UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio. Desde 1949 trabajamos para proporcionar asistencia, protección y defensa a más de 5 millones de refugiados y refugiadas de Palestina, que representan más de la quinta parte de los refugiados del mundo y que actualmente viven en campamentos de refugiados en Jordania, Líbano, Siria y el territorio Palestino ocupado (la franja de Gaza y Cisjordania), a la espera de una solución pacífica y duradera a su difícil situación.
“Por quinta vez, soy testigo de una agresión a Gaza”
Lo que ha pasado en la franja de Gaza ha sido una verdadera masacre contra todos los palestinos y palestinas que vivimos allí. Todas las personas somos susceptibles de ser atacadas.
Según los datos del Ministerio de Sanidad de Gaza, 44 personas han muerto, incluidos 16 niños y más 360 personas han resultado heridas.
Era viernes por la tarde. Estaba preparando a mis 3 hijos para ir a la boda de mi amigo en el norte de la franja de Gaza. De repente, escuchamos el sonido de bombardeos. Estaba mirándome la cara en el espejo mientras me maquillaba, y me quedé atrapada reviviendo recuerdos aterradores del año pasado. Ha sido solo un año y ni siquiera me he curado del trauma del año pasado.
Al principio no me di cuenta de lo que estaba pasando. Corrí con mi rostro pálido y cogí el móvil para consultar las redes sociales y las páginas de noticias. Leí que Israel había atacado un edificio residencial en el centro de la ciudad de Gaza, el barrio Alremal, donde mató a 10 personas, incluida una niña de 5 años.
La gente de Gaza trata constantemente de recuperarse de los bombardeos anteriores mientras vive con el miedo y la incertidumbre de saber cuándo será el próximo. Y no tienen forma de recuperarse de las numerosas lesiones, tanto físicas como mentales, que han sufrido.
Mi marido me aconsejó que no saliera de casa. No sabíamos qué iba a pasar en las siguientes horas. Podría llegar otro ataque.
Las horas pasaban pesadas en mi corazón, estaba sofocada como si una gran montaña aplastara mi pecho. Miraba a mis hijos y me imaginaba lo que podía pasar de un momento a otro.
En tan solo un segundo se podían destruir todos los sueños de mis hijos, sus juguetes, la ropa nueva que les había comprado hacía unos días, sus vidas…
La casa donde vivo es la casa donde están todos mis recuerdos. En ella pasé toda mi infancia y juventud. Y también tenía miedo a perderla. Miles de pensamientos se agolpaban en mi cabeza, ¿podría caerse la casa sobre nuestras cabezas y que sobreviviéramos? ¿Era posible que yo muriera y mis hijos sobrevivieran? ¿Era posible sobrevivir y que mis hijos murieran?
Los ataques aéreos israelíes se sintieron en toda Gaza. Se podía escuchar a los drones de reconocimiento israelíes sobrevolando el enclave costero sitiado.
Estamos hablando de unos 360 kilómetros cuadrados con más de 2 millones de personas que viven bajo asedio en la prisión al aire libre más grande del mundo. La Franja de Gaza lleva bajo bloqueo 15 años por tierra, mar y aire. Y de nuevo ha sufrido una brutal ofensiva. Vivimos horrorizados.
Estaba aterrorizada de pensar que podía perder a alguien de mi familia. El miedo me irrita. Junté todos los papeles importantes, algo de ropa y materiales de primeros auxilios necesarios en una bolsa para poder escapar en cualquier momento. No he dormido durante 3 días. Tenía pánico.
Mi hijo pequeño Hamza, de 4 años, trataba de dormir. Mientras intentaba conciliar el sueño le escuché rezar: “Por favor, que desaparezcan estos aviones, me molestan los oídos”. Estaba conmocionada y confundida. ¿Qué debía hacer? ¿Leerle un cuento? ¿Cantarle una canción? ¿Rezar?
Traté por todos los medios de aliviar la tensión de los niños a través de juegos para que dibujaran y poniéndoles la televisión, pero ni siquiera podíamos verla. La crisis eléctrica por el cierre de la única planta eléctrica en Gaza, por falta de combustible, nos impedía el uso de internet, del teléfono o de cualquier aparato electrónico que nos distrajera. Además, las altas temperaturas en el interior de las casas de amianto hacían que los hogares se calentaran el doble y, con motivo de la falta de electricidad, había que utilizar velas, algo que no ayudaba rebajar la temperatura. Toda la situación era extrema.
Con la interrupción del funcionamiento de la planta eléctrica, los habitantes de Gaza tenemos que sobrevivir con solo cuatro horas de electricidad al día. En ese momento Israel ya mantenía cerrados los pasos de Kerem Shalom y Erez, por lo tanto, el combustible que traen desde Israel ya escaseaba y por consiguiente también la electricidad. Aun así, antes del cierre de la planta eléctrica teníamos 12 horas de electricidad.
Los habitantes de Gaza, mis hijos y yo dormimos con una serenata de bombardeos que sacudían la cama. Los aviones y las bombas me despertaban y sacudían la cama. No puedo imaginar cómo los niños y niñas sobrevivirán a esta situación y al trauma de tanta violencia que les ha tocado vivir.
Palestina necesita paz y humanidad. Nada justifica atacar a un niño o a una niña. Las mujeres, los menores, los ancianos y todos los ciudadanos tienen derecho a vivir en paz y justicia, son seres humanos y no deben ser el objetivo de los ataques de nadie.
Sobre este blog
UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio. Desde 1949 trabajamos para proporcionar asistencia, protección y defensa a más de 5 millones de refugiados y refugiadas de Palestina, que representan más de la quinta parte de los refugiados del mundo y que actualmente viven en campamentos de refugiados en Jordania, Líbano, Siria y el territorio Palestino ocupado (la franja de Gaza y Cisjordania), a la espera de una solución pacífica y duradera a su difícil situación.