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Opinión - El pueblo es quien más ordena todavía. Por Rosa María Artal

La investigación final sobre los abusos en el coro de Ratisbona: más de 500 menores fueron víctimas

Georg Ratzinger.

Jesús Bastante

Eran “los gorriones de Ratisbona”. Los privilegiados. Viajaban por todo el planeta llevando la música del Coro de la catedral alemana de Ratisbona. Pero muchos de ellos fueron abusados, física y sexualmente, ante el ominoso silencio de las autoridades eclesiásticas, entre ellas, el hermano del mismísmo Papa Benedicto XVI, Georg Ratzinger, que fue su director durante tres décadas.

Los resultados finales de la investigación sobre los desmanes en el Coro de Ratisbona arrojan unas cifras estremecedoras. Un total de 547 niños sufrieron abusos entre 1945 y 1990. Toda una estrategia de ocultación y de abusos que, pese a ser denunciada en los años 90, nadie quiso parar. En al menos 67 casos, también hubo vejaciones sexuales y violaciones. En los informes preliminares, se hablaba de 231 víctimas, mientras que las autoridades eclesiásticas locales sólo habían reconocido, en 2015, 72 casos. Se quedaron cortas. Muy cortas

“Los afectados describieron sus años escolares como una prisión, como un infierno y como un campo de concentración. Muchos se referían a esos años como la peor época de su vida, caracterizada por el miedo, la violencia y el desamparo”, asegura el abogado Ulrich Weber, encargado de presentar los resultados de la investigación llevada a cabo después de que, en 2010, un famoso compositor alemán, Franz Wittenbrink, denunciara públicamente haber sido abusado en Ratisbona.

Uno de cada tres escolares fue agredido durante estos años. Además de los castigos físicos y sexuales, algunos menores sufrían privación de comida. “Se empleaba un sádico sistema de castigo relacionado con el placer sexual”, aseguraba Wittenbrink. Tras la publicación del informe, las víctimas serán indemnizadas con hasta 20.000 euros.

El documento habla de una cincuentena de responsables, entre los que destaca el hermano de Benedicto XVI, Georg Ratzinger, quien fuera director del coro entre 1964 y 1994 y que, según la investigación, conocía el escándalo y miró hacia otro lado. Él lo negaba en 2010. “Si hubiera conocido los excesos de violencia que se estaban utilizando, habría hecho algo. Al principio, yo también daba bofetadas, pero siempre tuve mala conciencia. Pido perdón”, afirmó.

Sin embargo, durante este tiempo la propia Iglesia de la ciudad germana trató de minimizar el escándalo. Su entonces responsable era Gerhard Müller, que después fue ascendido por Ratzinger a Prefecto de Doctrina de la Fe, cargo del que le descabalgó el Papa Francisco hace tres semanas.

Müller aseguró en su día que el caso apenas había afectado a cuatro o cinco menores. Las cifras finales demuestran que Müller mostró “poco interés en el tema”, según denuncia el abogado. “Era más importante proteger la institución; ignoraron a las víctimas y protegieron a los responsables”. Sin embargo, en 2015, y ya con Francisco en Roma, el actual obispo de Ratisbona, Rudolf Voderholzer, pidió perdón y encargó el informe que ayer vio la luz. Desgraciadamente, para muchos de esos menores, tarde.

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