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Sobre este blog

En este blog se agrupan intelectuales, académic@s, científic@s, polític@s y activistas de base, que están convencid@s de que la crisis de régimen que vivimos no podrá superarse si al mismo tiempo no se supera la crisis ecológica.

Queremos que la sociedad, y especialmente los partidos de izquierda y los nuevos proyectos que hoy se están presentando en nuestro país, asuman alternativas socioeconómicas que armonicen el bienestar de la población con los límites ecológicos del crecimiento.

Coordinan este blog José Luis Fdez. Casadevante Kois, Yayo Herrero, Jorge Riechmann, María Eugenia Rodríguez Palop, Samuel Martín Sosa, Angel Calle, Nuria del Viso y Mariola Olcina, miembros del grupo impulsor del manifiesto Última Llamada.

Vital es el “cuidado”, no una renta mínima

Más de 150.000 ciudadanos apoyan campaña para facilitar la conciliación

Giacomo D'Alisa

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Estuvimos muchos días encerrados en casa. Desde hace poco, y según dónde vivas, te encontrarás en diferentes fases que te permitirán más o menos actividad al aire libre, pero siempre bajo la amenaza implícita de que la curva de la COVID-19 vuelva a subir. Las noticias siguen advirtiendo del peligro al que nos exponemos si no respetamos las reglas de la desescalada. Pero la realidad ha demostrado que la gran mayoría de las personas han dado su consentimiento al aislamiento, y lo han hecho no sólo por temor a enfermarse o por miedo a las multas, sino y sobre todo, para cuidar a su seres queridos y a los más vulnerables al coronavirus. La idea de que cuidarse implica cuidar a la comunidad se ha convertido en sentido común. El cuidado de uno mismo, de la propia comunidad y de la vulnerabilidad interdependiente que nos caracteriza ha asumido un papel central en estos tiempos de pandemia. Una centralidad que ofrece la posibilidad de abandonar la idea de que el crecimiento económico sirve para resolver todos los problemas de la humanidad, y que poner el cuidado en el centro nos permite finalmente discutir cuál es la vida que vale la alegría de ser sustentada, durante y después de la pandemia.

Las actividades de cuidado son el conjunto de las acciones diarias que realizamos para garantizar nuestro bienestar y del entorno socio-ambiental en el que vivimos. Este flujo invisible de horas de trabajo no pagado es ingente también en las sociedades industriales y digitales. A título de ejemplo, consideremos que en Cataluña por cada hora de trabajo remunerado corresponde una hora de trabajo no pagado. Pero este flujo de horas no remuneradas, aunque contribuye a nuestro bienestar y felicidad , no tiene el mismo “valor” que el trabajo remunerado.

La falta de dignidad atribuida al trabajo del cuidado y de reproducción de la vida se explica también, y sobre todo, porque son principalmente las mujeres las que organizan, estructuran y realizan estas actividades que subvencionan de manera invisible la economía de mercado. No sorprenderá en consecuencia que sobre todo fue el pensamiento radical feminista, enseguida enriquecido y ampliado por el enfoque ecofeminista, el que visibilizó esta appropriación.

La pandemia y el confinamiento han contribuido a visibilizar la importancia de cuidar de uno mismo y de la colectividad. La COVID-19 ha magnificado el tiempo que se requiere para realizar las actividades destinadas al cuidado. Pensemos en el tiempo que ahora se necesita para cumplir con las tareas cotidianas: hacer largas filas para comprar mientras respetamos la distancia de seguridad, repetir la limpieza de nuestras propias manos, hacer lavados más frecuentes de la ropa que usamos y los procesos de saneamiento de todo lo que usamos (teléfonos, llaves, gafas, etc); cuidar de los niños (los cuales, confinados en casa 24 horas al día, requieren un agotador esfuerzo emocional y físico), cuidar de las personas con diversidad funcional y necesidades especiales, así como de los positivos de coronavirus no hospitalizados. En algunos casos, el trabajo del cuidado hay que conciliarlo con el teletrabajo forzado. Las dificultades de conciliación son aún más grandes para todos los que vuelven al trabajo fuera de sus hogares.

La pandemia de COVID-19 por lo tanto, ha tenido un doble resultado: por un lado ha mostrado la importancia de las actividades de cuidado de un sistema social que pone la vida en el centro, y por el otro, que poner la vida en el centro, en un sistema de mercado que en su funcionamiento normal invisibiliza el cuidado y las tareas de reproducción es para muchos insostenible.

Poner el cuidado en el centro sin romantizarlo significa ser capaces de empatizar y dar respuestas a quien, además del miedo del contagio, sufre el miedo que genera la pérdida del trabajo; el miedo de quien no tiene ahorros y no podrá hacer frente a los gastos que garantizan su supervivencia.

En estos días se discute cuál es la medida política económica más adecuada para enfrentar la crisis económica futura y para hacer un poco más justa la sociedad española. El ingreso mínimo vital (IMV) es una de las respuestas que el gobierno de España está definiendo para responder a las secuelas socio-económicas de la COVID-19. Diferentes grupos sociales piden apostar por una Renta Básica Universal (RBU), una medida que recibe mucho respaldo de los españoles, según una encuesta reciente encargada por la Red de Renta Básica . El IMV no es una renta básica universal; no está pensado para todos sino para los que están en una situación de extrema pobreza; no es incondicional sino que se tienen que cumplir algunos requisitos para percibirla; no es para los individuos sino para las familias. La mayoría de los límites socio-económicos del IMV comparado con la renta básica universal, han sido enunciados de forma muy clara en un reciente artículo. Aunque los límites del IMV son claros, esta es la medida que se va a aprobar, pero la discusión para que una renta universal sin condiciones se implemente en el futuro próximo tiene que seguir, idea que sustenta el presente artículo.

