevista con este medio que las autoridades marroquíes y el consulado español estaban al corriente de la dificultad de las labores de rescate y la falta de medios de la Gendarmería marroquí desde el primer momento. “Durante dos días no fueron capaces de sacarles; no tenían siquiera las cuerdas adecuadas, pero se ve que lo que impera es el orgullo”.

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