Vamos a repetirlo: la RBU es una asignación monetaria incondicional destinada a garantizar las condiciones materiales de existencia. Los enfoques liberales, republicanos y social democráticos que la justifican invocan el derecho individual a la participación en la comunidad política a la que se pertenece, y/o el derecho a gozar de un cierto grado de libertad a fin de hacer posible la vida que se desea vivir. Si bien estos enfoques son evidentemente diferentes en cuanto a tradición política y objetivos, me parece importante destacar que comparten un punto fundamental: se basan en un derecho abstracto a la renta básica. La renta básica permite garantizar el derecho a poder gozar de una vida digna, el derecho a ver realizada la propia idea de libertad y de sentido de la vida.

Existe, no obstante, un movimiento que reivindica una renta a partir de un enfoque materialista: reconocer la centralidad del trabajo de reproducción y de cuidados y remunerar este trabajo feminizado y invisibilizado. La campaña internacional por una Renta de Cuidado pone en primer plano el sentido comun que la experiencia del confinamiento por COVID19 nos brinda: poner la vida en el centro de la preocupación politica es incompatibile con una economia en crecimiento continuo. La expansión de la acumulación capitalista y de la mercantilización de la vida es inconciliable con las actividades de “cuidado” y genera esa “crisis de los cuidados” que tanto preocupa justamente al feminismo contemporáneo.

A diferencia de los enfoques por una RBU, el enfoque por una RC no pide una renta sobre la base de un derecho abstracto a realizar libremente la vida que se considere digna de ser vivida. Aunque no niega la legitimidad de este derecho, no reivindica una renta para explorar lo que potencialmente se puede hacer una vez garantizada la satisfacción de las condiciones materiales de existencia, sino reivindica una renta por lo que se hace diariamente. El problema del estigma se invierte por completo, no pido una renta, aunque no haya contribuido a la producción del valor social, sino que reivindico la parte de valor social a la cual contribuyo con mi trabajo de “cuidado”; un trabajo que generalmente se vuelve invisible para que sea más fácilmente apropiable. Los parásitos son quienes se apropian ilegítimamente del valor producido por las actividades de “cuidado” y reproducción. Por tanto, no se trata de una cuestión simplemente nominalista, el proposito de reivindicar una RC es visibilizar la materialidad de los actos de cuidado y reproducción y su inicua distribución entre los géneros. No se revindica una renta gratis, si no que se pide reconocer un trabajo diario que se tiene que cumplir para que el sistema se pueda sostener.

Este enfoque radica en las luchas de los movimientos del feminismo que lanzaron la campaña del salario para el trabajo domestico en los '70; pero hoy esta claro que este trabajo va más alla del hogar y de la colaboración entre vecinos. Como bien ha aclarado el movimiento eco-feminista, hay una relación indisoluble entre los seres humanos, las comunidades y el medio ambiente en el que viven. Lo que tienen en común estas esferas es precisamente el esfuerzo por cuidar de los seres humanos y su salud, de los espacios y bienes comunes urbanos, el suelo agrícola y los bosques, el ciclo del agua y el clima, la vida no humana y los sistemas ecológicos que lo respaldan. Si se reconoce todo este trabajo necesario para la reprodución de la vida tendría que estar claro que quien revindica una renta de cuidado sabe bien que nada es gratis pero al mismo tiempo sabe que es injusto que alguien se aproprie y acumule el valor del trabajo invisibilizado de otros seres humanos. La campaña tiene, de hecho, el mérito de dejar en claro que no pedimos un ingreso como ser humano a pesar de no haber contribuido a la producción de valor social, sino que reclamamos el pago de esa parte del valor social que se produce pero que se hace invisible para permitir su apropiación indebida.

Como la aportación a este trabajo de reproducion y cuidado es desigual (la mujer aportan historicamente más) y la necesidad también ( una persona que tiene que cuidar a niños y a ancianos al mismo tiempo, o una persona con habilidades diversas, etc.), la RC se tendría que implementar como una renta universal pero diferenciada: quien más aporta más recibe pero también quien más necesita más recibe. Para poner la vida en el centro tenemos que reivindicar una renta de cuidado ya, si no volveremos a una falsamente nueva normalidad.

Traducción y edición: Luciana Lopez y Cristian Pérez de Guzmán

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En este blog se agrupan intelectuales, académic@s, científic@s, polític@s y activistas de base, que están convencid@s de que la crisis de régimen que vivimos no podrá superarse si al mismo tiempo no se supera la crisis ecológica.

Queremos que la sociedad, y especialmente los partidos de izquierda y los nuevos proyectos que hoy se están presentando en nuestro país, asuman alternativas socioeconómicas que armonicen el bienestar de la población con los límites ecológicos del crecimiento.

Coordinan este blog José Luis Fdez. Casadevante Kois, Yayo Herrero, Jorge Riechmann, María Eugenia Rodríguez Palop, Samuel Martín Sosa, Angel Calle, Nuria del Viso y Mariola Olcina, miembros del grupo impulsor del manifiesto Última Llamada.

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